Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
Al
principio no creímos la noticia, removía todo lo aceptado hasta ahora,
pero fue tanta la insistencia y tan alto el rango del mensajero que
empezamos a dudar y aceptamos reunirnos con él. Concertamos una
entrevista en un conocido restorán de Caracas.
Llegó
puntual, saludos, presentaciones, pedimos algo de beber, sacó una
libreta un poco ajada y habló nervioso, como desprendiéndose de un gran
peso:
“El
Comandante comenzó a redactar un documento poco antes de aquel 8 de
diciembre, al terminarlo sacó cuatro copias, ‘como los puntos cardinales
y los evangelios’, dijo.
Poco
tiempo después, una madrugada, el Comandante me llamó y me ordenó que
repartiera las copias de aquel documento: ‘Voy a morir, lo sé, lo vi en
la cara de Fidel cuando vino; tú, mi fiel, eres el encargado de llevar a
estos escogidos el Testamento’. Me hizo leerlo, intenté, pero no
contuve el llanto. Me puso la mano en un hombro y me ordenó: ‘debes
velar porque los depositarios cumplan al pie de la letra mis
instrucciones’.
Llevé
el Testamento a los depositarios: un militar, tres civiles, y una
mujer; al entregarles el documento lloraron, la señora no tenía
consuelo, me costó calmarla. Todos juraron cumplir con las
instrucciones.
Aquí tengo el borrador que guarde para mí. Leeré los puntos".
Antes oír los puntos, lo interrumpí, no resistí la tentación:
-¿Quiénes son los depositarios? -pregunté
-Perdóneme, pero juré no mencionar nombres hasta que no llegara el tiempo
-¿Cuándo será el tiempo?
-Cuando los elegidos lo consideren
Respeté la decisión del Comandante, y con un gesto lo invité a leer el Testamento.
Y leyó:
1.-
Si este Testamento es conocido por el pueblo humilde significa que la
Revolución está en serio peligro o ya ha sido derrotada.
2.-
Fui asesinado, que nadie lo dude. Este asesinato debe investigarse, es
fundamental para el destino de la Revolución, mi muerte es un crimen de
guerra y así debe ser considerado. De esta manera se repolarizarán los
campos, los burgueses enfrentados a los revolucionarios. En el
enfrentamiento, la Revolución se fortalece, se define.
3.-
Vendrán épocas difíciles, la mentalidad burguesa en época de crisis
arremete contra los humildes, los culpa de sus penas. Cuidado, bajo
ninguna excusa se debe atacar a los humildes, al contrario, atraer a los
confundidos, convencer a los incrédulos. Maldito el soldado que dispare
contra su pueblo humilde.
4.-
La Revolución debe entrar en otra etapa, basar su apoyo en el espíritu y
no en lo material. Lo material es breve, y fantasea el apoyo, las
grandes revoluciones las hace el corazón y no el estómago. Mi General
Bolívar no hubiese podido cruzar Los Andes en base a lo material, al
contrario le infundió coraje a esos soldados con sus Arengas que aún
retumban en la Cordillera.
5.-
Mantengan la fraternidad con la Revolución Cubana, recuerden siempre
que la Revolución Cubana define el rumbo de pueblos y hombres.
6.-
Cuidado con el reformismo, nunca piensen que está vencido, el mundo y
nuestro interior son cultivo para su crecimiento, ninguna revolución
está a salvo de esa bacteria. Vigilancia permanente, como decía el Che.
Revisen, revísense, cómo viven los cuadros, cómo visten, los relojes,
los carros, hasta lo que beben, las fiestas.
7.-
Ahí les dejo a esa muchachada que son como mis hijos, que se mantengan
unidos, eviten el canibalismo que es propio del poder, ejerzan el perdón
cristiano que es revolucionario. Al pueblo humilde le digo: es posible
que los muchachos se equivoquen, pero no dejen de apoyarlos. Ellos, sólo
ellos pueden rectificar, oblíguenlos a rectificar, no le den la espalda
que será peor. Cuídenlos de los aduladores, esos son veneno para una
Revolución. Critíquenlos, ayúdenlos.
8.-
Luchen con visión planetaria, la aldea es contrarrevolucionaria, sólo
la grandeza construirá obras grandes. Sean ejemplo para el mundo, no se
conformen con menos.
9.- No le teman a la derrota. Si las ideas son correctas, siempre vendrá tarde o temprano la victoria de la luz.
10.- Desde donde esté los acompañaré en la batalla, no los abandonaré nunca.
El
fiel mensajero cerró la libreta, y afirmó: “hay más puntos pero son más
que todo instrucciones para los depositarios”. Después no se habló más,
se lloró y nos fuimos. Pero antes, le insistí en el nombre de los
depositarios:
“Sólo
le puedo decir que uno es militar, de los civiles uno está afuera y uno
sigue en el gobierno; un familiar cercano y una mujer, que aislada,
regresó al llano a apagar candelitas”.
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