domingo, 24 de febrero de 2019

El cuento del cochino pelón



Por: Jessica Dos Santos Jardim
“Probablemente de todos nuestros sentimientos
el único que no es realmente nuestro es la esperanza.
La esperanza le pertenece a la vida,
es la vida misma defendiéndose” J.C

Para mí, estas navidades fueron algo atípicas.
Por lo general, estas fechas me agarran de guardia periodística o durmiendo, en una suerte de grinch.
Pero, este año, de repente me dieron ganas de decorar la casa, y como no tenía dinero para hacerlo, pues recorte cositas alusivas a la navidad  para pegarlas en la puerta y en el tururito del timbre, transforme frascos de vidrio en adornos decembrinos para mi sala, hubo un desayunito vecinal, y hasta organice varias reunioncitas navideñas con mis afectos.
Al principio, concluí que quizás me estaba poniendo vieja. “Debe ser la cercanía con los 30”, me dije. Pero, con el paso de los días supe definir mejor mi sensación: NADA ni NADIE me iba a arrebatar la festividad, porque este año, como a buena parte del país, ya me habían quitado demasiado.
En esta tónica, fui el 24 a celebrar la navidad. En la zona donde me encontraba los autobuseros estaban cobrando 70 bs, se fue un par de veces la luz, etc. Pero, yo estaba firme en mi determinación de pasarla bien.
En medio de la reunión, donde había personas con los más variados pensamientos políticos, se hizo presente, otro diciembre más, el tema del pernil.
Cada uno expuso su experiencia. Yo también lo hice: A mi edificio le prometieron 11 perniles para 55 familias, serían unos 800 gramos por cada una. Se pagaron mucho antes del 24. Pero el 31 en la mañana avisaron que no llegarían y habría que esperar la devolución del dinero por parte de Inmerca. Algunos le sacaron el lado jocoso a la situación, otros armaron tremendo peo.
Entonces, a algunos presentes  les molesto eso, les irritó que la gente saliera a protestar por el pernil y no por cosas más esenciales como la falta de medicinas, los precios, el transporte, etc.
Para un sector del chavismo, esas personas no tienen “conciencia política”, “noción de los peligros que nos acechan”, “venden el país por un cochino”, etc. Mientras, para los representantes de la oposición, se trata de unos vulgares lambucios.
Ambas visiones demuestran porque estamos donde estamos: un sector del chavismo culpabiliza y le pide más y más y más esfuerzos a la gente sin tan siquiera reconocer que prometieron y prometen de forma  irresponsable lo que saben que no podrán cumplir.
Pues de todas todas: no se trata de un pedazo de cochino, sino de la decepción, rabia , y hasta tristeza que genera esta suerte de juego donde atentan una y otra vez contra la confianza y la reserva de esperanzas que le queda a la gente.
Mientras que la oposición no es gobierno ni tan siquiera una opción política viable porque el desprecio hacia el pueblo les brota por los poros y prefieren insultarlo o burlarse de él, antes que hacer algo útil.
Quizás  también por eso, a horas del 2019, el presidente Nicolás Maduro convoca a “una Gran Campaña de Motivación, en la que todos, y en especial quienes gobiernan, hagan un gran esfuerzo para ser más eficientes en la búsqueda de soluciones inmediatas a los problemas del pueblo”
Primero, habría que decir que la gente hace esfuerzos inimaginables a cada instante y ya está bueno de exigirnos todos los días algo distinto (sin tan siquiera reconocer que el país se encuentra en pie gracias a nosotros).
Y segundo, ¿en serio? ¿Ahora resulta que nuestras autoridades se encuentran desmotivadas? ¿Entonces para qué los cargos?
No hay mayor motivación para querer resolver los problemas que conocerlos.
Tal vez bastaría con que las autoridades encargadas de la salud buscasen medicinas o visitaran un hospital sin previo aviso, los responsables del transporte usaran perreras una semana, a los de agua les saliera su tobito (en el mejor de los casos) por tiempo indefinido, el encargado de alimentación se aguantase un par de colas, o el de economía intentara hacer mercado con un sueldo mínimo.
Si vivirlo de primera mano no los motiva pues probablemente nada lo haga, porque parece que la empatía ya se les agoto.
Quizás también por eso, los lideres de la oposición anden buscando sonar los tambores de guerra de cara al 10 de enero, sin que en el fondo les importe un carajo la gente y sus peos.
Mientras tanto, nosotros, los más, seguimos defendiendo la alegría aún en medio de todos los males. A lo mejor esa sea la única convicción que nos ha dejado el recibir coñazo tras coñazo: sabremos resolver. No tengo dudas al respecto.
Y buena parte de mi seguridad viene de la fuerza que nos da los afectos que nos rodean: Entonces, salud por ellos. Y por cada uno de ustedes. En mi inventario de fin de año, agradezco tenerlos. Seguimos.

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