MARIADELA LINARES.
Si yo fuera Gobierno dejaría que los jóvenes que hoy protestan porque quieren ver a Chávez y consideran, por encima de las decisiones judiciales y el reconocimiento internacional, que Nicolás Maduro ejerce funciones ilegítimamente, languidecieran
Si yo fuera Gobierno dejaría que los jóvenes que hoy protestan porque quieren ver a Chávez y consideran, por encima de las decisiones judiciales y el reconocimiento internacional, que Nicolás Maduro ejerce funciones ilegítimamente, languidecieran. En el 2002, cuando un grupo de militares "tomó" el importante bastión de la Plaza Altamira y lo convirtió en "territorio liberado" para que un pocotón de gente fuera hasta allá a pedirles autógrafos y las señoras a escuchar misa, nos pareció muy inteligente y audaz que el Gobierno nacional decidiera hacerse de la vista gorda y permitir que fuera la Alcaldía de Chacao la que cargara con semejante muerto.
Después de eso, vino el paro y en ese escenario se prepararon para celebrar la Navidad sin Chávez. La policía en ese entonces, y más específicamente la Guardia Nacional, se limitaba a impedirles que nos trancaran a los demás ciudadanos el derecho a circular por la autopista. De resto, lo que hicieran en la tal Plaza Francia, con soldados asesinados por ellos mismos incluidos, era de su exclusiva responsabilidad. Los agarró enero del 2003 y luego de la monumental marcha del 23-1 de ese mismo año en respaldo al Presidente, cada uno agarró sus peroles y se regresó a su casa.
En el caso actual, salvo que se comprueben planes subterráneos, que siempre los hay, yo dejaría que los ¿cuántos? ¿40? ¿60? estudiantes que ahora disfrutan del consentimiento mediático por la "riesgosísima" tarea de protestar frente a las cámaras, corrieran la misma suerte: que levanten sus carpas por fastidio o por falta de público. Ya pasará.
Mientras tanto, la gran pelea se da hacia el interior del liderazgo opositor, donde no saben qué seña agarrar, pendientes de los movimientos del chavismo que hoy juega, más que nunca, cuadro cerrado. Algunos se orientan hacia la tesis de decidir de una vez el candidato ante una eventual ausencia del Mandatario. Otros, más cautos, esperan impacientes un desenlace que no se atreven a adelantar cuál será. Lo cierto es que, como siempre, es Chávez quien les determina la agenda, quien decide sus destinos y su razón de ser. Más les vale rezar porque, sin él, está demostrado, no son nada.
Mlinar2004@yahoo.es
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