MERCEDES CHACÍN
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MECHACIN@GMAIL.COM
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Cuando era estudiante de bachillerato practicaba deportes, como casi todo el mundo. Jugaba volibol, básquet, futbolito… Prefería el volibol, tal vez porque era el menos “rudo”. No tenía tamaño, pero eso no impidió que formara parte de la selección de volibol del Liceo Ramón Buenahora, de Altagracia de Orituco, que logró una plaza para participar, primero en los juegos distritales de Guárico y, posteriormente, en los Juegos Nacionales Juveniles. Era el año 1979.
También se hacían torneos de básquet y volibol en la parroquia Altagracia de Orituco, una de las ocho que conforman el municipio Monagas, del estado Guárico. Desde entonces, amamos los deportes de conjunto. Más de un suspiro dejé regado por aquellas canchas. Por eso, seguimos con fruición los esfuerzos del Gobierno, del ministro del Deporte, Héctor Rodríguez, para lograr que nuestro país calificara ante la Federación Internacional de Básquet (FIBA). Nos sometimos a varias evaluaciones de infraestructura. Finalmente, a mediados de 2011 se anunció que seríamos sede y comenzó la carrera contrarreloj para remodelar el Poliedro de Caracas.
Esa remodelación se hizo. Aprobamos todas la pruebas. El Poliedro, donde dejamos regados también suspiros en las últimas décadas por razones menos amateurs, digamos, quedó pepito. El Preolímpico nos dejó un escenario dotado de modernas infraestructuras para el deporte. Hacía falta contar de nuevo con el Poliedro. Hacía falta este espacio público para Caracas.
Y hacía falta que clasificáramos a los Juegos Olímpicos de Londres. Devolverle a nuestra selección de básquet el brillo y el empuje de la década de los 80 era también una materia pendiente. Por todo esto, pero sobre todo porque nuestra selección no fue peor que Nigeria y Lituania, creo que nuestra salida temprana del repechaje fue injusta.
Los tres equipos quedaron con una victoria y una derrota. Pero los tres equipos no lo dieron todo en sus apariciones en la cancha. Lituania salió a jugar el tercer encuentro con una actitud antideportiva. Ellos fueron jugadores, no deportistas. Un deportista no juega con displicencia, un deportista valora el esfuerzo de su equipo y valora el esfuerzo de los otros equipos. Un deportista no se burla de sus otros compañeros al permitirles ganar como hizo Lituania con Nigeria. Un deportista no peca por omisión. ¿Dónde queda la ética? Siempre la olvidamos.
Quienes consideran “normal” que los lituanos hayan jugado para “no” ganarle a Nigeria, alegan que el técnico estaba “cuidando”, “descansando” al equipo para los siguientes compromisos. Toda una “estrategia” lograr un cupo a Londres. Vale preguntarse si el fin justifica los medios.
En el básquet, tal vez como en ningún otro deporte de conjunto, la supremacía física permite muy pocas sorpresas en los resultados. Las “sorpresas” no abundan, pues. Era difícil ganarles a los gigantes lituanos. Y Nigeria le ganó por diez puntos. Nunca los olvidaré, pero no precisamente por deportistas… Sigamos.
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