MARIADELA LINARES
Nunca se imaginó Chávez que la olla podrida que destaparía en Venezuela sería tan asquerosa. Siempre se le culpaba a él de "haber dividido a la sociedad venezolana", de haber hecho saltar los demonios con su verbo encendido y de ser el responsable de todos nuestros males
Nunca se imaginó Chávez que la olla podrida que destaparía en Venezuela sería tan asquerosa. Siempre se le culpaba a él de "haber dividido a la sociedad venezolana", de haber hecho saltar los demonios con su verbo encendido y de ser el responsable de todos nuestros males. Ciertamente, el Presidente fue un hombre frontal, que no dudó en llamar a las cosas por su nombre y ubicar a cada quien en su lugar. Cualquier exceso que podría haber cometido en ese sentido, fue siempre respondido de forma desproporcionada en cantidad de ofensas y agravios. Nada justifica la magnitud del odio acumulado, tanto contra él como a sus seguidores.
Todavía hay quien duda que aquí hay una confrontación de clases y de razas. Puede que existan algunos confundidos, mal anotados en la fila equivocada, pero es evidente que los proyectos de país que hoy se discuten difieren enormemente en hacia quién van dirigidos, mayormente, los beneficios.
Como "merienda de negros" calificó uno de esos intelectuales de fina pluma pero de oscuros sentimientos la espontánea marea de amor que rodeó a Chávez en los días siguientes a su fallecimiento. Semejante expresión despectiva nos hizo recordar al "lumpen de siempre" con que editorializó El Nacional un infortunado día de octubre de 2002, en el que ridiculizaba y degradaba a los chavistas como "sempiternos pasajeros de autobús con un bollo de pan y una botellita de ron bajo el brazo".
Ese mismo periódico, y quién sabe si bajo la misma autoría, arremetió esta semana contra Tibisay Lucena, con un golpe tan bajo como ruin es la miseria que los carcome. Esas y muchas más, son expresiones que leemos diariamente y que nunca terminan de sorprendernos. A muchos de esos colegas y articulistas alguna vez nos unió el respeto por el oficio, la consideración por el talento, el reconocimiento a la trayectoria. Hoy vemos hacia atrás y nos preguntamos cómo es posible que alguna vez compartiéramos quehaceres. El opinador que citamos más arriba cerró su escrito con la siguiente frase: "un verdadero fandango de locos es lo que hay entre nosotros y es preciso ponerle fin. Es imperioso derrotarlos el 14 de abril". Ahí nos veremos, no lo dude.
Mlinar2004@yahoo.es
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