CAROLA CHÁVEZ.
Para recordar a Augusto no necesito aniversarios, a Augusto lo recuerdo desde que me despierto en la mañana, porque todas mis mañanas, durante los últimos seis años, fueron con Augusto.
Para recordar a Augusto no necesito aniversarios, a Augusto lo recuerdo desde que me despierto en la mañana, porque todas mis mañanas, durante los últimos seis años, fueron con Augusto. No hay fechas para extrañarlo, a Augusto lo extraño todos los días aunque, por alguna razón, ha sido ahora en agosto cuando más falta me ha hecho Augusto.
Desde que Augusto se fue soy como una huérfana calzando unos enormes zapatos que solo él sabía llenar. Ahora calzarlos yo solita, por momentos, me hace sentir que no tengo tanto pie. ¡Me falta tanto de Augusto!
Me falta su voz tronante, su tino sin pelos en la lengua. Me falta su irreverencia, su sabiduría, enciclopedia de la política contemporánea con extenso y jugoso índice chismográfico, Augusto y su buena memoria y su bendita lengua afilada. Me falta ese no tener nada que perder, ese Jalisco no te rajes, ese que me quiten lo bailao.
Augusto invocaba a su compinche, el poeta Lira Sosa, en una especie de conjuro bonito que le escribía cada año y en el que le pedía para sí un poco de su poesía. Yo invoco a mi compincho Augusto cada día, para que me dé un poco de su fuerza, un poco de su rabia, un poco de su desconfianza, de sus dudas, de sus certezas, un poco de su terquedad… que me dé toneladas de su ironía.
Quisiera, desde mi infantil desamparo de carajita cuarentona, volver a mis mañanas luminosas con vista al mar, con papelón con limón helado, con palabras sabias, con buenos y malos consejos, con sonoras carcajadas, con esas miradas de admiración que solía echarte, con ese rubor tuyo cuando te las echaba. Quisiera tanto poder tenerte, Augusto, en este año de terribles ausencias. Tu ausencia, Augusto Hernández, compincho mío, papá mío.
Agosto sin Augusto, como todos los meses que han pasado, como todos los meses que vienen, llenitos de cosas que no podré comentarte, que no podrás comentarme, llenitos de discusiones que no tendremos. El resto de mi vida para hablar contigo, imaginando que me contestas. Aquí, sin ti, escribiendo en tu columna de los lunes, haciendo tu Juego de Palabras, tratando de llenar los enormes zapatos que en herencia me dejaste.
Con mi duelo de mecha lenta, sumado a otro doloroso y profundo duelo, este agosto, más que nunca, me haces tanta falta Augusto.
carolachavez.wordpress.com
Desde que Augusto se fue soy como una huérfana calzando unos enormes zapatos que solo él sabía llenar. Ahora calzarlos yo solita, por momentos, me hace sentir que no tengo tanto pie. ¡Me falta tanto de Augusto!
Me falta su voz tronante, su tino sin pelos en la lengua. Me falta su irreverencia, su sabiduría, enciclopedia de la política contemporánea con extenso y jugoso índice chismográfico, Augusto y su buena memoria y su bendita lengua afilada. Me falta ese no tener nada que perder, ese Jalisco no te rajes, ese que me quiten lo bailao.
Augusto invocaba a su compinche, el poeta Lira Sosa, en una especie de conjuro bonito que le escribía cada año y en el que le pedía para sí un poco de su poesía. Yo invoco a mi compincho Augusto cada día, para que me dé un poco de su fuerza, un poco de su rabia, un poco de su desconfianza, de sus dudas, de sus certezas, un poco de su terquedad… que me dé toneladas de su ironía.
Quisiera, desde mi infantil desamparo de carajita cuarentona, volver a mis mañanas luminosas con vista al mar, con papelón con limón helado, con palabras sabias, con buenos y malos consejos, con sonoras carcajadas, con esas miradas de admiración que solía echarte, con ese rubor tuyo cuando te las echaba. Quisiera tanto poder tenerte, Augusto, en este año de terribles ausencias. Tu ausencia, Augusto Hernández, compincho mío, papá mío.
Agosto sin Augusto, como todos los meses que han pasado, como todos los meses que vienen, llenitos de cosas que no podré comentarte, que no podrás comentarme, llenitos de discusiones que no tendremos. El resto de mi vida para hablar contigo, imaginando que me contestas. Aquí, sin ti, escribiendo en tu columna de los lunes, haciendo tu Juego de Palabras, tratando de llenar los enormes zapatos que en herencia me dejaste.
Con mi duelo de mecha lenta, sumado a otro doloroso y profundo duelo, este agosto, más que nunca, me haces tanta falta Augusto.
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