viernes, 25 de marzo de 2011

Árbol que nace torcido no se endereza...

Mariadela Villanueva



Las Naciones Unidas nacieron torcidas. No son un producto colectivo ni se basan en la solidaridad, la unión y el respeto entre países, sino que son fruto del miedo de distintas naciones del mundo a una posible tercera guerras “mundial”. Miedo explotado al final de la segunda guerra por las potencias europeas y los EEUU - hegemón naciente - para garantizar el dominio capitalista del mundo.

En 1945 se consolidó la gran farsa. Entró en vigor la Carta de las Naciones Unidas al ser ratificada por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y por la mayoría de los demás países signatarios. Carta basada en principios comunes de las políticas de los Estados Unidos y el Reino Unido que, según Roosevelt y Churchill, eran los únicos principios que podían garantizar la construcción de un mundo mejor signado por la paz, por la soberanía de los países y por la igualdad de derechos de sus ciudadanos.

Inicialmente la paz referida en la Carta se centraba en la paz entre naciones y, en consecuencia, la actuación del Consejo de Seguridad responsable del mantenimiento de la misma, se circunscribía a encontrar salidas pacíficas y negociadas a enfrentamientos entre países.

Sin embargo y como era de esperarse, a los distintos órganos de las NNUU se les fue haciendo cada vez más difícil disimular los conflictos existentes entre los intereses de sus amos y la dignidad de “los demás países signatarios”. La Secretaría trató de mejorar la situación poniendo parches coyunturales, pero no pudo evitar que el organismo se fuera deteriorando y desprestigiando.

En el año 2005 los países suscribieron el Documento Final de la Cumbre Mundial para adecuar el organismo a las exigencias del Siglo XXI. Oportunidad aprovechada por EEUU y sus secuaces para imponer – en nombre del desarrollo, de la superación de la pobreza y de la necesidad de promover lo que ellos entienden por democracia – unas dudosas reglas de juego relativas a la lucha contra el terrorismo y a la necesidad de atender los llamados de los pueblos. Reglas que le han dado visos de legitimidad a una intervención armada en Libia, sustentada por mentiras y exageraciones mediáticas.

¿Hasta cuándo el chantaje a países dignos?

¿Hasta cuándo hay que andar en tan mala compañía?

mariadelav@gmail.com

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