lunes, 3 de junio de 2013

Twitter no tumba gobiernos.

Una cosa es querer estar al día en materia tecnológica y otra muy distinta pretender que por esa vía se le llega a la gente de verdad y se cambian las cosas. 

La llamada "primavera árabe" se produjo por la combinación de un montón de circunstancias, entre las cuales Internet sirvió de vehículo de comunicación. Pero las condiciones estaban dadas con anterioridad y no tienen nada que ver con las nuestras.

Aquí el asunto es diferente. Vivimos en un país democrático, con plena libertad de expresión. Que Globovisión haya cambiado de manos y los nuevos propietarios pretendan tener un canal informativamente más equilibrado, no significa que sea chavista, como no lo son ni Televen ni Venevisión, ni de lejos. 

De manera que no comprendemos el duelo que les produce la salida de algunos programas. Si lo sintonizan o no, es su problema. Ahora se refugian en Internet, como si alguien les hubiese coartado su derecho a decir lo que siempre han expresado de viva voz. 

Reciclan sus propios mensajes de forma que el que origina uno, termina recibiéndolo luego como una novedad. Sin quererlo, se cuentan. Los comentarios más leídos llegan a alcanzar unas decenas de miles. Pero ¿eso es el país? ¿Tuiter sube cerro? ¿Los campesinos y los indígenas tienen "android"? No. Tres veces no.

Lo malo es el autoencrespamiento que se produce entre ellos. Todo lo politizan y por consiguiente se amargan. Seguimos con el calvario de la intolerancia. 

Ahora hasta la gripe es culpa del chavismo y si uno lee prensa foránea cree que en Venezuela tenemos una epidemia. 

¿Quién termina pagando los platos rotos? Los bolsas que salen a saquear farmacias en busca de tapabocas que no resuelven nada. Mientras Maduro y su equipo llevan su plan de gobierno casa por casa, escuchando a la gente, recibiendo quejas y reclamos por montón, oyendo sugerencias, en fin, gobernando en la calle, los otros andan de gira por el exterior tratando de crearnos problemas diplomáticos. 

El Presidente tiene que aprender el duro trabajo de no comer casquillo, no caer en provocaciones, hablar menos y hacer más; definir su propio estilo y dejar que las cosas se caigan por su propio peso. A punta de mensajitos, aquí no se tumba a nadie.

Mariadela Linares 
mlinar2004@yahoo.es

Mariadela Linares

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