CAROLA CHÁVEZ.
A punto de salir de vacaciones está la familia Camino, con las maletas hechas, vestidos con floridos y tropicales atuendos que anuncian playa desde la capital; los niños corriendo excitados; whisky, el perrito poodle con lacito azul, al lado de su cajita viajera; Mamá, por enésima vez, ajusta sus redondotes pechos nuevos en un top ídem frente a espejo, Papá se dispone a apagar la realidad que le dicta la tele cuando la realidad justiciera con cejas pegadas, en el último segundo antes de desaparecer en una pantalla negra, le hiela la sangre
Lívido, regresa a la sala sin saber cómo decirle a su familia lo que Julio Borges le acababa de advertir. No decirles es exponerlos, cancelar las vacaciones es ¡no es no! En el taxi, camino al aeropuerto les dice con voz temblorosa: familia, nuestras vacaciones nos las ganamos con el sudor de mi frente y la de mis tres empleados, pero sepan que solo nosotros nos las ganamos; el resto de los viajeros, según explicó Borges, son delincuentes, corruptos, ladrones... chavistas, pues…
Mamá le tomó la mano bañada en sudor frío. Mudos llegaron al aeropuerto de Maiquetía donde no cabía un alfiler, la pesadilla apenas empezaba. Largas colas de Al Capones, con sus Al Caponcitos rojos, algunos con fieros perros asesinos. Ojalá vayan a otra parte, rezaba mamá mientras abrazaba a sus hijos trémulos. Iban a otras partes pero también a Margarita.
Subieron al avión juntitos como para protegerse, solo whisky, el perrito, fue separado de esta indefensa familia para viajar en las catacumbas del aparato, junto a los violentos perros con collares de pinchos, mascotas de los delincuentes. Volaron rodeados...
Rodeados por esa elitista y minoritaria horda de turistas chavistas, 20 millones de ellos, no sé cuantos compartiendo destino soleado con la sombría familia Camino. Estaban en todas partes, los vieron acorralar a vendedores de ostras dejándolos sin mercancía; los vieron saquear los centros comerciales, los vieron simular que eran familias decentes que comen helados como cualquier otra, pero a los Camino no los engañan, ellos tienen a Julio Borges, que les dice la verdad que ellos necesitan oír para seguir teniendo la razón… a pesar de la realidad.
Carola Chávez
carolachavez.wordpress.com
Mamá le tomó la mano bañada en sudor frío. Mudos llegaron al aeropuerto de Maiquetía donde no cabía un alfiler, la pesadilla apenas empezaba. Largas colas de Al Capones, con sus Al Caponcitos rojos, algunos con fieros perros asesinos. Ojalá vayan a otra parte, rezaba mamá mientras abrazaba a sus hijos trémulos. Iban a otras partes pero también a Margarita.
Subieron al avión juntitos como para protegerse, solo whisky, el perrito, fue separado de esta indefensa familia para viajar en las catacumbas del aparato, junto a los violentos perros con collares de pinchos, mascotas de los delincuentes. Volaron rodeados...
Rodeados por esa elitista y minoritaria horda de turistas chavistas, 20 millones de ellos, no sé cuantos compartiendo destino soleado con la sombría familia Camino. Estaban en todas partes, los vieron acorralar a vendedores de ostras dejándolos sin mercancía; los vieron saquear los centros comerciales, los vieron simular que eran familias decentes que comen helados como cualquier otra, pero a los Camino no los engañan, ellos tienen a Julio Borges, que les dice la verdad que ellos necesitan oír para seguir teniendo la razón… a pesar de la realidad.
Carola Chávez
carolachavez.wordpress.com
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