MARIADELA LINARES.
Podrían ser muchas, empezando por los principios éticos e ideológicos de cada quien
Podrían ser muchas, empezando por los principios éticos e ideológicos de cada quien. Cuando uno crece escuchando hablar de injusticias, de fusilamientos, de torturas, de desapariciones, y palpa que el mundo sigue igual, sin sensibilizarse, sin que siquiera se entere de lo que está sucediendo aquí cerquita; cuando más adelante, en la adultez, comprueba que el talento y la competencia no significan mucho frente a la viveza, el poder y el dinero, y que la estratificación social no está dada en función de las competencias sino de las propiedades, se produce la confrontación con un orden de cosas que está muy lejos de ser justo.
Hace pocos días la oposición montó tarima cerca para desarrollar una “asamblea” con vecinos de nuestra parroquia. Presenciamos el desfile de caras que hoy lideran la MUD. Animados por una dirigente curtida en el oficio escuchamos las razones de un RG Aveledo, instando a unos doscientos convencidos de que hay que votar, y no pudimos dejar de preguntarnos de dónde salió ese señor para erigirse en quien es hoy. Oímos a un alcalde metropolitano hablando de una Caracas que él ha gobernado en la cuarta y en la quinta, pero discurseando como quien no tiene responsabilidad alguna.
Vimos también a un Ismael García hablar de traiciones. Sí, señor, Ismael García dijo que Jorge Rodríguez había traicionado a Caracas. Nadie le susurró que, en su boca, ese término queda bastante mal. Y finalmente, la estrella: arropado y arrullado por las damas presentes, tomó la palabra un hombre flaco, pálido, desgarbado, a quien todos ovacionaron. Y ahí entendí el asunto. Mis apreciados vecinos estaban viendo a una figura que yo no encontré: una especie de Brad Pitt, por lo “buenmozo”; mezclado con Robin Hood, por lo “heroico”; devenido en un “superlíder político” que no encuentro con quién compararlo, para no herir susceptibilidades. No sé repetir siquiera qué dijo, porque lo único que me vino a la mente en ese momento fue el personaje aquel de “El diente roto” y su moderna versión en “Desde el jardín”.
Por muchos defectos, vicios y desviaciones que tenga este proyecto, uno no puede hacer otra cosa sino quedarse con él y ayudar a enderezarlo. Lo otro es el barranco mismo.
Mlinar2004@yahoo.es
Hace pocos días la oposición montó tarima cerca para desarrollar una “asamblea” con vecinos de nuestra parroquia. Presenciamos el desfile de caras que hoy lideran la MUD. Animados por una dirigente curtida en el oficio escuchamos las razones de un RG Aveledo, instando a unos doscientos convencidos de que hay que votar, y no pudimos dejar de preguntarnos de dónde salió ese señor para erigirse en quien es hoy. Oímos a un alcalde metropolitano hablando de una Caracas que él ha gobernado en la cuarta y en la quinta, pero discurseando como quien no tiene responsabilidad alguna.
Vimos también a un Ismael García hablar de traiciones. Sí, señor, Ismael García dijo que Jorge Rodríguez había traicionado a Caracas. Nadie le susurró que, en su boca, ese término queda bastante mal. Y finalmente, la estrella: arropado y arrullado por las damas presentes, tomó la palabra un hombre flaco, pálido, desgarbado, a quien todos ovacionaron. Y ahí entendí el asunto. Mis apreciados vecinos estaban viendo a una figura que yo no encontré: una especie de Brad Pitt, por lo “buenmozo”; mezclado con Robin Hood, por lo “heroico”; devenido en un “superlíder político” que no encuentro con quién compararlo, para no herir susceptibilidades. No sé repetir siquiera qué dijo, porque lo único que me vino a la mente en ese momento fue el personaje aquel de “El diente roto” y su moderna versión en “Desde el jardín”.
Por muchos defectos, vicios y desviaciones que tenga este proyecto, uno no puede hacer otra cosa sino quedarse con él y ayudar a enderezarlo. Lo otro es el barranco mismo.
Mlinar2004@yahoo.es
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