Desde su irrupción como Sistema, el Capitalismo ha impuesto
distintas modalidades de dominio, de acuerdo a su dinámica y
metabolismo, siempre en expansión y mutación.
Todo aquel opuesto a esta lógica de poder y produccion de realidad, es su enemigo. Los ataques a Irak (1991), Yugoslavia (1999), encubrieron la necesidad geoestratégica de recursos petroleros. La globalización “dulce” había expirado, entrando en su fase despótica y totalitaria. Tras la caída de las Torres Gemelas y lo espectacular de la Tormenta del Desierto, le tocó a Libia y Siria, recientemente Irán, Rusia y Venezuela.
Generan crisis y conflictos, ya no solo con fuerzas letales sino mediante operaciones combinadas. La ONU, justifica la intervención imperial, legalizando las sanciones (militares o no), alegando razones humanitarias el Consejo de Seguridad, justificando la intervención, bisagra para aplicar redes de poder sobre los países soberanos. Los medios de comunicación legitiman la invasión y acciones bélicas, moldean la opinión pública mundial ablandándola cognitivamente y las ONG’S disparan en la primera línea de fuego.
Prohibiciones, embargos, saqueos, retención, sabotajes, asedio, bloqueo, mediante leyes, decretos, sanciones, medidas unilaterales, tratados internacionales que impiden el desarrollo nacional, obstruyen los fines de los Estados Nación, violan masivamente derechos humanos, imponen un “estado de excepción mundial” (Agamben) que quiebra los valores intangibles y tangibles de las sociedades, socava soberanías nacionales y afecta los gobiernos.
Finalmente usan ejércitos multinacionales (OTAN) y contratan mercenarios, entrenados y financiados por la corporatocracia mundial, diluyendo la responsabilidad directa de los Estados en cumplir con el Derecho humanitario de la Guerra y las regulaciones internacionales.
Ante estos ataques, Venezuela debe enfrentar los retos y sortear los escollos: no basta con demandar a EEUU en instancias que ellos desconocen, debemos acusar y demandar a las transnacionales que impiden adquirir medicinas y alimentos, hacerles daño en lo que más les duele; sus marcas y patentes, tratarlos como lo que son; criminales violadores de derechos humanos y extender dichas acciones a todos los 32 países, víctimas de medidas coercitivas unilaterales.
Todo aquel opuesto a esta lógica de poder y produccion de realidad, es su enemigo. Los ataques a Irak (1991), Yugoslavia (1999), encubrieron la necesidad geoestratégica de recursos petroleros. La globalización “dulce” había expirado, entrando en su fase despótica y totalitaria. Tras la caída de las Torres Gemelas y lo espectacular de la Tormenta del Desierto, le tocó a Libia y Siria, recientemente Irán, Rusia y Venezuela.
Generan crisis y conflictos, ya no solo con fuerzas letales sino mediante operaciones combinadas. La ONU, justifica la intervención imperial, legalizando las sanciones (militares o no), alegando razones humanitarias el Consejo de Seguridad, justificando la intervención, bisagra para aplicar redes de poder sobre los países soberanos. Los medios de comunicación legitiman la invasión y acciones bélicas, moldean la opinión pública mundial ablandándola cognitivamente y las ONG’S disparan en la primera línea de fuego.
Prohibiciones, embargos, saqueos, retención, sabotajes, asedio, bloqueo, mediante leyes, decretos, sanciones, medidas unilaterales, tratados internacionales que impiden el desarrollo nacional, obstruyen los fines de los Estados Nación, violan masivamente derechos humanos, imponen un “estado de excepción mundial” (Agamben) que quiebra los valores intangibles y tangibles de las sociedades, socava soberanías nacionales y afecta los gobiernos.
Finalmente usan ejércitos multinacionales (OTAN) y contratan mercenarios, entrenados y financiados por la corporatocracia mundial, diluyendo la responsabilidad directa de los Estados en cumplir con el Derecho humanitario de la Guerra y las regulaciones internacionales.
Ante estos ataques, Venezuela debe enfrentar los retos y sortear los escollos: no basta con demandar a EEUU en instancias que ellos desconocen, debemos acusar y demandar a las transnacionales que impiden adquirir medicinas y alimentos, hacerles daño en lo que más les duele; sus marcas y patentes, tratarlos como lo que son; criminales violadores de derechos humanos y extender dichas acciones a todos los 32 países, víctimas de medidas coercitivas unilaterales.
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