lunes, 7 de octubre de 2019

¿Terminó la guerra económica?



Mágicamente, en 2012, desapareció el papel higiénico. Meses después, de repente, le siguieron la harina de maíz, el arroz, la pasta, el aceite, la margarina, las compotas, las salsas, la leche, el café, el azúcar, el jabón de tocador, el de lavar ropa, las toallas sanitarias, los pañales, el champú y hasta la pasta de dientes. Luego comenzaron a desaparecer de las farmacias los antihipertensivos, la insulina, antibióticos, analgésicos y hasta la solución fisiológica, y de los talleres mecánicos los repuestos, cauchos y baterías para vehículos.
Así comenzó la guerra económica contra el pueblo venezolano
Inexplicablemente, mientras los grandes monopolios de capital transnacional y nacional escondían estos bienes esenciales y alteraban los canales de distribución originando largas colas, racionamiento y proliferación de los mercados informales (bachaqueros), los pequeños productores del campo, con mucha menor capacidad financiera abastecían al pueblo.
Hoy, 7 años después, como por arte de magia, apareció el papel higiénico. Inexplicablemente también se consiguen la harina de maíz, el arroz, la pasta y todos los demás productos a pesar de que las importaciones son 77,5% menores que en 2012 (en 2018 ascendieron a US$ 14.866 millones, en 2012 fueron US$ 65.951 millones, en 2013 US$ 57.183 millones, en 2014 US$ 47.255 millones, en 2015 US$ 33.308 millones).
Sorpresivamente, hoy hay de todo a pesar de que la economía es 50% menor que en 2012 y que las exportaciones han disminuido 66% con respecto a ese año (en 2012 las exportaciones ascendieron a US$ 97.877 millones, en 2018 fueron US$ 33.677 millones) y a pesar de la incertidumbre que para los empresarios debe representar la hiperinflación la cual alcanzó 130.060% en 2018. En 2012, los precios solo variaron 20,1%. ¿Curioso, verdad?
¿Será que ha terminado la guerra? ¿O es que después de 7 años de intentos de desestabilización sin éxito alguno y observando que el pueblo venezolano ha logrado sortear la escasez, el enemigo se ha visto obligado a “recordar” la fidelidad a sus marcas como una estrategia de mercadeo?
Ingenuo sería pensar que han dado por terminada la guerra económica cuando dos de sus otras armas, incluso más poderosas: el bloqueo financiero internacional y sobre todo el ataque a la moneda persisten como amenaza y en escalada siguen afectando a todo el pueblo venezolano.
Mientras el pueblo venezolano, fiel al legado de sus libertadores, mantenga su decisión de ser un pueblo libre, independiente, digno y soberano, mientras siga luchando por hacer realidad su sueño de consolidar un modelo de justicia social, de igualdad y más humano, el enemigo, el imperialismo, continuará en sus intentos de desestabilización, de invasión y ocupación. No hay razones para pensar lo contrario.
Desenlaces de las guerras económicas en la historia
Largas colas se hacían en las calles de la Urss en la década de los 80 para adquirir alimentos y bienes de primera necesidad a pesar de que la economía soviética estaba en franco crecimiento. Mientras tanto, el rublo inexplicablemente se depreciaba de manera acelerada.
Confesó Margaret Thatcher en 1991: “Por desgracia y pese a todos nuestros esfuerzos, durante largo tiempo la situación política en la Unión Soviética siguió siendo estable…sin embargo al poco tiempo nos llegó una información sobre el pronto fallecimiento del líder soviético y la posibilidad de la llegada al poder, con nuestra ayuda, de una persona gracias a la cual podríamos realizar nuestras intenciones de debilitar la economía de la URSS…Esa persona era Mijaíl Gorbachov”. Lo ratificó luego el propio Gorbachov en 2000: “el objetivo de mi vida fue la aniquilación del comunismo”.
La traición de Gorbachov no solo derrumbó el Muro de Berlín y con éste el buen vivir y las esperanzas de todo un pueblo, allanó el terreno para el gobierno neoliberal de Boris Yeltsin que aceleradamente acabó con los indudables logros de la revolución bolchevique. En menos de 5 años, entre 1990 y 1995, el PIB cayó 51%, la esperanza de vida pasó de 69,4 en 1988 a 64,4 años en 1994; la tasa de mortalidad de las mujeres aumentó 62%; el consumo de alimentos del pueblo soviético pasó de 3.500 klc/día/persona a 2.800 en 1991, todo eso a pesar de que mágicamente, con la llegada de Yeltsin, los alimentos aparecieron en los anaqueles, se acabaron las colas y el rublo se estabilizó.
En Nicaragua, en los 80, la hiperinflación fue inducida hasta alcanzar, en 1988, la cifra de 33.547%. Colas para adquirir alimentos y bienes esenciales, bloqueo financiero, embargo comercial y grupos paramilitares financiados por el gobierno de EEUU, como se develó en el caso Irán-Contra, se ajustaban al libreto de guerras no convencionales.
En la cumbre de presidentes de Costa del Sol, en 1989, el gobierno de Nicaragua se comprometió, a excarcelar a los “prisioneros políticos”, modificar la ley electoral y celebrar elecciones en febrero de 1990. Paralelamente, aplicó un plan de ajuste estructural: cambió y devaluó la moneda, recortó el gasto público, eliminó los subsidios, liberó los precios, elevó las tarifas de los servicios públicos y del combustible, flexibilizó las políticas laborales, redujo 89% la emisión de dinero, privatizó las empresas del Estado.
La rendición ante los intereses de los capitales agravó la situación del pueblo nicaragüense, ya duramente afectada por la guerra económica. En 1990 la revolución sandinista fue derrotada en las elecciones presidenciales. Asumió el poder el imperialismo estadounidense a través del gobierno neoliberal de Violeta Chamorro. Nicaragua entró en un ciclo de pobreza y el desempleo alcanzó el 65%: Sin embargo, mágicamente aparecieron los alimentos y se detuvo la hiperinflación.
Otros pueblos y sus líderes han mostrado otros desenlaces en la historia: Cuba, Vietnam, Irán, China, Rusia y la República Democrática de Corea son ejemplos.
Los venezolanos somos los hijos de Bolívar, de Guaicapuro y de la esperanza del “por ahora”. Además tenemos la primera reserva de petróleo y oro del planeta.

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