Carmen Meléndez, la primera venezolana en alcanzar el rango militar de almiranta, es la ministra del Poder Popular para el Despacho de la Presidencia y de Seguimiento de la Gestión Presidencial. Un nombre kilométrico para un cargo que, desde octubre pasado, puede ser sustituido por otro corto: ella es la inspectora.El comandante Hugo Chávez, harto de que le digan que las obras y los proyectos gubernamentales no funcionan como es debido, le dio instrucciones a Meléndez para que vaya a supervisar en el sitio y traiga los nombres de los responsables. Por esto no es para extrañarse que la sola posibilidad de que la inspectora visite un organismo público sospechoso de ineficiencia, ponga a todo el personal a correr. Y a algunos los ponga a temblar.
—¿Qué se siente ser la mujer más temida de Venezuela?
—No, yo no lo veo así. Alguien puede pensarlo, pero mientras cumpla con su rol y su función, nadie tiene por qué temerle a una inspección. Este es un trabajo para detectar fallas y puede terminar con una felicitación o con un llamado de atención sobre determinados problemas. Es necesario que venga alguien de afuera a hacer notar las fallas porque el que está en el día a día se acostumbra tanto a ellas, que deja de verlas, lo agarra la ley de Murphy.
—¿En estas fallas que tanto atormentan al Presidente no hay siempre una raíz ética?
—Sí, claro, los valores y la ética son lo principal en la formación de cualquier ciudadano. En toda institución u organización lo primero deberían ser los valores, la ética. Estamos haciendo mucho énfasis en eso, de hecho, elaboramos un Código del Inspector, que cada uno tendrá que llevar en el bolsillo.
—En el ámbito militar todo es más previsible: un superior da una orden y se cumple o se cumple. En el ámbito civil es diferente. ¿Ha sufrido ese choque entre las dos mentalidades?
—Sí, claro, lo he sufrido, no tanto ahora como cuando desempeñé mi primer cargo fuera de la institución castrense. En 2000 fui directora de Administración del Ministerio de la Secretaría. Sentí el choque de la gente que decía: “esa es militar, que vaya a mandar a los marineros de su barco”. Pero, luego ha venido la unión cívico-militar, el compartir, la integración ha roto esas barreras.
—Existe el riesgo de que algunas personas usen su despacho para denuncias temerarias, irresponsables, por rivalidades individuales o grupales. ¿Cómo evitarlo?
—La garantía es que la información que nos llega lo primero que hacemos es verificarla. No actuamos antes de verificar. Ahorita todo el mundo quiere inspeccionar, es un boom, pero nosotros no estamos improvisando, sino haciendo las cosas bien hechas, formando un cuerpo de inspectores. El lunes (hoy) comenzamos un curso para formar 200 inspectores, gente de la vicepresidencia, del Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia), del Ministerio de Finanzas y de otros organismos. La idea es que todos los pasos que demos estén bien motivados, que nadie ande inventando. Hay una guía de verificación para cada tipo de proceso. Si es una escuela, hay un tipo de guía diferente a la que se usa para una empresa o un hospital. El inspector debe utilizar el formato adecuado.
—¿Cómo se armoniza el trabajo de inspección con la Contraloría General de la República?
—La Contraloría tiene sus funciones y no vamos a inmiscuirnos en ellas. Nos limitamos a determinar si el organismo o empresa está cumpliendo o no sus objetivos. Si hay irregularidades administrativas, las pasaremos a la Contraloría.
Por las expectativas creadas el discurso del Presidente, algunos esperan que su despacho corte cabezas. ¿Lo hará?
El Presidente ha dicho que quiere saber quiénes son los responsables. Lo que vamos es a determinar si la persona cumple o no con las funciones propias de su cargo. Si no cumple, el comandante tiene la facultad de destituirla. En el caso, muy nombrado, de Helados Coppelia, fueron sustituidos el director regional que no estuvo pendiente y otro de Lácteos Los Andes.
El Presidente quiere ver la línea completa de responsabilidad. Pero esas líneas siempre terminan en el gabinete. Si aplican esa norma, no van a quedar ministros a salvo…
Nadie puede, humanamente, tener control de todo y sería injusto cargar con la responsabilidad siempre a los ministros. Lo que hay que hacer es buscar en cada sitio los manuales de organización y de procedimientos. Analizándolos, uno puede saber de quién es la responsabilidad directa de cada cosa. Claro que uno, como jefe, debe hacer seguimiento y control.
—¿Cómo se evitará que el despacho se sature de denuncias y muchas queden sin respuesta?
—Es lo que procuramos. Me he reunido con los directores de Seguimiento, de Atención al Ciudadano, y de Informática de todos los ministerios. Queremos crear un buen sistema que permita que la denuncia se verifique lo más rápidamente posible y, si tiene base, continúe la investigación. Lo que quiere la gente es respuestas. Aquí todos los días llegan protestas y muchas no corresponden al gobierno central. Lo que pasa es que si a la gente no le resuelven a escala local o regional, dicen “vamos donde Chávez, que él sí resuelve”.
—¿Sus atribuciones también abarcan el área militar?
—Yo entro donde el Presidente me dé instrucciones de entrar. El comandante de las inspecciones es el comandante en jefe,el Presidente. Él es quien fija las prioridades. Le presentamos una lista y él decide dónde se inspecciona.
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“Me gusta almiranta, en femenino”
Carmen Teresa Meléndez Rivas (Barinas, 1961) sabe que es una pionera. Si la van a llamar por su rango, le gusta almiranta y no almirante. “Me dicen que se oye raro, pero es porque antes no había. Pronto será normal. Si una va a ir de pionera debe marcar la pauta”, dice.
Viene de una familia llanera muy humilde de 11 hermanos, entre quienes ella es la quinta. “Nos criaron con el valor de la solidaridad ante todo. Siendo tantas bocas, si venían tres más igual había comida para todos”.
Pertenece a la generación militar con una parte de la carrera en la Cuarta y otra en la Quinta República. Por eso, ve la diferencia: “Los militares antes estábamos como en una cripta, no sabíamos lo que pasaba afuera… Hasta te decían que no pasaras uniformada por la universidad porque estaba prohibido. La nueva relación entre civiles y militares comenzó con la llegada de nuestro comandante a la Presidencia, pero se hizo más fuerte después del golpe de Estado de 2002”.
Entre tantos cargos militares que ha tenido, le tocó comandar a las mujeres aspirantes a ingresar a la Escuela Naval. Le preguntamos qué es más difícil: comandar a un grupo de “nuevas” o trabajar para su paisano, el presidente Chávez. “Ah, no, trabajar con el comandante es fuerte porque él desde que se levanta hasta muy tarde está trabajando, produciendo. Hay que estar atentos a sus órdenes. El telefonito por el que llama es el que hace temblar a todo el mundo… cuando suena, todos pensamos: “¡Ay, Dios mío, qué pasó!”/Ciudadccs/Foto Jesús Castillo
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