jueves, 28 de abril de 2016

Extraña cobardía

Carola Chavez.


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El 19 de abril, la MUD convocó a una gran marcha -¡ejem, ejem!- mejor un cabildo, sí, un cabildo abierto, una cosa más representativa de la fecha que se conmemora. ¿Qué se conmemora? –Preguntó Capriles, a quien nadie le para y se quedó con la duda forever, poniendo la torta a la hora de su brevísimo discurso cuando del 19 de abril solo pudo decir que “en este día de… este día de… bueno, esta fecha patria.”
Cabildo abierto en un sitio cerrado, convocatoria de esta extraña unidad que pone a Capriles a balbucear allá en la tarimita, mientras que afuera, los guarimberos leopolderos y los adecos cabilleros gritaban que no querían cabildo, sino que querían calle, ca-lle, ca-lle, “hasta que se vaya este gobierno”. Cuatro energúmenos que quieren calle pero no hallan como llenarlas porque ya casi nadie, por muy antichavista que sea, se emociona con esa “calle” que significa guarimba, encierro, encapuchados secuestrando sus propias urbanizaciones, y aquel humero, y aquella zozobra; hasta la Plaza Brión, eso sí, porque más allá está el abismo.
Como si los adecos y leopolderos no estuvieran afuera saboteando esa unidad que no se une ni con saliva de loro, tomó la palabra Chuo para hacer lo que hace Chuo: dar pena. Con cara de arrechito, se dirigió a los chavistas en lo que él considera un discurso de brazos abiertos, de hermanito vente para acá. Nos instó Chuo, desgañitándose y meneando amenazante sus dedos de topochos pasaos, a dejar la cobardía y a unirnos a la gran familia Polar, -perdón- la familia de la transición. Nos aseguró que no habría cacería de brujas cuando ellos tomaran el poder, pero eso sí, si saltábamos la talanquera, ya, antes de que se arme el zaperoco. Si no lo hacemos, si nos negamos a claudicar, lo que nos pase, bueno, ya no será culpa de Chuo porque él nos dio la oportunidad de correr hacia él como valientes gallinas traidoras. Guerra avisada…
Cobardes, nos llamó envalentonado a la sombra del Tío Sam. Cobardes porque no traicionamos nuestras convicciones, porque no renegamos de Chávez ni de nosotros mismos, porque no nos entregamos con la cabeza gacha, pidiendo perdón por haber luchado, porque no le ponemos al enemigo la papita pelada a cambio de que, un día, no vengan por nuestras cabezas. Extraña cobardía esta que no sabe vivir si no es luchando.

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