martes, 16 de enero de 2024

AfroUrbe | Letrada devenida en tamborera

 El escritor estadounidense J. D. Salinger decía que "si no puedes con la vida, escribe. Si no puedes escribir, edita". Esta premisa fue la que me impulsó a tantear las expresiones escritas por otros. Mi fascinación por la palabra escrita no se detuvo con la parálisis ante la página en blanco, sino que se volcó en un oficio que media entre el autor y el lector, que funge como vehículo de encuentro entre las ideas e historias de ciertos creadores y sus receptores.

Ese registro, disertación e interpretación de las huellas de otros, de ese poder con la vida —tomado de las palabras de Salinger— mediante la edición, fue el oficio con el que realicé el primer manual de estilo editorial para la revista Akademos —del postgrado de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela—, y con el que hoy día puedo mediar y dibujar en palabras la imagen de los sueños, los planes y andares de un nosotros, nos-otros, envueltos en la trama. Y, paralelamente, puedo y celebro la vida con la escritura, mi escritura, a partir del ingreso en Herencia. Este es mi modo de jugar entusiasta por esta vida, nuestra travesía divina.

Quisiera recordar cómo fue ese primer instante en Herencia, para celebrar los 14 años de mi recorrido en los 25 que cumple esta organización, que es ya mi casa. A finales de octubre del año 2010, tras pedir múltiples referencias, porque necesitaba tocar tambor y darme un receso de la academia, todas me llevaron a Manuel Moreno y su Herencia.

Al llamar al profesor Manuel Moreno e indicarle que nunca le había dado un golpe a un tambor, él me indicó: "Solo tu intención, para mí, es suficiente". Cuando llegué ese lunes a las 6 p. m. al salón de espacios múltiples de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela, entré nuevamente a mi casa madre, de la que había dicho que necesitaba salir para ir a la calle. En esa oportunidad vi un círculo, un círculo de puros muchachos. Busqué al profesor, a quien no conocía, y al distinguirlo sentí que ya lo conocía de toda la vida. Así lo expresaba mi alma.

En aquel momento, esos muchachos, junto a ese profesor que ya mi alma reconocía, realizaban el ejercicio Herencia —del cual les hablaré más adelante— en alto rendimiento, esto es, desde la ejecución del tambor como disciplina deportiva. Cuando se habla del tambor como disciplina deportiva, era como estar frente a una manada que tocaba sin cesar. Me enteré después que ambos elementos son pedagogías. El maestro Manuel me pidió que me incluyera. La atmósfera que circundaba era muy masculina, con mucha fuerza, al mil por ciento. Yo, muy tímida, me incluyo, sin saber qué hacer, y el maestro me dice: "¡Dale!". Terminé desatada. Sentía que estaba en el lugar adecuado, por tratarse de un acto liberador. Así fue mi primer lunes de clase.

Al terminar la sesión, el maestro Manuel me pregunta: "¿Para qué vienes?", a lo que le contesto: "Vengo en la búsqueda del pulso de mi escritura".

Tras ese primer encuentro, el maestro Moreno me invitó al concierto a efectuarse el 4 de noviembre del 2010 en el Centro de Estudios Rómulo Gallegos (Celarg) para el lanzamiento de la segunda producción discográfica Herencia Siempre Herencia, a la vez que me vende el compacto. Al llegar al Celarg, la entrada a la sala se encontraba sola. No había nadie del protocolo Herencia. Resulta que todos y todas estaban en la sala tomando lugar para que aquella musicalidad se diese lugar.

Al escuchar ese resonar de la banda Herencia, me preguntaba cómo esa maravilla no la conocía el país entero. Venía de la Escuela de Letras, del plano editorial, de la cual me realizaba la pregunta: ¿cómo se acerca, cómo escoge, una persona a un autor que no conoce?, ¿cómo se produce esa atracción? Eso me llevó a realizar el primer manual de estilo para la revista Akademos, del postgrado de Humanidades de la Universidad Central de Letras, para obtener la licenciatura en Letras.

Así pues, esa misma pregunta me la llevaba ahora como tema ante esa maravilla. Quedé impresionada con el concierto de la banda Herencia. Pensaba que debía conocerlos y, sumado a la vivencia, quedé impregnada del tambor Herencia. Esto nos pasa a todos y todas los que hemos formado parte de esta experiencia a la que cada cual va incorporando sus saberes.

Ese primer acto, entre tener el primer contacto con el tambor y el impacto que ocasionó esa puesta en escena en la que me encontraba sola —pues ninguna de mis amistades ni mi familia estaban en sincronía con aquello que buscaba—, me lleva a darme lugar en ese espacio sótano donde crepita el fuego interior, sonido que evoca la chispa iniciadora de toda vida. Esa fuerza indómita que recorre esa facultad, como el viento mensajero de la lluvia torrencial, es el anuncio inequívoco del repicar de los tambores de la agrupación Herencia.

Así comenzó esta historia que lleva catorce años y que se despliega por toda la Caracas AfroUrbe, a escala nacional e internacional. Gracias, Herencia, por este crecimiento y el porvenir sonoro en Caracas, la ciudad creativa musical.

 

Mónica Mancera-Pérez

@mujer_tambor



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