BEATRIZ AIFFIL/ COLECTIVO TRENZAS INSURGENTES
Desde aquella tatarabuela de la que no se sabe más que fue una “doncella principal”, como se señaló en algún documento, un velo de misterio cubre la historia familiar del Libertador. Sin negar la posibilidad de otros secretos, éste en particular es sobre el cual más se ha especulado. De la tatarabuela a la bisabuela María Josefa de Marín y Narváez, y luego a la abuela María Petronila de Ponte y Marín, madre de Juan Vicente Bolívar y Ponte.
La mitad de los padres de los tatarabuelos de Simoncito había nacido en Venezuela entre los siglos XVI y XVII, justamente en el tránsito de la conquista al establecimiento de la colonia cuando aún no existía la odiosa costumbre de blanquearse ni de probar la pureza de sangre. De los 32 hay 10 de quienes nada se sabe. En cuanto a los tatarabuelos, sólo de una nada se supo o nada se quiso saber. Se trata de la supuesta “doncella principal”, madre de María Josefa de Marín y Narváez.
Cuando nace María Josefa, a finales del siglo XVII (1668), las cosas han cambiado y la mojigata sociedad caraqueña está plagada de racismo y discriminación. El secreto familiar probablemente relacionado con la raza, va a implicar que su padre, Francisco de Marín y Narváez, dueño y señor de las minas de Cocorote, no se case y que la bebé sea separada de su madre y enviada a un orfanato. Sin embargo le da los apellidos y se convierte en su única heredera.
Pero más allá de las tragedias y tristezas de María Josefa, es importante reflexionar acerca de la perversa utilización que hicieran de este enigma los enemigos de Bolívar. Más increíble aún es que hoy en día se eche mano de la filiación étnica para deshonrar a una persona o, en caso contrario, para defender su “pureza”. Sin embargo hemos visto cómo algunos personajes de la política venezolana tratan de eximir al Libertador de la posibilidad de haber tenido alguna traza africana o indígena en su sangre, como si eso lo convirtiera en un ser indigno de respeto y admiración.
María Josefa
Agua para limpiar vergüenzas, para lavar la negritud el agua. Agua para tapar el escándalo, de pila bautismal agua bendita baña de pureza lo supuestamente impuro: el origen ignoto de mi madre.
Josefa María ella, María Josefa yo. Su dulce nombre revuelto por el viento sale de la boca del blanco hombre de sotana y sus ojos corrompidos condenan el pecado.
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