sábado, 31 de enero de 2009

La intolerancia del fascismo no acepta el éxito electoral revolucionario.

Hernán Mena Cifuentes

El fascismo lleva en sus genes el virus de la intolerancia, fanatismo demencial que lo ha llevado al fracaso cada vez que reacciona con violencia ante el triunfo de los movimientos revolucionario en elecciones o referendos transparentes y democráticos como el alcanzado el pasado 25-01 por el gobierno de Evo Morales en Bolivia, victoria que pretenden desconocer los racistas oligarcas de la Media Luna, el Imperio y su prensa mercenaria. Este nuevo éxito de los revolucionarios bolivianos, es parte de la cadena de victorias cosechadas por el pueblo y su líder en los últimos 3 años, luego del hito histórico que significó el aplastante triunfo alcanzado en diciembre de 2005 por Evo, convertido en el primer presidente indígena del país, hijo del pueblo originario que durante 500 años fue humillado y explotado, primero por los conquistadores españoles y después por sus herederos, los racistas empresarios y latifundistas de Santa Cruz, Beni, Tarija y Pando. Mas la intolerancia de esa gente, es la misma que afecta al resto de los fascistas del mundo, como ocurrió en Palestina hace dos años, cuando el movimiento revolucionario Hamas, triunfó en forma contundente en las elecciones parlamentarias, legítima victoria que no fue tolerada por los fascistas del Estado sionista de Israel, quienes en represalia y con la complicidad de EEUU y la Unión Europea, impusieron un criminal bloqueo financiero, económico, de alimentos, combustible y medicinas al país. También en Nicaragua, la mácula de la intolerancia fascista pretende manchar la aplastante y legítima victoria conquistada por el sandinismo en las elecciones celebradas recientemente en el país centroamericano, a pesar de la obscena y descarada injerencia de EEUU, con su embajador y altos funcionarios llegados expresamente de Washington, para sabotear el triunfo revolucionario, y las actividades conspirativas de la oposición y sus aliados de la Iglesia y la prensa mercenaria. Con la misma furia y la misma agenda conspirativa los fascistas actuaron contra Chávez en Venezuela; Lula en Brasil; Correa en Ecuador; Colom en Guatemala; Lugo en Paraguay, Tabaré en Uruguay y los Kirchner en Argentina, tratando de impedir las aplastantes victorias electorales conquistadas por esos progresistas gobernantes, llegando en el caso venezolano, a auspiciar un golpe de Estado, un sabotaje petrolero y hasta la importación de paramilitares colombianos para asesinar al mandatario. Y, como ocurrió en todos esos países, Bolivia fue, a raíz del triunfo electoral de Evo, víctima del revanchismo intolerante y fanático del fascismo que conspiró y desató una espiral de violencia a lo largo y ancho del país del Altiplano, cometiendo toda clase de atropellos y vejámenes contra humildes campesinos e indígenas, que fueron apaleados, torturados y masacrados, como ocurrió en Pando, donde las hordas fascistas mataron a una veintena de hombres, niños y mujeres. Sólo la paciencia y firmeza del gobierno revolucionario boliviano y su líder pudieron enfrentar y frenar la conjura que pretendía derrocarlos, sometidos al fuego cruzado desatado con mayor potencia desde la sede diplomática de EEUU, donde el embajador Philip Goldberg, disparaba su fusil destructor de integridad de pueblos, como lo hizo primero en Yugoslavia y después como financista de la conspiración en Bolivia, hasta que fue puesto al descubierto en flagrancia y expulsado del país por Evo. Tenía el Imperio, representado por Golberg, el apoyo pleno de la rancia oligarquía liderada en los racistas prefectos de Santa Cruz, Beni, Tarija y Pando; de la jerarquía de la Iglesia Católica; de un grupo de políticos corruptos desechados por el pueblo, y de una poderosa prensa mercenaria bien pagada, distorsionadora y manipuladora de la información, que parecían encaminados a lograr su objetivo, hasta que el yanqui fue echado del país, dejando huérfanos de guía al resto de los conspiradores. Aplacada aquella oleada de odio, y restaurada la paz y el orden, todo parecía indicar que el fascismo aceptaría su fracaso y no habría más violencia, pero, no fue así, pues la intolerancia que los domina ha vuelto a recuperar fuerzas y, jugándose como tahúr a punto de perder su última carta, apostó a la supuesta ingenuidad del contrario, pretendiendo que cayera en la trampa, aceptándole el empate que reclama por haber triunfado en la Media Luna, donde