Carola Chávez.
Tras semanas de preparación psicológica, finalmente, junto al valiente Albert Rivera, un equipo periodistas nos subimos al avión rumbo a Venezuela, rumbo al peligro mortal.
El vuelo se hizo eterno. Me costaba respirar. Llevaba puesta mi máscaras anti gas porque, en un viaje tan incierto, cualquier cosa nos podía pasar. Aterrizamos. Mis manos sudaban. Era la hora de la verdad. Esperamos a que desembarcaran todos los pasajeros: algunos españoles incautos buscando el sol del Caribe en el lugar equivocado, porque no vieron el documental “Tierra Hostil” que pasaron en Antena 3. Otros, venezolanos que regresaban de visita al país donde la persecución política los había empujado al exilio.
Desembarcamos para enfrentarnos al primer bloque de matones del régimen de Maduro: Diligentes funcionarios de inmigración que nos dejaron pasar sin demoras. ¡Maldición! No nos metieron en un cuartico como hacemos nosotros a los venezolanos en Barajas. No nos devolvieron por donde vinimos, y yo sin reportaje, pero esto apenas comenzaba.
Al superar la salida, un grito nos paralizó de miedo ¡Albert Riveraaaaaa! –muchos nos lanzamos al suelo esperando el tiroteo y los estallidos de granadas. Era Lilian Tintori rodeada por enjambre de periodistas que celebraba nuestra llegada. Ya repuestos, tuve que cambiar mi nota pautada sobre la falta de libertad de expresión por una sobre Lilian marcando tendencias en la moda con su look Convento Chic.
La pauta era hacer pases en vivo al otro lado de charco. Los pautadores no pensaron que tal vez no habría nada que pautar. “Repitan el video de la obesa hambrienta de la semana pasada, porque aquí no termina de correr la sangre que tiene que correr” –Decía un compañero al productor de Antena 3 que le exigía acción.
Rodeados siempre por las mismas 20 caras, no hubo multitudes vitoreando a nuestro paladín. No hubo discurso en la plenaria de la Asamblea sino en una oficina, no nos fuimos a una marcha opositora “porque no hay mucho que ver”. Ni siquiera fuimos tendencia en Twitter. En España, la obesa lloraba y lloraba en la pantalla y el papá de Leopoldo también.
Mi novio me mandó un whatsapp, “Os estáis pasando y la gente se da cuenta”. Entonces me puse la máscara anti gas y le envié un selfie para que viera que todo lo que decimos en los medios es verdad.
Tras semanas de preparación psicológica, finalmente, junto al valiente Albert Rivera, un equipo periodistas nos subimos al avión rumbo a Venezuela, rumbo al peligro mortal.
El vuelo se hizo eterno. Me costaba respirar. Llevaba puesta mi máscaras anti gas porque, en un viaje tan incierto, cualquier cosa nos podía pasar. Aterrizamos. Mis manos sudaban. Era la hora de la verdad. Esperamos a que desembarcaran todos los pasajeros: algunos españoles incautos buscando el sol del Caribe en el lugar equivocado, porque no vieron el documental “Tierra Hostil” que pasaron en Antena 3. Otros, venezolanos que regresaban de visita al país donde la persecución política los había empujado al exilio.
Desembarcamos para enfrentarnos al primer bloque de matones del régimen de Maduro: Diligentes funcionarios de inmigración que nos dejaron pasar sin demoras. ¡Maldición! No nos metieron en un cuartico como hacemos nosotros a los venezolanos en Barajas. No nos devolvieron por donde vinimos, y yo sin reportaje, pero esto apenas comenzaba.
Al superar la salida, un grito nos paralizó de miedo ¡Albert Riveraaaaaa! –muchos nos lanzamos al suelo esperando el tiroteo y los estallidos de granadas. Era Lilian Tintori rodeada por enjambre de periodistas que celebraba nuestra llegada. Ya repuestos, tuve que cambiar mi nota pautada sobre la falta de libertad de expresión por una sobre Lilian marcando tendencias en la moda con su look Convento Chic.
La pauta era hacer pases en vivo al otro lado de charco. Los pautadores no pensaron que tal vez no habría nada que pautar. “Repitan el video de la obesa hambrienta de la semana pasada, porque aquí no termina de correr la sangre que tiene que correr” –Decía un compañero al productor de Antena 3 que le exigía acción.
Rodeados siempre por las mismas 20 caras, no hubo multitudes vitoreando a nuestro paladín. No hubo discurso en la plenaria de la Asamblea sino en una oficina, no nos fuimos a una marcha opositora “porque no hay mucho que ver”. Ni siquiera fuimos tendencia en Twitter. En España, la obesa lloraba y lloraba en la pantalla y el papá de Leopoldo también.
Mi novio me mandó un whatsapp, “Os estáis pasando y la gente se da cuenta”. Entonces me puse la máscara anti gas y le envié un selfie para que viera que todo lo que decimos en los medios es verdad.
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