Clara Nieto
Mi relación con Fidel Castro y mi interés
por su Revolución ha sido larga y significativa. En la década de los
años 60, como diplomática colombiana ante la Organización de las
Naciones Unidas (ONU), pude apreciar la dimensión de su figura en el
ámbito internacional y el poder de sus palabras.
Sus contundentes discursos, acusaciones y
denuncias contra Estados Unidos y sus críticas del mundo, hacen
historia. Luego, desde 1977, durante cinco años al frente de la embajada
de Colombia, y de la Oficina Regional de la UNESCO en La Habana,
conozco por dentro la Revolución.
A Fidel lo veo por primera vez en
septiembre de 1960, en Nueva York, con motivo de la XV Asamblea General
de la ONU, donde están presentes, por vez primera, los principales
líderes del bloque comunista.
La prensa neoyorquina recibe con dureza a
Fidel, enemigo número uno de su país, y así tratan a su delegación. Se
alojan en el Hotel Theresa, en Harlem, un escándalo, pero allí llegan
líderes mundiales a saludarlo. Fotos van y vienen de Nikita Krushchov,
Jawaharlal Nehru, Kwame Nkrumah y Malcolm X con Fidel.
El 26 de septiembre pronuncia un discurso
memorable. El recinto y las tribunas del público y de la prensa están
repletos. Tal aglomeración no es usual en la ONU, comentan los guardas.
Fidel convoca al mundo. Habla cuatro horas y media y treinta veces lo
interrumpen fervorosos aplausos.
Hace duras denuncias contra el
imperialismo de Estados Unidos, condena la situación mundial donde
reinan la desigualdad, el colonialismo, el neocolonialismo, el
militarismo, los grandes monopolios, el fascismo; explica las medidas
que toma para reversar la situación de explotación que existe en Cuba, y
como con la reforma agraria “surge la primera dificultad verdadera” con
Estados Unidos.
El pago que Estados Unidos exige por las
tierras, propiedad de sus monopolios, pero necesarias para resolver el
problema de 200 mil familias campesinas sin tierra, es inaceptable.
Responde con agresión económica, 60 ataques de aviones piratas a sus
centrales azucareros, con saldo de víctimas, y da el zarpazo mayor: la
reducción substancial de cuota azucarera cubana, principal producto de
exportación, base del desarrollo del archipiélago.
Fidel advierte a los delegados que esos
problemas que ha tenido Cuba los tendrá cualquier país que trate de
nacionalizar productos que le interesen o que intente una “justa”
reforma agraria.
Condena las guerras: “¡Desaparezca la
filosofía del despojo y habrá desaparecido la filosofía de la guerra!”;
lee la parte esencial de la Primera Declaración de la Habana (1960),
otra denuncia contra la explotación y las agresiones del Imperio contra
Cuba; ahí termina diciendo: “Esta es la línea del Gobierno
revolucionario que algunos querían conocer”.
La Asamblea de la ONU en pleno, y de pies, lo ovaciona largamente. Los guardas dicen no haber visto antes nada semejante.
Su visión del mundo es internacionalista,
de inmediato abre embajadas en África y en Asia, estrecha relaciones
con sus mandatarios, da ayuda a los movimientos de liberación nacional,
envía médicos, técnicos, educadores donde son necesarios, y recibe miles
de becarios.
En 1975 envía tropas a Angola, la
Operación Carlota, en la guerra contra Sudáfrica, es una ayuda de gran
envergadura que dura 16 años. Desde La Habana, Fidel dirige la batalla
final en Cuito Cuanavale.
En 1977 envía tropas a Etiopía, en guerra
contra Somalia, y la derrotan al año. Más tarde, reconoce haber dado
ayuda y armas a guerrillas latinoamericanas.
