*JUAN MARTORANO.
Para el momento en que escribo
estas líneas, conmemoramos los primeros 20 años del primer triunfo electoral
del Comandante Hugo Chávez. Justo es dedicar algunas líneas y hacer algunas
reflexiones sobre el contexto en el que nos encontramos actualmente.
Este triunfo de Hugo Chávez vino
precedido de unos comicios regionales y parlamentarios, donde la partidocracia
tradicional, pensando en detener el avance arrollador de la candidatura de
Chávez, dividieron de manera inconstitucional e ilegal los comicios regionales,
parlamentarios, presidenciales y municipales, a fin de asegurar su permanencia
en el poder. El 6 de noviembre de 1998, las fuerzas del Gran Polo Patriótico daban
el campanazo de lo que vendría, con la obtención de importantes curules en el
parlamento nacional (aunque el statu quo se garantizó la mayoría en ambas
cámaras en aquel entonces) y el triunfo en importantes regiones del país.
No obstante, la promesa
fundamental del Comandante Chávez no era hacer un simple gobierno y mantener la
conciliación de clases imperante en el país hasta diciembre de 1998. La idea de
Chávez era la refundación de la República sobre bases sanas, y para ello había
que hacer “tabla rasa” sobre lo existente. De ahí la propuesta de la Asamblea
Nacional Constituyente de aquel entonces.
En lo personal, ineludible
recordar que fue mi primer voto, ya que en ese año cumplí mis 18 años y emití
mis primeros votos. Lo hice de manera consciente y entusiasta como muchos de mi
generación y por la esperanza que representaba, representa y en buena medida
representará por muchos años la opción de Hugo Chávez.
Pero, en estos tiempos convulsos
y complejos, y que ameritaba escribir algunas líneas. No encontraba el enfoque
para hacerlo, hasta que buscando, me topé con un texto de Héctor Bujanda, que
me dio las luces para el mensaje a transmitir el día de hoy.
La voluntad popular que acompaño
durante el mandato del presidente Chávez a lo largo de sus 14 años de gestión
puede atribuirse a que desde un principio éste dijo lo que había que hacer y
para quien, y con ello devolvió la política su sentido más público de servicio
a las mayorías. El proyecto bolivariano se enunciaba en un nuevo lenguaje que
sonaba en aquel entonces como una auténtica rareza dentro del paisaje político tradicional: “Es el momento de oír la voz de
la nación y de oír ese tintineo que anda por todas partes; de recogerlo en un
lazo y de hacerlo realidad”.
Así se expresaba Chávez en el
hemiciclo del entonces Congreso, cuando tomaba posesión del cargo de Presidente
de la República y ante la presencia de invitados internacionales y de los
dirigentes de los partidos y representantes de las elites que habían gobernado
al país desde 1958, para referirse a un pueblo que clamaba por urgentes cambios
y que demandaba un mayor protagonismo en las decisiones.
Más del 70% de la población vivía
en situación de pobreza, el desempleo rondaba el 20%, las finanzas públicas
estaban prácticamente quebradas, había un 9% de déficit fiscal, el pago de la
deuda externa sobrepasaba el 30% del PIB y los ingresos petroleros se
calculaban a 10 dólares por barril. En el contexto de esa “bomba social” que
había que desmontar con urgencia, como la definió el presidente Chávez en aquella oportunidad, la meta Constituyente
apuntaba no solo a transformar las bases del Estado y relegitimar la
desprestigiada democracia de entonces, sino más decisivamente a refundar la
República, creando el marco donde pudieran participar millones de venezolanas y
de venezolanos que se encontraban distantes de las grandes decisiones
políticas.
La Constituyente fue la hoja de
ruta escogida por Chávez y las fuerzas bolivarianas que le acompañaban para que
un país turbulento e inestable, que veía de sucesivos estallidos sociales,
rebeliones militares, crisis financieras, ajustes neoliberales y aceleradas
privatizaciones pudiera transitar el camino de la transformación pacífica y
articular, de esa forma, una nueva historia en la que los sujetos centrales no
fueran las viejas cúpulas y elites corruptas sino los sectores populares y las
grandes mayorías.
En ese proyecto radicalmente
nuevo, con palabras y referencias que exigían una esmerada atención, Chávez
proponía otra forma de encarar la política, exigía creer en las capacidades
populares, en la voluntad de la gente para poder protagonizar los cambios
venideros. En vez de pintar al país como el sueño perfecto para los
inversionistas, el presidente Chávez anunciaba ante el mundo un decreto de
emergencia social con el único propósito de atender a los más necesitados y
restituir las garantías fundamentales del pueblo.
Ahora. ¿Cuáles serían las
diferencias de ese momento con el actual?
Evidentemente el enemigo
histórico de las transformaciones populares no estaba claro quién era Chávez y cuáles
serían sus ejecutorias una vez tomará posesión de la Presidencia de la
República. Al no poder detener su avance arrollador, trató por todos los medios
de cooptarlo, con el fin de preservar el sistema imperante. Una vez que estuvo
claro, trato por todos los medios de deshacerse de él, hasta que lo logró
finalmente el 5 de marzo de 2013.
