Se quitó la careta y ha desatado los demonios
1) Pocas veces en nuestro país se había
anunciado un golpe de Estado de manera tan clara -incluso a plazo fijo-
y, al mismo tiempo, tan elusiva como hoy se plantea.
Nunca se vio tanta determinación, por cierto, enmascarada, a saltarse la Constitución.
Hay toda una campaña destinada a presentar la ruptura del orden
constitucional como algo normal. La opción sería el revocatorio
presidencial, pero, curiosamente, solo se alude tangencialmente la
figura que consagra la Carta Magna. Se recurre para ello a un lenguaje
caracterizado por la ambigüedad, que no define cómo se lograría la
salida de Nicolás Maduro de la presidencia de la República. Desde la
renuncia hasta una constituyente.
2) Quizá para no develar las verdaderas intenciones, se usan palabras tranquilizadoras. Ejemplo: que la fórmula sería “pacífica, cívica, democrática y constitucional”.
¿Quién se traga ese cuento? Porque lo único que prevé el ordenamiento
constitucional venezolano en esta materia -y establece las condiciones-
es el revocatorio. ¿Qué otra alternativa existe para revocar el mandato a
un jefe de Estado electo por el pueblo, con las características ya
señaladas? ¡Ninguna! Salvo que se invoque como precedente la decisión
cuartarrepublicana del Tribunal Supremo de entonces de que los golpistas
del 11-A habían actuado “preñados de buenas intenciones”.
3) Se habla de un plazo de seis meses
para impulsar el mecanismo que saque a Maduro de Miraflores. Tal es el
anuncio que da inicio a la campaña. Luego se señala que el referido
plazo puede cumplirse en cualquier momento, y en reiteradas
oportunidades se comenta que “no se ve llegar a Maduro al final
del período constitucional, ya que dejarlo tres años más en el gobierno
sería una irresponsabilidad”, manifiesta el presidente de la
Asamblea Nacional, Ramos Allup. O sea, una especie de nueva doctrina
constitucional que consistiría en que es irresponsable que un presidente
legítimo termine su mandato. La proyección de semejante aseveración
acaba con el Estado de derecho y dinamita el orden constitucional de
cualquier nación.
4) Una oposición ensoberbecida con la
victoria del 6-D cree que está a las puertas del poder. Esa percepción
la conduciría, de nuevo, a la aventura. Pero se equivoca otra vez al
pensar que el resultado de las parlamentarias, en las cuales la gente
emitió un voto individualizado por diputados, signifique que están dadas
las condiciones para desalojar del cargo a un mandatario electo por el
pueblo y con amplio apoyo político, social y militar. Esa posibilidad
solo pasa por un revocatorio, que es lo previsto en la Constitución y no
por cualquier otra opción como se anuncia con extrema ligereza. Al
igual que en otro contexto, pero al calor del mismo extravío
antidemocrático, se produjo el 11-A (también el golpe petrolero y el
guarimbero). La oposición -la misma de ahora- imaginó que el gobierno de
Chávez, sometido a una feroz campaña mediática de descrédito, con el
puntofijismo conspirando, al igual que la jerarquía de la Iglesia,
Fedecámaras y altos mandos de las Fuerzas Armadas, estaba de a toque y
tan solo restaba el empujón final. Toda Venezuela recuerda el resultado
como uno de los peores errores políticos que registra la historia.
5) Los que en la oposición conservan vivo
en la memoria aquel episodio y temen repetirlo; que ahora actúan con
sensatez; que son partidarios de cuestionar al gobierno y al mismo
tiempo dialogar; de respetar la realidad política y los lapsos
electorales para la renovación de los poderes públicos, enfrentan de
nuevo el dilema de rechazar la desesperación por quemar etapas que solo
conduce a la aventura o a plegarse dócilmente.
6) Pero más allá del debate y decisiones
de las cúpulas, tengo la convicción de que, en medio de la crisis, los
venezolanos quieren que se respeten las reglas de juego. Que prive la
Constitución. Que haya paz. Colaboración de los poderes públicos.
Recuperación económica con participación de todos. Por muchas razones.
Pero en especial -y es lo que priva- porque, salvo los soberbios
envanecidos que no quieren darse cuenta de que Venezuela cambió, la
percepción que tiene el ciudadano de a pie es que cualquier intento por
consumar una salida extraconstitucional conduciría a un enfrentamiento
cruento entre venezolanos. Ni los golpes blandos, ni los disfraces
carnavalescos utilizados para confundir, ni los golpes violentos pueden
darse impunemente. En tales circunstancias, cada quien debe estar
consciente de lo que expone y a lo que se arriesga.
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