martes, 6 de enero de 2009

Sionismo y Bolivarianismo: dos visiones con principios y valores contrapuestos

Hernán Mena Cifuentes

La historia registra en sus anales casos de Estados y gobiernos cuyos dirigentes, siguiendo ideologías, doctrinas y sistemas opuestos, signados unos por el amor, la solidaridad y el altruismo y otros por el odio, la mezquindad y el egoísmo, llegan a una encrucijada donde toman caminos diferentes, el que conduce a la vida y a la paz para sus pueblos y para el resto del mundo y el que lleva a la guerra, a la destrucción de otros pueblos y finalmente a su propia muerte. Esa es la diferencia existente entre la ideología del bolivarianismo del Estado y gobierno socialista de Venezuela y el Estado y gobierno sionista y colonialista de Israel y sus líderes, con principios y valores éticos y morales diametralmente opuestos, lo cual se hizo aún más evidente en los últimos días tras la nueva espiral de destrucción y muerte desatada por el genocida ejército israelí contra el pueblo palestino, en contraste con la humanista política de paz, solidaridad, y amor desplegada por la revolución bolivariana. Otro aspecto que marca esa desemejanza, es que, mientras el bolivarianismo se basa en el ideal libertario de Simón Bolívar, impulsor de integración y bienestar de pueblos, el sionismo propicia la anexión ilegal de territorios bajo la premisa asentar a los judíos en la tierra prometida, sin importar que fuera a cambio del dolor y sufrimiento de otro pueblo, expulsado a sangre y fuego de su hábitat milenario y arrinconado en campos de refugiados, ghetos donde sigue siendo masacrado con mas crueldad que antes. Y es que la tragedia humana que desde hace 60 años vive el pueblo palestino tras la creación del Estado de Israel, alcanzó a partir del pasado 27 de diciembre un clímax de horror indescriptible con la masacre perpetrada impunemente por la soldadesca sionista en complicidad con EEUU y la Unión Europea, realizada ante la cobarde actitud asumida por la ONU y algunos países árabes y de otras partes del mundo que observan impasibles cómo se masacra a miles de hombres, mujeres y niños. A la ofensiva aérea sionista sobre Gaza, que durante una semana de horror causó la muerte de centenares de seres humanos, le ha seguido la invasión por tierra con miles de soldados con el apoyo de cientos de tanques y otros blindados que han dejado hasta ahora un saldo de más de medio millar de muertos y cerca de tres mil heridos, muchos de ellos sin esperanza de sobrevivir, pues los invasores no permiten el ingreso de la Cruz Roja con sus médicos y medicamentos, en otra flagrante violación de los Derechos Humanos. Se trata del capítulo más reciente de la horrenda historia escrita con el dolor y la sangre por un pueblo inocente que se resiste a doblegarse ante la fuerza y el poder de un Estado creado, financiado y armado por el Imperio para servir de cabeza de playa y punta de lanza en una región de gran valor geoestratégico por poseer las mayores reservas de petróleo del mundo, indispensables para alimentar la poderosa maquinaria bélica a utilizar en el marco de su macabro proyecto de conquista y dominación planetaria. Es un genocidio interminable, cuya estela comenzó a dejar sus sangrientas huellas antes y después de la creación del Estado de Israel con las masacres de Dair Yasin, de Sabra y Shatilla, y de otras perpetradas con la misma furia y violencia que da la impunidad, a la vista de gran parte del mundo político, cómplice, cobarde e indiferente de las grandes potencias occidentales, distinto al de otros países progresistas y a la conciencia de los pueblos del planeta rebelados e indignados ante ese crimen de lesa humanidad. Los medios al servicio del Imperio y su lacayo, apenas si dan cuenta de la magnitud de la tragedia mientras muchos de ellos difunden las declaraciones de Bush y de otros gobernantes occidentales que culpan de la misma a los “terroristas de Hamas”, por lanzar cohetes artesanales, sin precisión alguna que no pueden compararse con la terrible letalidad de los misiles, bombas y cañones que EEUU suministra a los israelíes en base al macabro acuerdo, denominado “Relación especial” suscrito entre ambos gobiernos. Son esas modernas y