Esmeralda García Ramírez.
Luego de haber tocado fondo los venezolanos en la recesión económica vivida en el año 2003, producto del Golpe de Estado y el paro petrolero del año 2002, Venezuela había experimentado un crecimiento económico bastante acelerado. Los altos precios del crudo ayudaron a estimular la bonanza petrolera, la sostenibilidad de los mismos dependían de una gestión eficiente y de las políticas gubernamentales del gobierno nacional, como la de sembrar el petróleo. Pero, el colapso económico devino como resultado de la caída de los precios del petróleo, de la mala gestión del gobierno en esta materia por la falta de seguimiento y control, de la corrupción de PDVSA dirigida por Rafael Ramírez y por no haber guardado la opulencia de las vacas gordas para los tiempos de las vacas flacas. Gracias a un barril de petróleo que llegó a superar los cien dólares, el pueblo comenzó a comer mejor, los niveles de nutrición eran óptimos a tal punto que jamás se había obtenido una estatura tan alta en los chamos; los venezolanos tuvieron mayor acceso a realizar turismo fuera del país; la importación se incrementó y nadie protestaba por eso, porque importar era mejor que producir y fue así como se comenzó otra vez a traer todo lo que comíamos, la cultura rentista petrolera nos avasallaba una vez más. Viajar por avión se convirtió en una cuestión de suerte porque hasta en eso las aerolíneas venezolanas hicieron su agosto. Los cupos CADIVI pasó de un programa especial para otorgar dólares a pequeños y medianos empresarios, así como a personas naturales, en el peor derrape y símbolo de corrupción tanto del gobierno como de la mayoría de quienes se lucraron.
Como cualquier viernes negro de Luis Herrera los venezolanos nos despertamos de ese sueño de las vacas gordas, ya que la corrupción y las políticas salvajes del imperio estadounidense contra Venezuela hicieron que, de haberlo tenido todo, todo se convirtió en nada y la nada es hoy la miseria en que nos sumergieron. Con el dolor en el alma os manifiesto que la jamás vivida es la miseria humana a la que ha convertido el capitalismo a la mayoría de los ciudadanos de este país. Donde la sensibilidad humana no existe, el poco amor por nuestros semejantes se desmorona por un cartón de huevos; por los precios exorbitantes que diariamente ofrece el bodeguero o el bachaquero que se instala en tu cuadra como buitre para aprovecharse de nuestras necesidades, obtener papel moneda y cambiarlo en el otro país que diariamente se lucra del nuestro; pero eso no importa, lo que interesa es llenar mi bolsillo a costa de mi hermano; ni tampoco que no haya efectivo en Venezuela, vale es que yo tengo un dinero extra a través de cualquier modalidad. A nuestros amigos del volante, el transporte público —nunca ha sido público—, lo convirtió el capitalismo en el sector más mercantilista en detrimento de los ciudadanos. El dinero en efectivo lo cambian en la frontera y sus unidades están disponibles del otro lado cobrando con sobreprecios, mientras que los negligentes alcaldes no intervienen para dar respuesta ante esta grave crisis que nos afecta a todos. El gobierno les da los repuestos que necesitan, luego los revenden y juegan a la desestabilización del país, pero eso se justifica porque con lo que se ganan en un día desangrando al país no lo pueden hacer limpiamente aquí en solidaridad con sus coterráneos.
En el país amenaza del imperio no se consigue nada, todo se lo están llevando para Colombia y otros países. Ya no es solo la gasolina, sino el efectivo, los productos plásticos, de belleza, de cocina, alimentos, cacao, cobre, aluminio, aves, caninos, lo inimaginable se lo llevan de Venezuela para la frontera, desde el campesino que busca “un resuelve” hasta el “más vivo” que no se sacia de ver sus cuentas personales abultadas y de dañar a este país. Lo que no se sabe es si lo hacen por ignorancia, o porque su avaricia no tiene límites y poco le importa si el país se jode o no. Así fue como pasamos de la bonanza chavista a la nada del imperio. Es la nada del imperio, es solo vacío, porque a la larga este país que fue declarado una amenaza, no ha recibido nada en términos humanistas por parte de EE.UU., mucho menos ayudar al pueblo de Bolívar a elevar su nivel de consciencia porque ellos no la tienen, he aquí las pruebas. Al imperio le interesa el nivel de salvajismo al que hemos llegado, la falta de sensibilidad humana entre hermanos. Estos son los símbolos más oscuros del capitalismo, es la etapa más negra del salvajismo primitivo, son los caínes buscando hacerse para confundir, engañar y dominar. Explotó la burbuja donde estábamos sumergidos, al mismo tiempo hizo una implosión y sin piedad nos arrodilló, nos atacó donde más le puede doler a un ser humano, en el estómago y en el bolsillo. Por eso muchos hermanos desesperados emigraron buscando un mejor destino económico para ellos y los que dejaron. A la Venezuela de la bonanza se la tragó la corrupción; la desesperanza, la mentira; el discurso barato de algunos políticos cuyas acciones no corresponden con la de un revolucionario, nada que envidiarle a un opositor apátrida o a un busetero que está entregando a su país poco a poco. ¿Esperaremos a que, por ejemplo, el barril de petróleo supere otra vez los cien dólares para volver a la Venezuela Saudita, sin que se hagan los cambios que se deben hacer en la industria petrolera? ¿Tendrá el pueblo venezolano que hacer un nuevo Caracazo a los transportistas para obligar a este sector a brindar un servicio óptimo a sus compatriotas? El empoderamiento del neoliberalismo de la mente y accionar de los venezolanos es muy peligroso porque nos estamos destruyendo nosotros mismos y al mismo tiempo hundiendo a Venezuela. Aunque no lo vemos nos aliena, aunque es la nada es la destrucción de todo. Despertar la consciencia del ser humano es ver al otro, a tu prójimo, de manera diferente; es poder ver su alma y su sensibilidad; es sentir la unidad con el todo y respirar paz y tranquilidad; es apreciar la vida propia y ser protagonista de ella; es ver la magia de la existencia y el milagro de estar vivo; es respetar tu lugar de origen, tus ancestros, de dónde venimos para estar en sintonía con el universo. Aún estamos a tiempo de dar algo, de aportar algo nuevo, de empezar a cambiar para ser mejores ciudadanos. Si no empezamos ya la madre tierra nos pasará factura. Es el momento, es la hora.
Licenciada en Administración
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