Su internacionalismo, de enorme magnitud y
grandes logros para un pequeño país, le da a Cuba un lugar prominente
en el concierto mundial. Y Fidel crece por su liderazgo, respetado y
admirado por los logros en salud, educación, alfabetismo, y por su valor
y dignidad para enfrentar la agresión constante de la superpotencia
mundial. Hacer un recuento de lo que esta ha sido, abisma por su exceso.
Después de 19 años, en octubre de 1979,
Fidel vuelve a la ONU como presidente del Movimiento de los No
Alineados, y lo reciben con una ovación. El 12 presenta a la XXI
Asamblea General los resultados de la VI Cumbre, celebrada días antes en
La Habana. Habla dos horas.
Expone los principios que rigen al
Movimiento “contra el sistema injusto y desigual que hoy existe”;
plantea la esencia de los problemas y conflictos que aquejan a los
países del Tercer Mundo, propone medidas para hacer frente a la crisis
económica mundial y enumera una serie de situaciones existentes en ese
campo que deben terminar.
Concluye con su gran propuesta, que ha
planteado un mes antes en esa Cumbre: los “ricos imperialistas” deben
conceder al Tercer Mundo, por diez años, 300 mil millones de dólares,
para que los países, carentes de medios, logren su desarrollo. Otra vez
la Asamblea lo ovaciona de pies, largamente.
De los nueve mandatarios que mantienen el
bloqueo económico y una política de hostilidad hacia Cuba, el más tenaz
es Ronald Reagan (1981-1989). El militarismo y la agresión están en
auge; prende “sus guerras” anticomunistas en Centroamérica, invade a
Granada después del asesinato de Maurice Bishop, aliado de Cuba. Los
cubanos que están construyendo el aeropuerto internacional, luchan
contra las fuerzas invasoras, y mueren 24.
En el homenaje que les rinden en la Plaza
de la Revolución, en La Habana, Fidel destaca su resistencia y
heroísmo, y denuncia la manipulación y las mentiras de Reagan para
presentar esa invasión, “sorpresiva y traicionera”, como un triunfo.
Estados Unidos veta la resolución de condena del Consejo Seguridad, pero
la Asamblea General, por amplia mayoría, adopta otra con un texto
semejante. Fidel pronuncia palabras de homenaje a sus muertos y concluye
con la expresión usual: “Patria o Muerte, Venceremos”.
Por los avances para lograr una sociedad
igualitaria, situación inexistente en el resto del continente, y su
resistencia frente al Imperio, Cuba es ejemplo y referente para otros
procesos.
Mandatarios de la región, apoyados por
sus pueblos, inician en el año 2000 el proceso de cambio y de
integración, con exclusión de Estados Unidos. Hugo Chávez, presidente de
Venezuela, y Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, son sus grandes
impulsores.
Por quebrantos de salud Fidel entrega el
poder a su hermano Raúl, en febrero del 2008, pero sigue presente en su
columna en el diario Granma, “Reflexiones del Compañero Fidel”.
Cuando viene el anuncio histórico del
restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, en julio
del 2015, Fidel por seis semanas guarda un enigmático silencio. Luego,
en una carta a una federación de estudiantes, dice: “No confío en la
política de Estados Unidos, ni he intercambiado una palabra con ellos,
sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución
pacífica de los conflictos”.
Desde el triunfo de la Revolución hasta
su muerte, el 25 de noviembre del 2016, han desfilado por La Habana
gobernantes y personalidades de todos los continentes, de distintas
tendencia políticas e ideológicas, a presentar sus respetos a Fidel.
Los anticastristas cubanos, y personajes
de derecha, con ruidoso regocijo celebran en Miami “la muerte del
dictador”. Mientras que en Cuba, el pueblo entero doblado de dolor, lo
despide. Adiós a Fidel. Mandatarios y personalidades de todas partes van
a Santiago de Cuba, donde reposaran sus cenizas, a despedirlo. Y en
Nueva York, la Asamblea General de la ONU, guarda un minuto de silencio
en su memoria. Se ha ido un líder único e irreemplazable, eso lo saben
todos.
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