José Vicente Rangel.
1 Siempre evito la autocita en la actividad comunicacional que
ejerzo. Hacerlo me parece una lamentable demostración de pedantería.
Pero a veces uno suele sucumbir a la tentación de recurrir a opiniones
expresadas en el pasado dada la vigencia que conservan. Por eso, y
pidiendo excusas a los lectores por infringir esta norma que por años
mantengo inalterable, quiero referirme a algo que dije en una entrevista
con Alfredo Peña -sin duda excelente periodista, pero político
desacertado. En el extenso trabajo realizado en junio de 1978 para la
serie Conversaciones Con -Editorial Ateneo de Caracas-, hay un pasaje
donde se aborda el tema, sugerido por el entrevistador, de los hechos de
violencia protagonizados por estudiantes en el país. Mi respuesta, cito
textualmente, fue esta: La movilización de los jóvenes, de los
estudiantes, en función de las reivindicaciones, de las luchas que ellos
tienen planteadas, no puede seguir siendo aprovechada por sectores
infiltrados o que conscientemente participan de esas protestas para
cometer actos de vandalismo, para aislar al movimiento estudiantil, en
lugar de incorporarlo a la colectividad. Cuando una manifestación sale a
la calle, y en esa manifestación se produce la quema de vehículos, el
rompimiento de vidrieras y los saqueos de negocios, el movimiento
estudiantil sale perdiendo porque se aísla.
2 Sobre el mismo tema señalé más adelante: Cualquier aventura o provocación en que pueda incurrir el movimiento estudiantil, beneficia a los sectores de derecha, a los partidos que hasta ahora han venido gobernando el país, y si se produjese una ruptura del orden constitucional, la salida sería el fascismo. Y como los socialistas son los que llevan la peor parte en un régimen fascista, debemos preservar el desarrollo normal de la vida política venezolana a través de las instituciones, produciendo soluciones y cambios que apunten hacia el socialismo, fortaleciendo la democracia, pero en ningún momento incurriendo en actos aventureros o de provocación, que suelen afectar ese desarrollo.3 Esta opinión la expresé hace 36 años en un contexto cargado de violencia, en el que no se vislumbraban salidas. El movimiento estudiantil jugaba un papel y factores ajenos a una política democrática utilizaron la crispación de la calle para beneficio propio y el movimiento cayó en la trampa de la violencia, con las consecuencias que siempre derivan de los errores y la equivocada evaluación de las circunstancias (finalizo el recordatorio del tema con esta anécdota). El libro que menciono lo extravié -a lo mejor está en la jungla de mi biblioteca. Un amigo, Máximo Rodríguez, leal compañero en el largo recorrido por la política, se presentó hace poco en mi oficina y me entregó un ejemplar con la huella del tiempo. Me dijo al hacerlo: Estoy seguro de que no recuerdas esto que dijiste hace mucho tiempo. Cierto, no lo recordaba. Y fue eso -y los sucesos de estos días- lo que me animó a romper con la determinación de eludir la autocita.
El caso Kerry
No creo que en la actualidad haya en el mundo un caso más patético de incapacidad política que el del secretario de Estado de EEUU, John Kerry. Patético por los errores en que incurre con frecuencia, y patético también por el hecho de que alguien que demuestra tanta incapacidad conduzca la política exterior de la primera potencia de Occidente. La desproporción es enorme. Tuve una deplorable opinión del personaje cuando perdió el debate como candidato demócrata frente a Bush en la campaña presidencial. No por haberlo perdido, sino por la manera como lo perdió, reveladora de la incoherencia e inseguridad que lo distingue. Perder con Bush, un ignorante craso, era la peor recomendación para llevar a alguien a la Casa Blanca. Cuando Obama lo escogió para dirigir la política exterior, pensé que a lo mejor había aprendido algo. Cuando menos un cierto conocimiento del mundo. Me alentó lo que luego me contara Elías Jaua después de reunirse con él en Guatemala y coincidir en otros eventos; incluso, conversaciones telefónicas en las que mostraba disposición a manejar una política con Venezuela distinta a partir del reconocimiento de las divergencias en forma respetuosa. Pero la ilusión se disipó rápidamente, y el viejo trato hacia nuestro país, amenazante, desconsiderado, reapareció en su lenguaje y en el de sus subalternos. Para ratificar esa actitud, acaba de inmiscuirse una vez más en la política interna del país con la pretensión de dictar normas en el diálogo que se realiza en Caracas. Y algo más: haciendo gala de una total ignorancia sobre Venezuela, criticó que Internet estuviera censurada por el Gobierno. Increíble, porque a través del propio Internet pudo haberse enterado de su desarrollo, y de la irrestricta libertad de que gozan en el país las redes sociales. Total: Kerry, genio y figura...
