Antonio Aponte.
Difícilmente se encuentra en la historia un caso de odio tan fuerte por parte de las clases dominantes, como el odio a Lenin y al Partido Comunista de la Unión Soviética, al Partido Bolchevique. Recordemos que la oligarquía, los capitalistas, tienen un agudo olfato para detectar y odiar a sus verdaderos enemigos. Veamos.
¿Qué hizo Lenin? ¿Por qué ese odio?
Lenin le dio concreción al sueño de tomar el cielo por asalto: antes de Lenin la posibilidad revolucionaria era remota. Existía la teoría, el Marxismo, y se sabía que el capitalismo era un robo: la apropiación por parte de una pequeña elite del trabajo de toda la sociedad.
Además se pensaba que eran los obreros quienes serían los sepultureros del capitalismo. Se tenía una idea mecánica de la evolución de la sociedad, esta sería por etapas inviolables.
De esta manera los países poco desarrollados deberían evolucionar hasta un capitalismo fuerte, desarrollado, con un proletariado abundante, y sólo cumplida esta etapa se podía pensar en hacer la Revolución.
Se justificaba así el apoyo y estímulo a la burguesía como motor de ese desarrollo indispensable y previo a la Revolución Socialista.
La Revolución estaba reservada a un área muy pequeña del planeta, a los países desarrollados, a Europa, el resto, el noventa por ciento del mundo, estaba destinado a permanecer bajo la tutela capitalista ¡lo dictaba la teoría revolucionaria!
Es decir, el Marxismo devino, y esto es paradójico, en un dogma reaccionario.
Lenin construyó la teoría del eslabón más débil, decía que el capitalismo es uno solo, y es posible que la Revolución estalle en el eslabón más débil. Rompía así el cepo ideológico, le devolvió el vigor revolucionario al Marxismo.
Ya esto era razón suficiente para ganarse el odio de las clases apropiadoras. Pero hizo más Lenin, construyó el instrumento necesario para dirigir ese estallido, para dirigir la Revolución, construyó al Partido en la práctica y en la teoría, instrumento indispensable de la Revolución.
Ya estos dos aportes a la Revolución, teoría y organización, son razones suficientes para ganarse el odio de las clases apropiadoras, para ganarse el rechazo del capitalismo.
Pero hizo más Lenin: ¡hizo una Revolución! Demostró que es posible hacerla, él es el padre de la primera Revolución triunfante contra el capitalismo, del primer intento serio de construir el nuevo mundo, de construir el Socialismo. Dirigió la Revolución Soviética, le dictó rumbos, derrotó a los reformistas internos y a las agresiones de todas las naciones capitalistas de la época que se unieron contra el ensayo revolucionario.
Por eso el odio visceral que Lenin y el Partido Bolchevique suscitan a los oligarcas, a los contrarrevolucionarios, a los reformistas. Lo atacan con saña, lo han convertido en un anatema, en algo que descalifica, en una grosería.
Cuando el imperio, los capitalistas, los reformistas, los contrarrevolucionarios, acusan a algo o a alguien de Leninista, o de seguidor del Partido Bolchevique, indudablemente esa acusación indica que allí hay posibilidades revolucionarias, que ellos le temen.
Criticar es Amar
José Martí
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