sofisticadas armas las que están masacrando al pueblo, matando a centenares e hiriendo a miles más, muchos de los cuales mueren en camino a los hospitales, cargados en camillas, pues son escasas las ambulancias y las pocas que existen no funcionan por falta de combustible, cuyo suministro ha sido cortado por los sionistas en el marco del criminal boicot que desde hace más de año y medio ha dejado en la oscuridad y a merced del frío, la sed y el hambre a los sobrevivientes. A esos mortíferos ataques, se suma la cobarde práctica de los “asesinatos selectivos”, que realizan los helicópteros y los “drones”, pequeños aviones no tripulados sionistas que desde el aire lanzan sus misiles contra los dirigentes de Hamas, el movimiento cuya transparente y aplastante victoria electoral provocó la ira del Imperio, de la UE y de Israel, que en venganza decretaron un bloqueo criminal que ha sumido a la población de Gaza en la más profunda crisis humanitaria de su historia. Mientras esas escenas de horror y muerte desatadas por el sionismo tenían lugar en Palestina, en Venezuela se daba la paradoja de un presidente dirigiendo su mensaje de fin de año, en el que repasaba los logros alcanzados por la Revolución Bolivariana, todos enmarcados en el proceso de paz, desarrollo y bienestar de su pueblo, y de las conquistas que en el campo de la integración y solidaridad con sus hermanos de la región se vienen logrando para hacer de América Latina y el Caribe una potencia económica y política respetada y admirada por el resto del mundo. De allí la abismal diferencia de valores y principios que separa al criminal accionar del Estado sionista de Israel del bolivarianismo que practica la Revolución socialista bajo el liderazgo del presidente venezolano, Hugo Chávez Frías, quien adelanta en Venezuela, América Latina, el Caribe y el resto del mundo, avanzados procesos de integración y cooperación política, económica y social, acompañados de innovadores programas sociales en los que prevalecen el amor, la paz, la armonía y la solidaridad humana. Ajenos a toda forma de egoísmo y mezquindad como las que exalta el capitalismo promoviendo el lucro personal sobre el colectivo, proyectos como el Alba y Petrocaribe se han hecho realidad para llevar progreso y bienestar a pueblos hermanos, desafiando las críticas de quienes desconocen lo que es la solidaridad humana y “ladran” al paso de la caravana revolucionaria, “señal de que avanzamos”, como le dijo Don Quijote a Sancho. Simultáneamente, la Revolución Bolivariana activó ese componente social sin precedentes en el mundo, como lo son las misiones Barrio Adentro, Robinson, Sucre y Milagro y otros programas, que en estrecha colaboración con Cuba, están llevando educación y salud a millones de hombres, mujeres, niños y ancianos de varios países latinoamericanos y caribeños que permanecían en la oscuridad de la ignorancia y en las tinieblas por discapacidad visual provocada por cataratas y otras afecciones de la vista. Y a diferencia del Estado sionista de Israel, que cobra grandes cuotas de vida con sus guerras, el Estado bolivariano y el gobierno revolucionario de Venezuela, no cobran ni dinero, ni una sola gota de sangre por su contribución desinteresada a la paz, a la salud, a la educación, al progreso y bienestar de los pueblos, y su Ejército sólo ha traspasado las fronteras nacionales para darle libertad a otros pueblos, como lo hizo al mando de Bolívar, Sucre y otros próceres, misión que le ganó el honroso título de “Ejército venezolano, Forjador de Libertades”. Por eso la indiscutible autoridad moral que tiene Chávez para condenar en nombre de pueblo venezolano y de la humanidad entera el genocidio que desde hace más de medio siglo viene perpetrando el Estado sionista de Israel, vasallo sumiso del Imperio contra el indefenso pueblo palestino y cuya voz ha sido la primera en levantarse indignada para denunciar la mas reciente aventura belicista del sionismo: “La ofensiva fue criminal y buscaba aniquilar la esperanza de vida de un pueblo entero” al tiempo que exhortaba a desplegar una “campaña masiva de repudio a estas infames acciones violentas” y acusaba a Estados Unidos de ser el único gobierno que ha manifestado su apoyo a