Guaido supuso que su viaje, por una trocha, hacia Colombia era un
secreto: simplemente los servicios de inteligencia, pisándole los
talones, lo dejaron ir. Esta vez su protección no corrió por cuenta de
una banda paramilitar, sino por oficiales y efectivos de la policía
colombiana, que lo entregaron a la seguridad presidencial de Iván Duque.
El santanderista Duque se hizo cargo de su salida hacia Europa, por el
aeropuerto “El Dorado”, suponiendo otro secreto, “la total
discrecionalidad”.
A pesar de que no pasó por los filtros de la frontera Venezuela-Colombia, ni por control migratorio alguno, y que ni siquiera su pasaporte tiene el sello de entrada y salida de Colombia: los intríngulis del veranito de Guaido, nunca fueron un secreto.
Y que el prófugo J.J. Rendón haya cocinado la travesía, para rabieta de Carla Angola, tampoco es una novedad: el coaching de ese brutazo es una carrera de relevo y en patota, que incluso incluye la Subsecretaría de EEUU para América Latina.
Los enfebrecidos porque “Trump le ratificó su apoyo a Guaido en su lucha contra el gobierno de Nicolás Maduro”, suponen que ahora sí se impondrá la política de la intervención militar y el asesinato masivo del chavismo; sin descartar tal escenario ya que Pompeo y demás “están realmente convencidos de un pronto y rápido derrocamiento del chavismo” y entonces, se impone afinar los indicios o huellas que van perfilando la factibilidad de una agresión directa de EEUU:
El hecho real es que el veranito del que ya no es presidente encargado e interino implica cuatro contenidos fundamentales:
A la corta, Guaido paga las sensaciones de la “total discreción” de su periplo:
Los contenidos de su viaje no se expresaron en una transparente comunicación de su política (para Diosdado Cabello, no hay que pedirlle ni esperar tanto de ese “boca abierta”), “poco se sabía de la agenda del político al que Estados Unidos… El paso de los días alentó las especulaciones sobre una supuesta pérdida de apoyo de la Casa Blanca y muchos hablaron de que hasta tal punto era así que Trump no lo iba a recibir”. E incluso. “Difundieron una lista de invitados al mensaje presidencial en el estado de la Unión en la que no aparecía Guaidó”, pero incluía a la agente de la CIA Iván Simonovis, alentando “los rumores de que Trump había dejado de creer en Guaidó y ahora abogaba por fuerzas opositoras más a favor de una línea dura”.
Los acuciosos y acuciosas de detalles discursivos, como yo, tomamos nota de que si bien Trump dijo que la “tiranía de Nicolás Maduro será destruido”, se olvida de su amenaza predilecta “todas las opciones están sobre la mesa”. El olvido, ha sido leído como si Trump quiso decir, que la “intervención militar ya no lo creen más que sectores extremistas de la oposición, por lo que recuperar esa retórica sería contraproducente para Guaidó”. De mi parte, otra vez: ¡Pilas con esa conseja que baja nuestra disposición al combate!
Y cuando retorne a Venezuela, padecerá las consecuencias que le aguardan, desde de la misma oposición.
Ya en Colombia se evidenció el desastre de la división interna: Isadora Zubillaga, el grupito de Calderón Berti, los asomados de Henri Ramos y del filósofo del Zulia que aún pugna por participar de la rebatiña de Monómeros, y hasta Julio Borges y Carlos Vecchio, compitieron para demostrar quien tenía más ansia de poder y de robar.
Isadora Zubillaga, la ex asesora de Leopoldo López se comió todas las luces verdes del recato y la prudencia como una Lilian Tintori cualquiera: se apoderó de la agenda de Guaido en Europa, desplazo a los otros representantes. A Williams Dávila Valeri, le tumbó la visita concertada en Austria; y a María Alejandra Aristigueta, le negó el acceso a la agenda de Guaido en Davos, saboteando las reuniones programadas en Suiza.
Está por verse el real impacto del planteamiento de Guaido de una participación activa de países de la Unión Europea para sumarse a las sanciones económicas que avanza Trump y a la petición de elecciones presidenciales adelantadas, esto es, antes del vencimiento constitucional del periodo presidencial de Nicolás Maduro. Y como no hubo secretos que Guaido escondiese: un periodista imprudente, que Carla Angola y Sergio Novelli no chequearon como es, le dijo a Guaido: una cosa es el espaldarazo comunicacional y las reuniones felices, y otra la realidad de los acuerdos y acuerdos concretos, y ese secreto no tengo porque develarlo.
Ahora, ¡Ay mañana!, cuando Guaido retorne a Venezuela (si es que lo hace)
Si tiene un Tribunal Supremo de Justicia en el exterior, la mayoría de los diputados de su Asamblea Nacional regados por todo el mundo, y es cómplice del robo de los activos del Estado venezolano en el exterior: él puede ser un funcionario más de esa ignominia ambulante o portátil.
Y sí regresa, vendrá con sus consecuencias.
Lo espera una oposición dividida entre un sector que debe demostrar su talante democrático, que dice no estar de acuerdo con los ataques de EEUU contra Venezuela y que está dispuesta a participar en las próximas elecciones de la Asamblea Nacional.
Lo espera el rechazo de los sectores extremistas de la oposición, que “le reprochaban su supuesta tibieza ante el gobierno”.
Lo espera la disolución de la política para sacar a Chávez y a Maduro por las malas y la imagen de un Guaido deshilado.
Pero sobre sobre todo, lo espera un pueblo virtuoso, valiente y digno: chavista.
