Las elecciones de ayer representan un momento crucial del cambio político en España, sin precedentes desde la Transición. Hay dos elementos que revelan la profundidad del proceso que avanza.En
primer lugar, las grandes ciudades han representado, una vez más en la
historia de nuestro país, la locomotora de la transformación política.
Los resultados tanto de las candidaturas de unidad popular por las que
apostamos en nuestra Asamblea de Vistalegre, en ciudades como Madrid,
Barcelona, Zaragoza, Coruña, Oviedo, Compostela o Cádiz, de Compromís en
Valencia, así como los resultados de Podemos en las ciudades y grandes
poblaciones en las que también se podía votar en las elecciones
autonómicas, son reveladores. Podemos gana en Las Palmas de Gran
Canaria, en Parla, en Rivas, es segunda fuerza en Zaragoza, Palma de
Mallorca, Santa Cruz de Tenerife, Oviedo, Huesca, Teruel, Fuenlabrada,
Gijón o Avilés.
En el complejo ecosistema político de
Barcelona, la candidatura encabezada por Ada Colau ha ganado las
elecciones en un hecho sin precedentes en la historia política catalana.
El caso del municipio de Madrid ha sido insólito pues ha mostrado la
pasokización del PSOE en la capital de España. Si en algún lugar nuestra
apelación al voto socialista ha funcionado de forma arrasadora ese ha
sido Madrid, gracias a una candidata que ha sido capaz de sumar a los
apoyos consolidados de Podemos, los de buena parte del electorado
socialista, dicotomizando el escenario electoral de la capital.
En segundo lugar, aunque de manera más
lenta de lo que esperábamos y deseábamos, el bipartidismo ha dejado de
servir para entender el sistema de partidos en España. El PP y el PSOE
han tenido su peor resultado desde la Transición. Aunque resisten bien
en algunas de las comunidades autónomas menos pobladas, la política
española ha dejado de ser cosa dos partidos.
UPyD desaparece del tablero político
mientras que Izquierda Unida ha comprobado el contraste entre su
agotamiento histórico como proyecto político autónomo y la emergencia de
los espacios de protagonismo ciudadano como las candidaturas de unidad
popular y Podemos. Ciudadanos ha tenido un buen resultado, básicamente a
costa del PP, pero ha quedado muy alejado, tanto en los municipios como
en las comunidades autónomas, de las expectativas que había despertado
entre las élites y sus portavoces, que quizá inflaron de manera
contraproducente el fenómeno naranja tratando de ponerlo a nuestra
altura.
A falta de saber si habrá o no elecciones
en Cataluña, este panorama plantea un escenario inédito en nuestro país
para las elecciones generales, en el que la disyuntiva entre
continuidad o cambio constituirá el eje de la contienda. Es indudable
que el PSOE tratará de apuntarse al carro del cambio pero no lo tendrá
fácil; las generales concluirán en buena medida el ciclo político
abierto por el 15M y son el escenario natural para nosotros.
Tendremos que trabajar muy duro en estos
próximos meses y asumir las dificultades de gobernar y de llegar a
acuerdos, pero hemos salido más que vivos de un invierno en trincheras
enfangadas en el que nuestro adversario pensaba derrotarnos. Han sido
meses difíciles en los que hemos recibido golpes duros, pero hemos
sabido encajarlos afrontando con éxito estas elecciones y las andaluzas.
Debemos sin embargo tomar nota de algunas lecciones que han dejado tanto la campaña electoral como el resultado de los comicios.
Por una parte, tras estar a la defensiva
durante varias semanas, la recuperación de nuestro discurso de formación
que representa a las clases populares y la defensa de los derechos
sociales, poniendo en valor a los movimientos sociales, se ha demostrado
como el terreno favorable frente a la disputa por la novedad o la
regeneración. Aquí Ciudadanos no puede competir con nosotros.
Por otra, la denuncia de la corrupción
como modelo económico y político de las élites que encarna el PP,
dicotomiza el escenario electoral y sitúa la elección entre continuidad y
cambio en los términos en los que nos interesa. Aquí es el PSOE el que
no puede competir con nosotros.
Esos dos elementos (defensa de las clases
populares y denuncia de la corrupción como elementos inseparables) son
los que nos han permitido ser la única fuerza política estatal que ha
desafiado al bipartidismo en muchos municipios de nuestro país y que ha
quedado muy cerca de la segunda posición en comunidades como Aragón (a
poco más de 6000 votos del PSOE) Asturias (a 14.000 votos del PP) o
Baleares (a 18.000 votos del PSOE).
Debemos tomar nota también de la
importancia de los liderazgos y los estilos que sirven para ir más allá
de una identidad de partido. Podemos no puede ser en las generales un
partido más sino un instrumento abierto a la participación y al
protagonismo de todos aquellos que apuesten por el cambio.
Se acabó el invierno y llega una
primavera que nos llevará a Noviembre. El terreno nos es propicio y a la
presencia institucional sumamos la experiencia de combate. Toca salir
de las trincheras; quedan pocos meses para el cambio./Público.es
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