la mas reciente masacre de todas las que ha desatado en más de 60 años el Estado sionista de Israel contra el pueblo palestino y que sumadas en su totalidad ha costado la vida de cientos de miles de inocentes. Y al responder a la cínica declaración de Gordon Jhondroe, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EEUU, quien manifestó al referirse al cobarde ataque sionista contra Gaza que “el bombardeo israelí buscaba defender a su pueblo, el jefe del Estado venezolano dijo: “Causa estupor la declaración de su vocero, al señalar que para acabar con la violencia en la región, deben cesar los ataques a Israel. Esta acción bien podría constituir el invariable “sello de oro” de la criminal gestión saliente del gobierno de los EEUU, un mandato agonizante, cargado de violencia y distinguido a nivel mundial por los repetidos episodios de irrespeto a los derechos humanos”. A las voces de indignación y repudio que se escuchan por todo el mundo contra el genocidio que Israel está cometiendo en estos momentos contra el pueblo palestino, no podía faltar la de ese gigante de la intelectualidad que es José Saramago, Premio Nobel de Literatura quien en una breve nota titulada “Israel”, escrita hace pocas horas ha sumado su condena a la de Chávez, y expresando su preocupación por la política de apoyo al sionismo que ha anunciado Barack Obama, el nuevo gobernante del Imperio: “No es el mejor augurio, -destaca Saramago- que el futuro presidente de EEUU repita una y otra vez, sin que le tiemble la voz, que mantendrá con Israel la “relación especial” que une a ambos países, en particular el apoyo incondicional que la Casa Blanca dispensa a la política represiva, (represiva es decir poco) con que los gobernantes (¿y porqué no también los gobernados?) israelíes han venido martirizando por todos los modos y medios posibles al pueblo palestino.” “Si a Barack Obama no le repugna tomar su té con verdugos y criminales de guerra, buen provecho le haga, pero que no cuente con la aprobación de la gente honesta. Otros presidentes colegas suyos lo hicieron antes sin necesitar otra justificación que la tal “relación especial” con la que se da cobertura a cuantas ignominias fueron tramadas por los dos países contra los derechos nacionales de los palestinos”. El Premio Nobel concluye su escrito, expresando que “a lo largo de la campaña electoral Barack Obama, ya fuera por vivencia personal o por estrategia política, supo dar de sí mismo la imagen de un padre dedicado. Eso me permite sugerirle que le cuente esta noche una historia a sus hijas antes de que se duerman, la historia de un barco que transportaba cuatro toneladas de medicamentos para socorrer a la población de Gaza en la terrible situación sanitaria en que se encuentra, y que ese barco, Dignidad era su nombre, ha sido destruido por un ataque de fuerzas navales israelíes con el pretexto de que no tenía autorización para atracar en sus costas (creía yo, ignorante redomado, que las costas de Gaza eran palestinas…) Y que no se sorprenda si una de las hijas, o las dos a coro le dicen: “No te canses papá, ya sabemos que es una relación especial, se llama complicidad en el crimen”. Y para frenar esa espiral de violencia, destrucción y muerte generada por el Imperio y su lacayo sionista, deberán tomarse acciones que vayan más allá de las Resoluciones, sin caer en la provocación, trampa tendida por los agresores para responder al reclamo de los pueblos con la fuerza de su portentosa maquinaria bélica, última opción que les queda para sobrevivir del caos económico, social y financiero al que los condujo el fracasado sistema del capitalismo salvaje con su modelo neoliberal y sus sueños de conquista planetaria. Acciones que, en vez de sembrar vientos de odio que sólo cosechan tempestades, planten simientes de amor, de paz, solidaridad y esperanzas que hagan germinar la utopía de ese mundo posible con el que sueñan los desposeídos, los marginados, hambrientos y sedientos de justicia, que es el sueño que está construyendo la revolución socialista bolivariana y su líder Hugo Chávez Frías, jefe de un Estado muy diferente al del criminal y genocida Estado sionista de Israel.

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