A pesar de que no pasó por los filtros de la frontera Venezuela-Colombia, ni por control migratorio alguno, y que ni siquiera su pasaporte tiene el sello de entrada y salida de Colombia: los intríngulis del veranito de Guaido, nunca fueron un secreto.
Y que el prófugo J.J. Rendón haya cocinado la travesía, para rabieta de Carla Angola, tampoco es una novedad: el coaching de ese brutazo es una carrera de relevo y en patota, que incluso incluye la Subsecretaría de EEUU para América Latina.
Los enfebrecidos porque “Trump le ratificó su apoyo a Guaido en su lucha contra el gobierno de Nicolás Maduro”, suponen que ahora sí se impondrá la política de la intervención militar y el asesinato masivo del chavismo; sin descartar tal escenario ya que Pompeo y demás “están realmente convencidos de un pronto y rápido derrocamiento del chavismo” y entonces, se impone afinar los indicios o huellas que van perfilando la factibilidad de una agresión directa de EEUU:
El hecho real es que el veranito del que ya no es presidente encargado e interino implica cuatro contenidos fundamentales:
- No dejar morir el apoyo de los 54 países a la política intervencionista de Trump, y recomponer la deteriorada imagen nacional e internacional de Guaido.
- Unificar el apoyo internacional y a la oposición interna en torno de la “legitimidad” de la Asamblea Nacional presidida por Guaido, la única y frágil cobertura con la cual cuenta, después de todo.
- Reimpulsar las sanciones económicas contra la patria y el robo de nuestros activos radicados en el exterior.
- Reestructurar la unidad de la oposición, dado el innegable desbarajuste del campo opositor y descrédito político como éticos de Guaido
A la corta, Guaido paga las sensaciones de la “total discreción” de su periplo:
Los contenidos de su viaje no se expresaron en una transparente comunicación de su política (para Diosdado Cabello, no hay que pedirlle ni esperar tanto de ese “boca abierta”), “poco se sabía de la agenda del político al que Estados Unidos… El paso de los días alentó las especulaciones sobre una supuesta pérdida de apoyo de la Casa Blanca y muchos hablaron de que hasta tal punto era así que Trump no lo iba a recibir”. E incluso. “Difundieron una lista de invitados al mensaje presidencial en el estado de la Unión en la que no aparecía Guaidó”, pero incluía a la agente de la CIA Iván Simonovis, alentando “los rumores de que Trump había dejado de creer en Guaidó y ahora abogaba por fuerzas opositoras más a favor de una línea dura”.
Los acuciosos y acuciosas de detalles discursivos, como yo, tomamos nota de que si bien Trump dijo que la “tiranía de Nicolás Maduro será destruido”, se olvida de su amenaza predilecta “todas las opciones están sobre la mesa”. El olvido, ha sido leído como si Trump quiso decir, que la “intervención militar ya no lo creen más que sectores extremistas de la oposición, por lo que recuperar esa retórica sería contraproducente para Guaidó”. De mi parte, otra vez: ¡Pilas con esa conseja que baja nuestra disposición al combate!
Y cuando retorne a Venezuela, padecerá las consecuencias que le aguardan, desde de la misma oposición.
Ya en Colombia se evidenció el desastre de la división interna: Isadora Zubillaga, el grupito de Calderón Berti, los asomados de Henri Ramos y del filósofo del Zulia que aún pugna por participar de la rebatiña de Monómeros, y hasta Julio Borges y Carlos Vecchio, compitieron para demostrar quien tenía más ansia de poder y de robar.
Isadora Zubillaga, la ex asesora de Leopoldo López se comió todas las luces verdes del recato y la prudencia como una Lilian Tintori cualquiera: se apoderó de la agenda de Guaido en Europa, desplazo a los otros representantes. A Williams Dávila Valeri, le tumbó la visita concertada en Austria; y a María Alejandra Aristigueta, le negó el acceso a la agenda de Guaido en Davos, saboteando las reuniones programadas en Suiza.
Está por verse el real impacto del planteamiento de Guaido de una participación activa de países de la Unión Europea para sumarse a las sanciones económicas que avanza Trump y a la petición de elecciones presidenciales adelantadas, esto es, antes del vencimiento constitucional del periodo presidencial de Nicolás Maduro. Y como no hubo secretos que Guaido escondiese: un periodista imprudente, que Carla Angola y Sergio Novelli no chequearon como es, le dijo a Guaido: una cosa es el espaldarazo comunicacional y las reuniones felices, y otra la realidad de los acuerdos y acuerdos concretos, y ese secreto no tengo porque develarlo.
Ahora, ¡Ay mañana!, cuando Guaido retorne a Venezuela (si es que lo hace)
Si tiene un Tribunal Supremo de Justicia en el exterior, la mayoría de los diputados de su Asamblea Nacional regados por todo el mundo, y es cómplice del robo de los activos del Estado venezolano en el exterior: él puede ser un funcionario más de esa ignominia ambulante o portátil.
Y sí regresa, vendrá con sus consecuencias.
Lo espera una oposición dividida entre un sector que debe demostrar su talante democrático, que dice no estar de acuerdo con los ataques de EEUU contra Venezuela y que está dispuesta a participar en las próximas elecciones de la Asamblea Nacional.
Lo espera el rechazo de los sectores extremistas de la oposición, que “le reprochaban su supuesta tibieza ante el gobierno”.
Lo espera la disolución de la política para sacar a Chávez y a Maduro por las malas y la imagen de un Guaido deshilado.
Pero sobre sobre todo, lo espera un pueblo virtuoso, valiente y digno: chavista.
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