Laberinto
2 Sobre el mismo tema señalé más adelante: Cualquier aventura o provocación en que pueda incurrir el movimiento estudiantil, beneficia a los sectores de derecha, a los partidos que hasta ahora han venido gobernando el país, y si se produjese una ruptura del orden constitucional, la salida sería el fascismo. Y como los socialistas son los que llevan la peor parte en un régimen fascista, debemos preservar el desarrollo normal de la vida política venezolana a través de las instituciones, produciendo soluciones y cambios que apunten hacia el socialismo, fortaleciendo la democracia, pero en ningún momento incurriendo en actos aventureros o de provocación, que suelen afectar ese desarrollo.3 Esta opinión la expresé hace 36 años en un contexto cargado de violencia, en el que no se vislumbraban salidas. El movimiento estudiantil jugaba un papel y factores ajenos a una política democrática utilizaron la crispación de la calle para beneficio propio y el movimiento cayó en la trampa de la violencia, con las consecuencias que siempre derivan de los errores y la equivocada evaluación de las circunstancias (finalizo el recordatorio del tema con esta anécdota). El libro que menciono lo extravié -a lo mejor está en la jungla de mi biblioteca. Un amigo, Máximo Rodríguez, leal compañero en el largo recorrido por la política, se presentó hace poco en mi oficina y me entregó un ejemplar con la huella del tiempo. Me dijo al hacerlo: Estoy seguro de que no recuerdas esto que dijiste hace mucho tiempo. Cierto, no lo recordaba. Y fue eso -y los sucesos de estos días- lo que me animó a romper con la determinación de eludir la autocita.
El caso Kerry
No creo que en la actualidad haya en el mundo un caso más patético de incapacidad política que el del secretario de Estado de EEUU, John Kerry. Patético por los errores en que incurre con frecuencia, y patético también por el hecho de que alguien que demuestra tanta incapacidad conduzca la política exterior de la primera potencia de Occidente. La desproporción es enorme. Tuve una deplorable opinión del personaje cuando perdió el debate como candidato demócrata frente a Bush en la campaña presidencial. No por haberlo perdido, sino por la manera como lo perdió, reveladora de la incoherencia e inseguridad que lo distingue. Perder con Bush, un ignorante craso, era la peor recomendación para llevar a alguien a la Casa Blanca. Cuando Obama lo escogió para dirigir la política exterior, pensé que a lo mejor había aprendido algo. Cuando menos un cierto conocimiento del mundo. Me alentó lo que luego me contara Elías Jaua después de reunirse con él en Guatemala y coincidir en otros eventos; incluso, conversaciones telefónicas en las que mostraba disposición a manejar una política con Venezuela distinta a partir del reconocimiento de las divergencias en forma respetuosa. Pero la ilusión se disipó rápidamente, y el viejo trato hacia nuestro país, amenazante, desconsiderado, reapareció en su lenguaje y en el de sus subalternos. Para ratificar esa actitud, acaba de inmiscuirse una vez más en la política interna del país con la pretensión de dictar normas en el diálogo que se realiza en Caracas. Y algo más: haciendo gala de una total ignorancia sobre Venezuela, criticó que Internet estuviera censurada por el Gobierno. Increíble, porque a través del propio Internet pudo haberse enterado de su desarrollo, y de la irrestricta libertad de que gozan en el país las redes sociales. Total: Kerry, genio y figura...
Laberinto
El periodismo que practican ciertos medios en Venezuela no tiene
parangón en el mundo. Ha ido a dar -por culpa de sus dueños- al
estercolero. Se ha convertido en vocero de las manifestaciones más
abyectas de un sector opositor. Aquel que definitivamente tomó el atajo
de la conspiración y no pierde oportunidad de disparar contra la
Constitución y las instituciones
Ese tipo de periodismo miente a diario, y a capricho, con el
mayor descaro. Su tarea consiste en deformar la realidad. En inventar
para insultar personas y descalificar, a diestra y siniestra, a quien no
sea de su agrado
Este tipo de periodismo no es para informar sino para
desinformar. No le importa la verdad y, por ello, siempre recurre a la
mentira. Ejemplo: si la oposición golpista incurre en actos de
terrorismo y llega al extremo de quemar Universidades, entonces apela a
la desinformación. Deliberadamente inventa, para responder a nombre de
los terroristas que sí atacan instalaciones universitarias, que la
Policía Nacional Bolivariana (PNB), la Guardia Nacional Bolivariana
(GNB) y los colectivos, han quemado 18 universidades. Fue ese el titular
de primera página de El Nacional del miércoles 7 de este mes, sin que
el diario aportara prueba alguna. Que no existen porque tales hechos no
ocurrieron
Pero claro, lo que el medio busca -y el sector al que sirve de
vocero-, es que esa primera página se difunda en el exterior y sirva a
la campaña mundial que en la actualidad se desarrolla, más que contra el
gobierno de Maduro, contra Venezuela. Como se puede ver, la felonía no
tiene límite: está dirigida contra el corazón del país, y pretende que
EEUU declare Estado forajido a Venezuela
Paul Auster es un brillante escritor norteamericano. Ha escrito
estupendas novelas sobre New York. Recientemente estuvo en la Feria del
Libro en Buenos Aires, y en una rueda de prensa declaró: Lo que vivimos
ahora se generó en la época de dos criminales que deberían estar en la
cárcel, George Bush y Dick Cheney. Van a hacer falta más de 30 años para
revertir esos efectos, si es que se puede. Le han hecho demasiado daño a
la idea de Norteamérica
Asombra que líderes de oposición y algunos medios de
comunicación, en vez de repudiar el vandalismo de los manifestantes,
atribuyan lo que sucede a la acción de la fuerza pública que defiende a
los ciudadanos de la violencia. Por eso el desbordamiento en la calle,
del cual no hay precedentes en el país
Jacinto Convit, científico responsable y ciudadano ejemplar.
Nunca se prestó a componendas gremiales y siempre estuvo al lado de las
causas progresistas. Paz a su alma.
Periodista, escritor, defensor de los derechos humanos
jvrangelv@yahoo.es
jvrangelv@yahoo.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario