Carola Chávez
En abril de esta año, Luis Almagro, Secretario General de la OEA declaró: “Si hubiera una acusación bien fundada (contra Rousseff), como la ha habido en otros casos en Brasil, entonces perfecto, se va por ese camino. Pero hoy eso no existe, y es muy deshonesto plantearlo en estos términos”. Un mes después, Dilma fue apartada de la Presidencia luego de un proceso oscuro, muy oscuro.
Resulta que 36 de los 38 diputados de la comisión especial de la cámara de diputados que votó a favor de la apertura de un juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff son procesados por delitos de corrupción. Así como fue destituido, también por corrupción, Eduardo Cunha, presidente de la cámara de diputados, días después de haber liderado aquella vergonzosa votación donde, con los colmillos afuera, los diputados, en micro discursos de 10 segundos, tuvieron tiempo suficiente para llamar a Dilma comunista, guerrillera y lesbiana, creyendo que aquello era un insulto; para dedicar sus votos a la dictadura del 64, para exhibir la desvergüenza de Jair Bolsonaro, que juraba que se la estaba comiendo: “Para la familia, la inocencia de los niños en el aula que el PT nunca tuvo, contra el comunismo, por nuestra libertad, en contra del Foro de Sao Paulo, por la memoria del Coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra ,el temor de Dilma Rousseff (su torturador), el ejército de Caxias, las Fuerzas Armadas, por Brasil y por encima de todo a Dios, mi voto es sí”. El 90% de los votos en contra de Dilma vino acompañado con una mención al Dios de esas iglesias que venden cupos en el cielo a cambio de un diezmo con el que los pastores viven en paraísos terrenales de cursilísima opulencia. Curiosamente ninguno de ellos nombró las acusaciones por las que Rousseff estaba siendo juzgada, basadas en un delito de maquillaje de cuentas para poder recibir préstamos con los que cumplir el gasto social previsto en el presupuesto.
Un mes después de aquella declaración del Secretario General de la OEA, amaneció Sudamérica con un nuevo golpe, un nuevo gobierno sin votos. Temer, informante de la CIA, con 2% de apoyo popular, asumió y nombró gabinete: todos hombres, todos blancos, todos ricos. La tercera parte ellos involucrados en casos de corrupción, entre otros, la operación Lava Jato de Petrobras.
Ese mismo día, Luís Almagro, preocupadísimo, aprovechó su participación en un evento llamado La Cumbre de la Concordia y afirmó que la situación es tan grave que “está por encima de lo electoral”, que “se trata de una cuestión de principios democráticos”, que “el tema El tema hay que verlo en términos de principios de Carta OEA y Carta Democrática interamericana”, y agregó, debido a la urgencia del caso, estar “considerando según Art. 20 Carta Democrática la posible convocatoria a Consejo OEA sobre situación en Venezuela”. Sí, como lo están leyendo: dijo Venezuela, cosa que arrancó emocionados aplausos de sus compañeros de tarima: José María Aznar, Lilian Tintori y Mitzi Ledezma.
Sobre Brasil, ni pío. Así cumple con su triste y peligroso papel el más servil de los secretarios del ministerio de colonias, cobarde soldadito con corbata del Comando Sur.
En abril de esta año, Luis Almagro, Secretario General de la OEA declaró: “Si hubiera una acusación bien fundada (contra Rousseff), como la ha habido en otros casos en Brasil, entonces perfecto, se va por ese camino. Pero hoy eso no existe, y es muy deshonesto plantearlo en estos términos”. Un mes después, Dilma fue apartada de la Presidencia luego de un proceso oscuro, muy oscuro.
Resulta que 36 de los 38 diputados de la comisión especial de la cámara de diputados que votó a favor de la apertura de un juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff son procesados por delitos de corrupción. Así como fue destituido, también por corrupción, Eduardo Cunha, presidente de la cámara de diputados, días después de haber liderado aquella vergonzosa votación donde, con los colmillos afuera, los diputados, en micro discursos de 10 segundos, tuvieron tiempo suficiente para llamar a Dilma comunista, guerrillera y lesbiana, creyendo que aquello era un insulto; para dedicar sus votos a la dictadura del 64, para exhibir la desvergüenza de Jair Bolsonaro, que juraba que se la estaba comiendo: “Para la familia, la inocencia de los niños en el aula que el PT nunca tuvo, contra el comunismo, por nuestra libertad, en contra del Foro de Sao Paulo, por la memoria del Coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra ,el temor de Dilma Rousseff (su torturador), el ejército de Caxias, las Fuerzas Armadas, por Brasil y por encima de todo a Dios, mi voto es sí”. El 90% de los votos en contra de Dilma vino acompañado con una mención al Dios de esas iglesias que venden cupos en el cielo a cambio de un diezmo con el que los pastores viven en paraísos terrenales de cursilísima opulencia. Curiosamente ninguno de ellos nombró las acusaciones por las que Rousseff estaba siendo juzgada, basadas en un delito de maquillaje de cuentas para poder recibir préstamos con los que cumplir el gasto social previsto en el presupuesto.
Un mes después de aquella declaración del Secretario General de la OEA, amaneció Sudamérica con un nuevo golpe, un nuevo gobierno sin votos. Temer, informante de la CIA, con 2% de apoyo popular, asumió y nombró gabinete: todos hombres, todos blancos, todos ricos. La tercera parte ellos involucrados en casos de corrupción, entre otros, la operación Lava Jato de Petrobras.
Ese mismo día, Luís Almagro, preocupadísimo, aprovechó su participación en un evento llamado La Cumbre de la Concordia y afirmó que la situación es tan grave que “está por encima de lo electoral”, que “se trata de una cuestión de principios democráticos”, que “el tema El tema hay que verlo en términos de principios de Carta OEA y Carta Democrática interamericana”, y agregó, debido a la urgencia del caso, estar “considerando según Art. 20 Carta Democrática la posible convocatoria a Consejo OEA sobre situación en Venezuela”. Sí, como lo están leyendo: dijo Venezuela, cosa que arrancó emocionados aplausos de sus compañeros de tarima: José María Aznar, Lilian Tintori y Mitzi Ledezma.
Sobre Brasil, ni pío. Así cumple con su triste y peligroso papel el más servil de los secretarios del ministerio de colonias, cobarde soldadito con corbata del Comando Sur.
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