viernes, 1 de noviembre de 2013

Caracas, de verdad.

ASALIA VENEGAS S.


Con los iconos siempre se quiere jugar o manipular. Caracas es un icono. Es la capital de la República. Ha sido el escenario principal de las grandes batallas de nuestra historia; cuna del Libertador y asiento de todos los poderes públicos
Con los iconos siempre se quiere jugar o manipular. Caracas es un icono. Es la capital de la República. Ha sido el escenario principal de las grandes batallas de nuestra historia; cuna del Libertador y asiento de todos los poderes públicos. ¿Para qué más? Muchos utilizan la frase del jaque mate y la denominan “la joya de la corona”. Pues esta joya es superapetecida, sobre todo por los ancianos políticos de la Cuarta República.

Durante el puntofijismo, gobernadores y alcaldes eran designados a dedo por el Ejecutivo y ni de lejos se pensaba en las elecciones regionales ni municipales. Se respiraba el olor de la guanábana, esa rica fruta maltratada al endilgársele los colores de AD y Copei. En sus estertores, el bipartidismo hizo algunas reformas a través de la Copre y, finalmente, en 1989 después del sismo del Caracazo se aprobó la elección para gobernadores y alcaldes; reservándose el Ejecutivo el nombramiento de la autoridad para el Distrito Federal.

En el año 92, CAP designa gobernador de Caracas a A. Ledezma, el mismo que todavía anda por allí haciendo promesas para la capital. La imagen más patética de este dirigente de la IV República es verlo repartir tanques para almacenar agua en algunas zonas populares como Macarao y Antímano y la opulencia de los recursos para los municipios del este (por aquello de que es el Alcalde Metropolitano), a donde ha llevado la ruta metropolitana.

Hay aquí una visión esquizoide en la oposición que se niega a ver los cambios que el gobierno del municipio Libertador, con Jorge Rodríguez a la cabeza y con la excelente dupla de Jacqueline Farías como jefa del Distrito Capital, ha introducido en este territorio maltratado y explotado por los depredadores de los espacios públicos durante tanto tiempo. Se ha humanizado la ciudad y no solo el casco histórico.

El cultivo del arte y la cultura para el pueblo ha sido el desiderátum que ha guiado el trabajo de esos servidores, tal como lo planteaba el presidente Chávez. El rescate de los espacios públicos, bulevares, avenidas emblemáticas, plazas, teatros (escondidos bajo la mampara de tugurios), para ponerlos al servicio de todos los que habitamos la ciudad. Es la síntesis de una política pública humanista diseñada en el Plan de la Patria.

Periodista/Prof. universitaria

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