alcanzaron al 38% de los sufragios. Ese cínico reclamo, lanzado en tono insolente, no acepta la realidad de un país cuyo pueblo ha aprobado una Carta Magna nacional, no regional, cuyo texto consagra valores y principios de la mas alta expresión humanista y democrática con deberes y derechos para todos y no para esa minoría plagada de miseria humana que sumió en la explotación a la mayoría de los bolivianos, destruyendo la libertad que hace cerca de dos siglos le dieron, con tanto sacrificio Bolívar y Sucre al país del Altiplano. Ahora, los fascistas exigen revisión de la Constitución y la adopción de un Pacto Social, ya que según ellos, el hecho de que el NO ganó en La Media Luna, les da el derecho a negociar el mismo, y Branco Marinkovic, uno de los más siniestros personajes de la conjura separatista, llegó al extremo del cinismo, al plantear al Presidente un “Pacto confederal” entre las dos visiones de país que existen, -según él- como una solución, ya que Morales no podrá imponer la Carta Magna en la Media Luna” Evo no tardó en dar respuesta a tan ridícula como obscena oferta, y en un gesto de dignidad y de respeto a la voluntad del pueblo, expresó en forma serena, pero tajante, firme : “Escuché decir que quieren hacer un nuevo Pacto. Pacto piden los opositores. La aprobación (del referendo) es un pacto, y si quieren otro pacto, será para aplicar la nueva Constitución. No habrá pacto para revisar. La voluntad soberana del pueblo se respeta.” Pero otro golpe, quizás el más letal y contundente recibido ese domingo por los secesionistas y racistas terratenientes de la Media Luna, fue el resultado de la votación nacional realizada paralela y simultáneamente con el referendo, para determinar la extensión máxima de tierra que debe tenerse como propiedad, ya que cerca del 80% de los votantes se pronunció por la opción de 5.000 hectáreas, mientras que apenas un poco más del 20% votó por la opción de 10.000 hectáreas. En base a dicho resultado, se redactó el Art. 398 de la nueva Constitución, el cual señala que: “Se prohíbe el latifundio y la doble titulación por ser contrarios al interés colectivo y al desarrollo del país. Se entiende por latifundio, la tenencia improductiva de la tierra; la tierra que no cumpla la función económica y social; la explotación de la tierra que aplica un sistema de servidumbre, semiesclavitud o esclavitud en la relación laboral o la propiedad que sobrepasa la superficie máxima zonificada establecida en la ley. En ningún caso la superficie máxima podrá exceder de 5.000 hectáreas”. De esta forma, la revolución boliviana cumple con el secular anhelo de centenares de miles de indígenas, despojados por los terratenientes de Santa Cruz, Beni, Tarija y Pando, de las tierras ancestrales de sus antepasados, en las que vivieron durante tres siglos, humillados, oprimidos bajo un régimen feudal de explotación, como siervos, sometidos a extenuantes y prolongadas jornadas de trabajo, para recibir a cambio de su trabajo, sólo una escasa y pésima comida y un rancho miserable como techo. Esos cambios y transformaciones como esos que en beneficio de los pueblos realizan las revoluciones, es a lo que más temen los fascistas, partidarios de la opresión, la esclavitud y la explotación del hombre por el hombre y, sin importarles donde se den, ya sea en Argentina, Ecuador, Nicaragua, Paraguay y Venezuela, países donde se adelantan procesos como el boliviano, hacen lo imposible para frenar esa marcha irreversible que conduce a la utopía realizable de un mundo posible. Porque, como Fidel manifestó en la II Declaración de La Habana, el 4 de febrero de 1962 : hará esta próxima semana 46 años: “…esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo la riqueza, crean los valores, hacen rodar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron. “Porque esta gran humanidad ha dicho “¡basta!” y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia.” Ese es el oleaje que, como tsunami incontenible hoy desatan los pueblos oprimidos de América Latina, del Caribe, de Palestina, de Irak, Afganistán y del resto del mundo, dispuestos a liberarse para siempre, ahogando bajo la furia de sus aguas, la intolerancia del fascismo que ha destruido tantas vidas en pos de sus sueños demenciales de conquista y que hoy despiertan derrotados, arrojados al abismo del caos y la ruina al que los arrastró inexorablemente un sistema salvaje y su modelo plagados de codicia.

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