martes, 5 de abril de 2016

El horrible crimen de San Cristóbal y sus horribles implicaciones

Clodovaldo Hernández
Hechos criminales como el perpetrado en San Cristóbal contra dos jóvenes funcionarios policiales son horribles por sí mismos y horribles por lo que traen consigo, por lo que implican, por lo que arrastran.
El momento, que quedó registrado en varios videos, fue escalofriante, revelador del grado de odio que se acumula en algunos corazones. Pero tan grave como el acontecimiento en sí es lo que demuestra. Las expresiones que vertieron personas comunes y corrientes a través de los comentarios en medios digitales y redes sociales son verdaderamente patéticas.
Leí apenas por encima, pues no soy bueno aguantando nauseas, y quedé estupefacto. Encontré comentarios según los cuales los demás venezolanos deberían ser tan “valientes” como los guarimberos tachirenses, en especial como el héroe de la buseta. “Ojalá todos en Venezuela tuvieran las bolas que tienen los gochos”, decía uno de los tantos mensajes. Otros señalaban que ese tipo de trato es el que se merecen los policías por respaldar al comunismo madurista.
Revisando aquella ristra de maldiciones me quedó claro que el odio que hace posible que un estudiante embista y le pase por encima a dos compatriotas con un autobús es el mismo odio que permite que ciudadanos tranquilos, tal vez padres o madres de familia, gente que va a misa los domingos y hasta comulga, escriba frases de aprobación y de admiración por los autores de semejante crimen.
Otro aspecto que viene como complemento del acto sangriento es la descarada manipulación de los medios de comunicación de la derecha nacional y global. El día del doble asesinato hicieron todos los esfuerzos al alcance de su astucia para ocultar la verdad. Uno de estos medios exhibía el siguiente titular: “Mueren dos policías por arrollamiento en Táchira”. De esta manera, un homicidio alevoso quedó convertido en un accidente de tránsito.
Luego, como le resultó muy difícil seguir tapareando lo ocurrido, el diabólico aparato mediático y de redes sociales se dedicó a una de sus tretas favoritas: acusar al chavismo de los actos bárbaros cometidos por sus propias criaturas. Cuentan, claro está, con la incondicional credulidad de los disociados psicóticos que repiten una y mil veces esas falsas versiones y –lo más importante– se las tragan.
Al darse cuenta de la magnitud del crimen cometido en la ciudad andina, una parte de la dirigencia política de la contrarrevolución, que ese mismo día aprobó la Ley de Amnistía, intentó establecer diferencias entre el atroz suceso y los delitos que pretenden ser perdonados por el referido instrumento jurídico.
Se trata de otra gran manipulación, pues no hay diferencia alguna. Los hechos de abril de 2002, de los que ahora se cumplirán 14 años; los hechos de abril de 2013 (la famosa calentera de Capriles); los contumaces desórdenes de febrero a junio de 2014 fueron idénticos al episodio del atropellamiento de los policías: gente inyectada del odio más profundo que dio rienda suelta a sus bajos instintos con el visto bueno de una dirigencia que los estimula a actuar y luego –para colmo de nausea– se lava las manos.

Clodovaldo Hernández

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