Roberto Hernández Montoya
No hay nada puro en el ser humano, así como no hay nada por inocente que sea contra lo que el ser humano no atente.
Pero hay esfuerzos. El derecho divino de los reyes era casi perfecto y dos de sus apoteosis fueron El Escorial y Versalles, que ahí permanecen como condensaciones de sistemas ideológicos casi puros. Todo era ceremonia en Versalles, el rey Luis XIV, su inventor, se desvestía y vestía en público. Como al rey no podía tocarlo mano plebeya, pues era tratado, precisamente, «a cuerpo de rey», un séquito de caballeros lo vestía y desvestía. Sólo el de mayor privanza podía ponerle y quitarle la ropa. Los demás iban pasando los reales paños de mano en mano hasta el armario. Su Majestad cambiaba el orden según la cercanía de cada caballero a su favoritismo. Contó una vez Claude Lévi-Strauss por televisión que un día preguntaron a Luis por qué tanta complicación y el precursor de la semiótica respondió:
—No puedo estar explicando a cada quien cuál es su distancia del poder. La ceremonia es un discurso que se lo explica todo.
Cuando el rey moría, se decía desde 1422: «Ha muerto el Rey, ¡viva el Rey!». Nadie llevaba luto porque nadie había muerto.
La república abrevió las ceremonias y las hizo más desvestidas. Obama, por ejemplo, llega a presidente e inmediatamente la Academia Sueca le otorga el Nobel de la Paz. Con esa cobertura ideológica cometió en solo un año muchos más atropellos que Bush en ocho. Invasiones, asesinatos con aviones no tripulados, ejecución de Ben Laden contra toda moral y toda ley, promoción de golpes fríos o de los otros, como en Venezuela, devastación de varios países, supresión de las garantías constitucionales en su propio país, ¿sigo? Aunque en realidad no es a él a quien le da la gana nada, porque el Presidente de EUA no es más que un bolsa que ejecuta políticas diseñadas por otros, como hace aquí nuestra oposición.
Ahora a François Hollande la Unesco otorga otro Premio de la Paz: el Félix Houphouët-Boigny explícitamente para laurear su aventura colonial en Mali. Los países imperiales retomaron la misma ideología colonialista del siglo XVI: se justifica el dominio de cualquier territorio en nombre del paganismo de los conquistados: en Mali Francia combate el «terrorismo islámico». La coplilla «terrorismo islámico» se repite en todos los noticieros, igualito que hablan del gobierno sirio como de un rrrÉgimen. Se parecen igualitos a la oposición venezolana. ¿Qué tiene que ver que el terrorismo sea islámico? ¿Es excusable el terrorismo cristiano? ¿Acaso los demás malienses no son islámicos también? Son dos instancias codificadoras que designan sendas herejías que se potencian mutuamente: terrorismo e islamismo.
No he visto, y seguramente no veré, la película Argo. No es mi estilo tanto descaro. Narra una acción «heroica» de EUA contra Irán —y callan el desastre del rescate de rehenes gringos en su Embajada en Teherán. Los EUA no han ganado una sola guerra desde la Segunda, salvo en el cine. Pero ahora en la ceremonia del Oscar (que tampoco quise ver) leí que el premio a la mejor película lo anunció Michelle LaVaughn Robinson, conocida como Michelle Obama. En persona vía satélite desde la Casa Blanca. ¿Es posible más descaro? Difícil. Me niego a ver esa cosa porque me debo respeto.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
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