Reinaldo Iturriza López
Uyuyui se hace, no se nace. Nadie nace aprendido. Uyuyui: dícese de aquel que se jacta de saberlo todo. Desde hace mucho. En ocasiones, ese saber viene de la lectura de libros, bibliotecas enteras. Nadie sabe más que un uyuyuísta ilustrado. Ni siquiera pescado frito.
Decir uyuyuísmo ilustrado es enunciar una paradoja: trátase de aquellos que reclaman su infinito conocimiento del mundo, cuando en realidad no conocen más que una caverna.
El uyuyuísmo es también cierta actitud ante la vida. Nadie está a salvo de padecerla. Tiene que ver con la dificultad para lidiar con los cambios, lo nuevo, lo intempestivo. No hay nada que inventar, porque todo está hecho. No hay nada que elaborar, ya todo está escrito. No hay nada que decir, ya todo está dicho. Otros, sabios, excepcionales, se han tomado la molestia de pensar por usted.
El día menos pensado, usted puede descubrirse mirando al mundo con los ojos melancólicos de un decrépito amargado, convencido de que su misión es persuadir a los demás de que nadie será capaz de librar con dignidad las batallas que usted ha librado.
Hay en el uyuyuísmo algo de esa tristeza vaga que deja la derrota.
Por tanto, hay que estar prevenidos. Aprender a lidiar con el uyuyuísmo, intentar comprenderlo, ser capaces de identificarlo, para conjurarlo, exorcizarlo. Tolerarlo sólo en la medida de lo posible, preferiblemente esquivarlo. Nunca tratarlo con condescendencia.
Uyuyuísmo en el amor, en la guerra, en las escuelas, en la familia, en las tribunas de los campos deportivos. Por supuesto, también en la política.
Chávez llegó al gobierno porque le dio la espalda a tanto uyuyui que pulula en los círculos de la izquierda. Uyuyuísmo que siempre nos habló de revolución, pero nunca fue capaz de hacerla; que siempre se creyó vanguardia de un pueblo al que jamás supo cómo hablarle, qué decirle, y por eso tanto odio, todavía, contra el 27F de 1989: porque el pueblo es una masa informe e ignorante que hay que conducir para que no se pierda.
Hay uyuyuísmo de partido, y también de movimiento, aunque hay que reconocer que con notable ventaja para los primeros. Uyuyuísmo de aparato y uyuyuis que sueñan con controlarlo.
Frente a las críticas contra la lógica del partido/maquinaria, el uyuyuísmo ilustrado respondió con virulencia. Porque no hay nada que inventar, no hay nada nuevo que decir. Ya todo está escrito: el problema del partido lo resolvió Lenin en 1902. Siempre el señuelo paranoico: ¡lo que sucede es que no creen en el partido!
Pero no se le había visto tan desencajado, tan fuera de lugar, tan ofuscado y chillón, tan desconcertado como ahora, en pleno proceso de conformación del Gran Polo Patriótico. De nuevo el mismo señuelo, el mismo cuento del partido amenazado, de la revolución puesta en peligro por los que no creen que hay que "tomar el poder" (un problema que el chavismo resolvió en 1998), de la terrible amenaza que supone la "anti-política", del lugar subordinado que le corresponde a los "movimientos sociales". En fin.
Sectario, arrogante, soberbio, el uyuyuísmo ilustrado se jacta de saberlo todo, cuando lo cierto es que no ha aprendido nada. Con sus actos, demuestra que no ha entendido que en las actuales circunstancias la tarea principal de todo revolucionario es construir la unidad en la diversidad y defenderla a toda costa.
Para seguir triunfando en la arena política, el chavismo está obligado a hacer todo lo contrario de lo que pontifica amarga y melancólicamente el uyuyuísmo ilustrado.
Hay uyuyuis en el amor, en la guerra, en las escuelas, en la familia, en las tribunas de los campos deportivos... y por supuesto en la política
Uyuyui se hace, no se nace. Nadie nace aprendido. Uyuyui: dícese de aquel que se jacta de saberlo todo. Desde hace mucho. En ocasiones, ese saber viene de la lectura de libros, bibliotecas enteras. Nadie sabe más que un uyuyuísta ilustrado. Ni siquiera pescado frito.
Decir uyuyuísmo ilustrado es enunciar una paradoja: trátase de aquellos que reclaman su infinito conocimiento del mundo, cuando en realidad no conocen más que una caverna.
El uyuyuísmo es también cierta actitud ante la vida. Nadie está a salvo de padecerla. Tiene que ver con la dificultad para lidiar con los cambios, lo nuevo, lo intempestivo. No hay nada que inventar, porque todo está hecho. No hay nada que elaborar, ya todo está escrito. No hay nada que decir, ya todo está dicho. Otros, sabios, excepcionales, se han tomado la molestia de pensar por usted.
El día menos pensado, usted puede descubrirse mirando al mundo con los ojos melancólicos de un decrépito amargado, convencido de que su misión es persuadir a los demás de que nadie será capaz de librar con dignidad las batallas que usted ha librado.
Hay en el uyuyuísmo algo de esa tristeza vaga que deja la derrota.
Por tanto, hay que estar prevenidos. Aprender a lidiar con el uyuyuísmo, intentar comprenderlo, ser capaces de identificarlo, para conjurarlo, exorcizarlo. Tolerarlo sólo en la medida de lo posible, preferiblemente esquivarlo. Nunca tratarlo con condescendencia.
Uyuyuísmo en el amor, en la guerra, en las escuelas, en la familia, en las tribunas de los campos deportivos. Por supuesto, también en la política.
Chávez llegó al gobierno porque le dio la espalda a tanto uyuyui que pulula en los círculos de la izquierda. Uyuyuísmo que siempre nos habló de revolución, pero nunca fue capaz de hacerla; que siempre se creyó vanguardia de un pueblo al que jamás supo cómo hablarle, qué decirle, y por eso tanto odio, todavía, contra el 27F de 1989: porque el pueblo es una masa informe e ignorante que hay que conducir para que no se pierda.
Hay uyuyuísmo de partido, y también de movimiento, aunque hay que reconocer que con notable ventaja para los primeros. Uyuyuísmo de aparato y uyuyuis que sueñan con controlarlo.
Frente a las críticas contra la lógica del partido/maquinaria, el uyuyuísmo ilustrado respondió con virulencia. Porque no hay nada que inventar, no hay nada nuevo que decir. Ya todo está escrito: el problema del partido lo resolvió Lenin en 1902. Siempre el señuelo paranoico: ¡lo que sucede es que no creen en el partido!
Pero no se le había visto tan desencajado, tan fuera de lugar, tan ofuscado y chillón, tan desconcertado como ahora, en pleno proceso de conformación del Gran Polo Patriótico. De nuevo el mismo señuelo, el mismo cuento del partido amenazado, de la revolución puesta en peligro por los que no creen que hay que "tomar el poder" (un problema que el chavismo resolvió en 1998), de la terrible amenaza que supone la "anti-política", del lugar subordinado que le corresponde a los "movimientos sociales". En fin.
Sectario, arrogante, soberbio, el uyuyuísmo ilustrado se jacta de saberlo todo, cuando lo cierto es que no ha aprendido nada. Con sus actos, demuestra que no ha entendido que en las actuales circunstancias la tarea principal de todo revolucionario es construir la unidad en la diversidad y defenderla a toda costa.
Para seguir triunfando en la arena política, el chavismo está obligado a hacer todo lo contrario de lo que pontifica amarga y melancólicamente el uyuyuísmo ilustrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario