Clodovaldo Hernández
Es comprensible que la derecha española y sus pares del exilio venezolano en esas latitudes hayan pedido la censura de un ciclo de cine nacional pautado para Madrid. Para esos grupos políticos es imperativo mantener una narrativa hegemónica acerca de Venezuela. Cualquier visión discrepante debe ser silenciada, bloqueada, aplastada.
Es un típico proceder fascista: llevan años denunciando que en Venezuela no hay libertad de expresión, pero intentan prohibir la exhibición de las películas Operación Orión, La batalla de los puentes y Alí Primera. Un sector interno español que necesita torpedear la difusión y discusión de estos filmes es la prensa. Sobre todo tienen que tratar de descalificar y, en lo posible, impedir la proyección de La batalla de los puentes, el documental de Carlos Azpurua que reseña lo acontecido el 23 de febrero de 2019 en la frontera colombo-venezolana. La maquinaria mediática española está muy interesada en que esa crónica cinematográfica no se conozca, simple y llanamente, porque pone en evidencia las comprobadas malas prácticas periodísticas en las que incurrieron los medios hispánicos en la cobertura de tales sucesos.
Grandes periódicos españoles, como El País, El Mundo y ABC, junto a los demás del aparato comunicacional global, mintieron desvergonzadamente acerca del incendio de los camiones que portaban la “ayuda”, hecho ocurrido en uno de los puentes internacionales. Los rotativos ibéricos le dedicaron al tema varias páginas informativas y, adicionalmente, editoriales en los que se culpó al gobierno venezolano por el siniestro. Afirmaron que el dictador Maduro había mostrado su peor cara al destruir la carga de alimentos, mientras las personas morían de hambre en las ciudades venezolanas. Las versiones opuestas, sostenidas por el gobierno nacional y por medios públicos y alternativos, fueron silenciadas por esa gran prensa.
Un mes después de los sucesos, cuando ya estaba más que cristalizado el relato hecho por la maquinaria mediática dominante, el diario estadounidense The New York Timesquebró la unanimidad y publicó un muy bien documentado reportaje en el que reconoció que los vehículos pesados que ardieron en el puente se incendiaron por una bomba molotov arrojada desde el lado colombiano, por manifestantes opositores.
La prensa española guardó silencio. No reconoció el “error”. Sólo El País lo hizo, ¡seis meses más tarde!, por la insistencia de un usuario que reclamó al Defensor del lector.Rectificó únicamente en lo relativo a la cobertura informativa de aquel día. Nunca ha recogido sus destempladas afirmaciones editoriales.
La batalla de los puentes deja esa enorme falta ética al descubierto. Por eso han querido evitar que el público español la vea. ¡Qué libertad de expresión tan firme!
Publicado en Todas Adentro.
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