Y como cualquiera que se precie
de tener una inteligencia mínima, el enemigo aprende de sus errores y trata de
no volverlos a cometer, de ahí que emplea diversos mecanismos para que líderes
sociales con visión de izquierda y progresista no se posicionen de gobiernos en
la América Latina y el resto del mundo, tratando de impedir, o en su defecto
demorar lo más que puedan, la nueva oleada revolucionaria que se avista ya en
el horizonte.
No obstante, sin negar el actual
contexto de medidas coercitivas unilaterales que han colocado al pueblo en una situación
bien difícil. No es menos cierto también, que se observe importantes niveles de
inacción por parte del Estado para contener en algo las actuales agresiones.
También hay muchas
contradicciones de corrientes políticas en el seno del actual Gobierno
Bolivariano. Corrientes verdaderamente revolucionarias que propugnan un proceso
emancipatorio, pero también corrientes reformistas que promueven el pacto con
las grandes transnacionales, en detrimento de los logros y conquistas sociales
obtenidas con Hugo Chávez.
A 20 años del triunfo de Chávez,
y pese al cambio del signo del gobierno y de las circunstancias por las que nos
toca hoy en día afrontar, algunos elementos que le correspondió a Chávez
afrontar, nos toca hacerlo a nosotros hoy en día. Ha habido afectaciones
importantes y desmejoras en la calidad de vida de muchos sectores de la
población, sin que ello implique desconocer los esfuerzos del presidente Maduro
por solventar esta situación; ha habido merma en las finanzas públicas y merma
en los ingresos petroleros, en el contexto de las agresiones que hemos venido
sufriendo.
Pero las múltiples desatenciones
a sectores vulnerables de la población, producto de la falta de seguimiento y
evaluación de nuestras políticas públicas, han hecho que la bomba social
definida por Chávez vuelva a reaparecer. Evidentemente los procesos sociales
son impredecibles y hasta ahora por poco menos de lo que hemos vivido en
Venezuela, han sido derrocados gobiernos en otros países.
Evidentemente el país necesita un
giro de 180 grados. Lo expresaba en el artículo anterior. Los discursos de los
actores políticos lucen agotados, llenos de retórica vacía y hueca que no se
encuentra en sintonía con las necesidades de la mayoría de la población que
sufre los embates de su cotidianidad. Lo reitero como lo hice en el artículo
que precede a este, el líder político que sepa interpretar esto, y tenga la
capacidad de reinventarse en el marco del momento que vive el país, no solo
será escuchado por ese sector “independiente” que ahora es mayoría en Venezuela,
sino que echará la tronco de vaina y obtendría los réditos electorales y
políticos más temprano que tarde.
A raíz de la primera derrota
electoral de la Revolución Bolivariana, el 2 de diciembre de 2007, cuando
Chávez planteo una propuesta de reforma constitucional, ya se planteaba la
revisión y adecuación del actual proceso político, debido a que su discurso
comenzaba a lucir agotado y con ciertas disonancias con respecto a las expectativas
y necesidades de la población, las cuales de alguna manera el Comandante supo
interpretar y cabalgar sobre esta ola. Estas expresiones se reflejaban en las
oscilaciones de los resultados electorales de los años siguientes, no tanto en
los triunfos del chavismo, sino en cuanto a la brecha con respecto a la oposición
y los niveles de participación en las contiendas.
Indudablemente la Asamblea
Nacional Constituyente convocada por Nicolás Maduro fue en el marco de este espíritu
que se ha señalado en estas líneas, y en un contexto mucho más complejo que el
que vivió el Comandante Chávez. No obstante, insisto, se ha desaprovechado la
oportunidad de dar un debate de altura y profundidad con respecto a las
necesarias adecuaciones que el modelo político constitucional señalado en
nuestra Carta Magna en el marco de la actual crisis, se impone.
No en balde, el propio Comandante
cuando planteo el 15 de agosto de 2007, señalaba el riesgo de los procesos
políticos en el ejemplo que él colocaba del agua que se estanca. Un proceso que
se ralentiza y se detiene, corre el inmenso riesgo de retroceder a estadios que
ya se creían superados, sino se reinventa y adecúa las exigencias de los nuevos
tiempos y de las circunstancias del lugar y de la gente, que son dinámicas y
cambiantes.
Hoy en día, y en las actuales
circunstancias, con más razón se impone la retoma de las “3R” del Comandante. Transcendiendo
del mero discurso panfletario y retórico.
Este sería el mejor homenaje a
Chávez, a 20 años de su primer triunfo electoral.
¡Bolívar y Chávez viven, y sus
luchas y la Patria que nos legaron siguen!¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!
*Abogado,Activista por los Derhttp://juanmartorano.blogspo. com /http://juanmartorano.w). jmartoranoster@gmail.com . @juanmartorano (Cuenta en Tuiter)
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