sábado, 20 de enero de 2024

Vitrina de Nimiedades | Sin foco

 ¿Cuánto tiempo le tomó fijarse en el título de este artículo y hacer clic?

 ¿Cuántos segundos más está dispuesto o dispuesta a regalarle a este texto? ¿Sigue leyendo? Si es así, nos toca agradecerle habernos obsequiado más de los 3 segundos que se requieren, según expertos del mundo digital, para captar la atención de un internauta. Es una proeza en un mundo donde recibimos tantos estímulos que es muy fácil perderse entre tanto contenido y olvidar qué estábamos haciendo.

Podríamos pensar con razón que el primer culpable de nuestra poca capacidad de concentración es nuestro teléfono inteligente. Nunca hubo tantas posibilidades de perder tiempo en un artefacto, con las herramientas más disímiles. Buscar una receta, rastrear síntomas médicos para no faltar a la costumbre de huirle a los doctores, perderse por horas en una red social o pelear por pasar de nivel en un videojuego: en promedio podemos pasar al menos 3 horas diarias usando aplicaciones de nuestros dispositivos móviles, de acuerdo con Statista.

Pero el smartphone tiene aliados como las computadoras y los smart TV, pruebas del mundo “pantallizado” que estamos viviendo. Si sumamos estos dispositivos, es posible acumular 7 horas al día tratando de luchar contra notificaciones, mensajes de voz, correos, películas y cualquier otra tentación digital. ¿Las consecuencias? Las más baratas, retrasarse con alguna tarea pendiente o dejar quemar el almuerzo. Las más caras, perder el control de nuestro tiempo, nuestra capacidad para mantenernos atentos a una tarea compleja y nuestra conexión con el mundo real.

Todo esto pasa mientras los dispositivos móviles se vuelven cada vez más una extensión de nuestro cuerpo. Casi nadie pone resistencia a esta particular hibridación, como tampoco repara en los efectos que puede provocar entregarse a esta dinámica sin límites. Vale autoevaluarse: ¿Somos capaces de ver un video de más de 3 minutos sin decir “Qué extenso es”? ¿Podemos leer más de cinco párrafos en una publicación digital sin sentir que se hace interminable? Quien responda afirmativamente es un rara avis en un mundo donde la información se consume en píldoras o en pequeños bocados, como parte de la cultura snack que describe Carlos Scolari.

Lo que aquí describimos no es una revelación ni aporta datos nuevos a un panorama preocupante. Basta dejarse guiar por el lazarillo de Google y conseguir millones de artículos sobre los efectos de este mundo hiperdigitalizado sobre niños, niñas y jóvenes, los perjuicios en el desempeño laboral y las consecuencias sobre nuestra memoria individual y colectiva. Es un mundo hipnótico, donde la simplicidad seduce tanto como dedicarse a vagar sin salir de casa.

Esos problemas son graves, pero mucho más peligroso es la profundización de hábitos humanos nocivos para el entendimiento. La distracción va de la mano esa necesidad de ser escuchados, pero no de oír al resto; ese irrefrenable deseo de tener la razón y cerrar nuestra mente a nuevas ideas. Ahí vamos, seguros de nuestras palabras, aunque nuestro pensamiento ande sin foco. Algún día, el mundo nos estremecerá lo suficiente para intentar volver a discernir.

Rosa E. Pellegrino 

 

 


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