martes, 16 de junio de 2009

¿Bates quebrados?


Leopoldo Puchi


Cada quien, en el gobierno y la oposición, sabe, más allá de lo que aparenta, en qué terreno es que se está jugando la vida. De un lado se habla de golpe y se desempolvan grabaciones. Del otro, se anuncia una inminente catástrofe por la crisis económica, la inflación y la conflictividad social. Pero en el fondo, todos están conscientes de que el próximo round verdadero serán la elecciones parlamentarias del año entrante. En menos de doce meses los candidatos estarán inscritos y las piezas dispuestas en el tablero donde se jugará por el trofeo que decide en la política venezolana: el respaldo popular.
No es que no haya amenazas de golpe, que sí las hay. Pero si para algo sirve la grabación de Rafael Huizi Clavier es para poner en evidencia que los partidos políticos de oposición no están involucrados en ninguna aventura militar, puesto que lo que se escucha en la cinta es que son unos “bates quebrados”, precisamente por su negativa a escoger un camino distinto al electoral.
También existe, obviamente, un peligro de magnicidio. Esto es real. La historia es frondosa en estos episodios, y unos cuantos lunáticos pueden causar un gran desastre. Pero ni el golpe ni el magnicidio representan la verdadera amenaza para la supremacía del chavismo. El desafío que debe enfrentar el gobierno es el de cinco millones de electores y la diferencia de apenas quinientos mil votos que separan a las dos grandes corrientes políticas. En un parpadeo pueden perder la ventaja si se descuidan.
Frente a un golpe, el gobierno sabe cómo actuar y tiene con qué. Tiene respaldo popular suficiente para enfrentarlo. Y policías, militares afectos y cuerpos de seguridad. Ante un magnicidio, es un asunto de los cuerpos de inteligencia, tanto de los venezolanos como de otros países, que no les interesa que esto ocurra, como Cuba o Brasil y hasta Estados Unidos. En todo caso, el gobierno tiene en sus manos la fórmula para hacerle frente a esta eventualidad. Y existen suficientes elementos disuasivos que el gobierno tiene en sus manos.
El problema es más difícil cuando se trata de elecciones y de millones de votos. Sobre todo, si éstos no dependen de partidos, y ni siquiera completamente de los medios de comunicación. En su mayoría son silvestres. Florecen en un sustrato cultural que no se puede suprimir de un día para otro. El abono de esos votos son los valores de las sociedades actuales, como el consumismo, el individualismo y las aspiraciones de movilidad social.
El temor a que quinientos mil nuevos votos puedan florecer explica la reacción oficial ante la creación de la Mesa Democrática de la oposición. Rápida y con furia, porque representa el peligro verdadero. Frente a los votos no hay servicio de inteligencia que valga. Es una pesadilla mayor que un potencial golpe o un magnicidio.

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