Jesús G. Faría*
Caracas, 30/12/2008.- Las expectativas en relación al comportamiento de la economía nacional siempre ha concentrado la atención de la opinión pública, pues de ello depende en buena medida la posibilidad de generar bienestar a la población, así como la estabilidad política del país, por solo citar dos factores. A la luz de la enmienda constitucional y la gravísima crisis económica mundial este tema adquiere una especial importancia. Es tarea nuestra ubicarlo en su justa dimensión.
El contexto internacional
La economía mundial se encuentra en la peor crisis económica de los últimos 80 años. El dramático derrumbe de los mercados bursátiles, las agudas perturbaciones financieras y cambiarias, la quiebra de emblemáticas entidades del capital financiero imperialista expresan la incapacidad del capitalismo para solucionar los principales problemas de la humanidad.
La economía estadounidense, el epicentro de la crisis, se encuentra en recesión desde el año 2007 y ha contagiado al resto de la economía global. La producción desciende en esta primera fase, fundamentalmente, en los centros imperialistas, el desempleo aumenta aceleradamente (en 25 millones de personas tan solo en el mundo desarrollado), se incrementa la inestabilidad financiera, se multiplican las quiebras de empresas, las expectativas son crecientemente negativas en el mundo de los negocios…
Como resultado de esto, se han derrumbado los precios de las materias primas, lo que junto al cierre del financiamiento externo y la fuga de capitales, conforma el mecanismo de transmisión de la crisis a la periferia. En lo social, la consecuencia será el aumento de la pobreza y las desigualdades.
El precio del petróleo y las finanzas públicas
Esto plantea la interrogante acerca del impacto real de la crisis global en nuestro país. En nuestra condición de economía petrolera no será posible eludir sus efectos. La reducción de la demanda de crudo ha golpeado los precios petroleros, descendiendo de US$ 147 el barril a menos de US$ 40 el barril, obligando a la OPEP a recortar su producción en más de US$ 4 millones diarios.
En lo fiscal, se puede apreciar que actualmente existe una brecha importante entre el precio petrolero fijado para el diseño del presupuesto del 2009 (US$ 60 el barril) y el precio actual que ronda los US$ 35. Esta situación, sin embrago, no se mantendrá invariable a los largo del año 2009. Frustrando los deseos de la oposición, el precio petrolero se recuperará, confirmando la tesis ampliamente reconocida de que los tiempos del petróleo barato son parte del pasado. Se estima que superadas las turbulencias iniciales y limpiado el efecto especulativo que llevó el precio del crudo a niveles históricos, este se estabilice rondando los US$ 70 el barril.
En el peor de los casos se podrán presentar problemas de flujo de caja los primeros meses del año, que perfectamente se podrán confrontar con los ahorros acumulados en diversos Fondos Financieros (Fonden, etc.) que superan los US$ 25 millardos. Incluso, en caso de extrema emergencia se pudieran adoptar medidas tributarias como el Impuesto a las Transacciones Financieras, que genera recursos inmediatos y no afecta a los sectores de menores ingresos. La afirmación de que se está gestando una crisis fiscal se confirma como parte de una campaña mediática desestabilizadora.
El precio del petróleo y el sector externo
Por otra parte, la caída de los precios petroleros se traducirá en una disminución de los ingresos de divisas de alrededor de un 30%. No obstante, estas entradas serán suficientes para adquirir las importaciones esenciales y atender las obligaciones financieras del país.
Es preciso puntualizar, por un lado, que tendremos que hacer un esfuerzo significativo para reducir los niveles de importaciones, que actualmente rondan los US$ 48 millardos. Se están asignando muchas divisas para el consumo suntuario y un monto significativo que desplaza nuestra producción. Se tendrán que privilegiar las importaciones de alimentos, medicinas, insumos y bienes de capital que no se producen internamente. No solo se trata de una respuesta a la reducida capacidad importadora. Más que eso, el problema radica en la necesidad de sustituir importaciones.
En relación a las obligaciones financieras, parte de la deuda externa se ha reprogramado, evitando elevados vencimientos el año 2009. Con 9,1% del gasto público, el servicio de la deuda externa se ubicó en el nivel más bajo de los últimos en 35 años. Asimismo, el peso de la deuda externa en la economía venezolana se ha reducido sustancialmente, colocándose en menos del 15% del PIB, como resultado de una estrategia que persigue reducir nuestra vulnerabilidad externa.
Ante el peor de los escenarios, el país se encuentra protegido por un elevado nivel de reservas internacionales (US$ 38 millardos, sin incluir los más de US$ 25 millardos en diversos Fondos), de las mayores de la región, producto de los elevados precios petroleros de los últimos dos años, así como del control de cambios que frenó la fuga de capitales. Este cuadro refuta las matrices mediáticas y evidencian la solidez de nuestras cuentas externas, que se consolidarán en el segundo semestre del año, cuando se estabilicen los precios del crudo.
¿Ajuste o crecimiento económico para el 2009?
La adecuación de las políticas económicas al entorno externo es algo absolutamente natural en la conducción de un país, tanto en épocas de crisis como de otro signo. Ante el cuadro mundial de crisis es obvio que tendremos que instrumentar correctivos.
Este escenario ha animado a la oposición a anunciar inminentes y severos ajustes económicos, como los del FMI, con el claro propósito de crear un clima de zozobra y, con ello, minar el amplio apoyo popular de la enmienda.
