Celia Herrera.- Basta salir a la calle para notar las dificultades que está atravesando el ciudadano de a pie para trasladarse a su quehacer diario. El tránsito de los últimos tiempos está signado por escasas unidades de transporte público superficial, poco o muy mal mantenidas, que prestan un servicio nada cómodo y en horarios cada vez más reducidos. La escasez de repuestos, lo costoso de las reparaciones como el mantenimiento básico que supone el cambio de aceite del motor, ha reducido la flota de unidades hasta en un 75% en algunas rutas. El mal estado de las vías, la escasa a ninguna iluminación, el azote del hampa desbordada, son algunas causas de la desolación en calles y aceras en cuanto empieza a ocultarse en sol.
De acuerdo con un estudio de movilidad efectuado en la Región Metropolitana de Caracas que comprende 17 municipios, para el 2007, cerca de 63% de los usuarios se trasladaban en transporte público, un 17% a pie y un 19% en vehículos privados. Es obvio que para estas fechas la situación debe haber cambiado, por la reducción del parque automotor que se observa en la circulación, la migración de usuarios de vehículos particulares hacia el modo público, entre otras razones, como el deterioro de la economía que sin duda ha afectado la dinámica de los nuevos tiempos, en que los ciudadanos reducen sus desplazamientos a los estrictamente necesarios para lograr algunos ahorros en recursos, que bien pueden emplear para alimentación y medicinas.
Se ha insistido en la necesidad de atender a la movilización de un mayor número de personas en menos unidades, en condiciones equidad, con comodidad y seguridad, mediante la incorporación de los denominados sistemas de transporte masivo superficial con canales exclusivos tipo BusCaracas, y más allá un futuro de transporte promisorio supondría previamente alcanzar una planificación y ordenación del territorio que comprende la Región (Caracas, Altos mirandinos, Valles del Tuy, Municipio Vargas, Guarenas-Guatire), para lograr el balance entre población y empleo que redujera la demanda de viajes.
Paradójicamente, hemos pasado de flotas de autobuses de gran capacidad en la década de los años sesenta y setenta, a los minibuses en los ochenta y noventa, al mototaxi en pleno siglo XXI y más recientemente a las denominadas “perreras”, cuyo nombre da cuenta de la calidad del servicio que se presta: el traslado de ciudadanos en condición de animales; solución que ahora incluso se auspicia por funcionarios de estado como propuesta de transporte. Para que el futuro que nos alcance no sea el de la carreta, “actívese e involúcrese”.
Celia Herrera | acuerdosocialvenezuela@gmail.com
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