Ante esto, tenemos que ratificar categóricamente que la aplicación de los programas de ajuste fondomonetaristas queda totalmente descartada. No nos plegaremos a la agenda de las transnacionales ni instrumentaremos medidas que castigan a los sectores populares. Si llegásemos a caer en una crisis económica, situación muy alejada de nuestra realidad, serán los más poderosos los que aportarán los recursos para salir a flote. Esta sería la reacción elemental de cualquier gobierno comprometido con las masas populares.
Recientemente, la oposición ha recomendado recortar el gasto público, como lo imponen las recetas neoliberales. El resultado inevitable sería la contracción productiva y el empobrecimiento masivo. En contraste, el gobierno realiza un esfuerzo extraordinario para expandir su gasto, a los fines de estimular crecimiento económico.
Como resultado de ello, el año 2009 reportará un crecimiento de aproximadamente 4%, moderado en relación al quinquenio anterior (más del 10% interanual), pero muy significativo si lo contrastamos con la recesión mundial.
Asimismo, se continuará revelando el saldo social altamente positivo de un modelo de crecimiento económico al servicio de las mayorías. A raíz de ello seguirán consolidándose los avances alcanzados en materia de empleo (bajó de 16,6% a 6,7% entre 1998 y al 2008), salarial (con US$ 372, el salario mínimo más elevado de América Latina), educación, salud, en la lucha contra la pobreza (la pobreza general se redujo de 50,4% a 26% entre 1998 y el 2008, en tanto que la extrema cayó de 20,3% a 6,1% en el mismo período), etc.
Pese a los avances, una exigente evaluación revela espacios para mejorar en las políticas públicas. Debemos aprovechar estos tiempos de restricciones para imprimirle mayor eficiencia en la ejecución del gasto, elevar el impacto de los recursos públicos empleados con propósitos productivos y sociales. Para nosotros, el debate no debe girar en torno a si se reduce o no el gasto, sino en torno a la necesidad de hacerlo más eficiente. Esto implica una lucha frontal en contra del burocratismo, la indolencia y la corrupción, que ha sido una bandera de nuestra revolución.
Tareas Pendientes: I- La Inflación
En la esfera macroeconómica es indispensable reducir la inflación (31% en el año 2008), que se encuentra muy lejos de ser satisfactoria. Si bien sus causas son fundamentalmente de carácter estructural, es imprescindible diseñar una estrategia antiinflacionaria de mayor impacto en el corto plazo. Conjuntamente con eficiente control de precios, con mayor participación popular, que debe aplicarse con mayor flexibilidad -no permisividad-, debemos elevar la eficiencia en el gasto y ejercer mayor control sobre los niveles de liquidez.
Estas medidas tienen que ser complementadas con un mayor abastecimiento de los mercados domésticos -principalmente con alimentos producidos internamente- y la desconcentración productiva que permita quebrar los monopolios que operan en el país.
La lucha antiinflacionaria es vital para mejorar los indicadores sociales, pero también para garantizar la estabilidad cambiaria. La elevada inflación abarata las compras fuera del país, generando presiones especulativas. De mantenerse las tensiones inflacionarias, la devaluación de la moneda se hará inevitable.
Tareas Pendientes: II- la Industrialización Socialista
En el ámbito estructural destaca la necesidad de industrializar al país. Sin ello no podremos superar la dominación imperialista, el subdesarrollo, el rentismo, condiciones necesarias para transitar al socialismo.
En ese sentido, se percibe aun la ausencia de una estrategia integral que plantee objetivos concretos de diversificación productiva, sustitución de importaciones, incremento de la productividad en la industria con impacto en el sector agrícola, fomento de exportaciones, replanteamiento de los parques industriales, conformación de cadenas productivas y tecnológicas, redefinición de las industrias básicas de Guayana, pésimamente gerenciadas, por solo nombrar algunos aspectos. Existen planes específicos y objetivos generales para el desarrollo, pero esto es insuficiente. Se requiere de una línea de acción integral y coherente, ampliamente discutida, especialmente por los trabajadores, que se convierta realmente en política de Estado y concentre todos los esfuerzos de la sociedad.
Por último, nada de esto tendría algún significado histórico, si no lo vinculamos con el desarrollo de nuevas relaciones de producción. En una revolución, lo nuevo sepulta a lo viejo, que en este caso se fundamenta en la lógica del capital.
Esta tarea debe concentrar el aspecto medular de nuestro esfuerzo. Se deben construir unidades productivas de contenido socialista. En el marco de la industrialización se debe perfilar claramente una política socialista.
Esto significa, crear empresas de propiedad socialista, donde la sociedad organizada ejerza la dirección, los excedentes sean apropiados socialmente, los métodos de gestión sean ampliamente democráticos, la planificación socialista abarque crecientes sectores de la economía, etc. Esta es una tarea titánica que requiere de mucha organización y conciencia de los trabajadores, así como de profundísimas transformaciones institucionales.
Como podemos observar, tanto las condiciones imperantes como los objetivos establecidos dibujan un cuadro económico altamente complejo para el 2009, pero que, sin embargo, no deja de ser positivo. Y en lo sucesivo, como resultado de las transformaciones, unas en marcha y la mayoría en ciernes, será inevitable la exacerbación de las contradicciones de todo tipo, las cuales podremos superar sólo profundizando la revolución. No podemos vacilar, preparémonos para ello.
*J. Faría es miembro del Buró Político Regional del PSUV - Caracas
lunes, 26 de enero de 2009
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