Alí Rojas Olaya
El 23 de enero de 2020, RT informó el aumento a 25 las víctimas
mortales y a 830 los infectados por el coronavirus en China. “Los
síntomas de la enfermedad son similares a los de un resfriado y pueden
incluir fiebre, tos y disnea (dificultad para respirar).
En los casos más graves, la infección puede derivar en neumonía, fallo renal e incluso la muerte”. En el año 2010, el periodista Jeffrey St. Clair escribió el artículo de investigación “Guerra bacteriológica: los antecedentes de Estados Unidos”, en el que acusa a este país de haber “desplegado su arsenal de armas químicas y biológicas contra Filipinas, Puerto Rico, Vietnam, China, Corea del Norte, Vietnam, Laos, Camboya, Cuba, Canadá y haitianos emigrantes”. Señala este estadounidense que “los experimentos de Estados Unidos con armas biológicas se remontan a la distribución de mantas infectadas con gérmenes del cólera entre pueblos indígenas de Norteamérica en la década de 1860”. Agrega que en el año 1900, “médicos del ejército de Estados Unidos infectaron en Filipinas a cinco prisioneros con una variedad de plagas y 29 prisioneros con Beriberi. Al menos cuatro de esas personas murieron”.
Esta práctica convierte a Estados Unidos en un Estado bioterrorista ya que emplea criminalmente microorganismos patógenos, toxinas o sustancias dañinas contra la población con el propósito de generar enfermedad, muerte, pánico y terror. El gobierno de los Estados Unidos ha desarrollado múltiples proyectos secretos de guerra biológica, entre los que sobresalen: La infección intencional de sífilis y blenorragia a más de mil quinientas personas en Guatemala entre 1946 y 1948 por parte del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos en la persona del oficial Dr. John Cutler.
La CIA desarrolló y sigue desarrollando la Operación Mangosta en Cuba que consiste en la introducción del virus patógeno New Castle, la Fiebre Porcina Africana, el Moho Azul del tabaco, la epifitia Roya de la Caña, el Dengue Hemorrágico, la Conjuntivitis Hemorrágica y la Pseudodermatosis Nodular Bovina. En 1975 la CIA diseñó un dardo que tiene la anchura de un cabello humano y un cuarto de pulgada de largo con veneno líquido congelado en la punta y una pistola que lo dispara penetrando incluso la ropa, es casi indetectable y no deja rastro en el cuerpo de la víctima.
En 1990, Estados Unidos inyectó una vacuna “experimental” del sarampión, no autorizada, a más de 1500 bebes negros e hispanos de seis meses de edad.
En estos momentos sólo nos queda reflexionar sobre la sentencia del filósofo francés François Rabelais: “la ciencia sin conciencia es la ruina del alma”.
En los casos más graves, la infección puede derivar en neumonía, fallo renal e incluso la muerte”. En el año 2010, el periodista Jeffrey St. Clair escribió el artículo de investigación “Guerra bacteriológica: los antecedentes de Estados Unidos”, en el que acusa a este país de haber “desplegado su arsenal de armas químicas y biológicas contra Filipinas, Puerto Rico, Vietnam, China, Corea del Norte, Vietnam, Laos, Camboya, Cuba, Canadá y haitianos emigrantes”. Señala este estadounidense que “los experimentos de Estados Unidos con armas biológicas se remontan a la distribución de mantas infectadas con gérmenes del cólera entre pueblos indígenas de Norteamérica en la década de 1860”. Agrega que en el año 1900, “médicos del ejército de Estados Unidos infectaron en Filipinas a cinco prisioneros con una variedad de plagas y 29 prisioneros con Beriberi. Al menos cuatro de esas personas murieron”.
Esta práctica convierte a Estados Unidos en un Estado bioterrorista ya que emplea criminalmente microorganismos patógenos, toxinas o sustancias dañinas contra la población con el propósito de generar enfermedad, muerte, pánico y terror. El gobierno de los Estados Unidos ha desarrollado múltiples proyectos secretos de guerra biológica, entre los que sobresalen: La infección intencional de sífilis y blenorragia a más de mil quinientas personas en Guatemala entre 1946 y 1948 por parte del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos en la persona del oficial Dr. John Cutler.
La CIA desarrolló y sigue desarrollando la Operación Mangosta en Cuba que consiste en la introducción del virus patógeno New Castle, la Fiebre Porcina Africana, el Moho Azul del tabaco, la epifitia Roya de la Caña, el Dengue Hemorrágico, la Conjuntivitis Hemorrágica y la Pseudodermatosis Nodular Bovina. En 1975 la CIA diseñó un dardo que tiene la anchura de un cabello humano y un cuarto de pulgada de largo con veneno líquido congelado en la punta y una pistola que lo dispara penetrando incluso la ropa, es casi indetectable y no deja rastro en el cuerpo de la víctima.
En 1990, Estados Unidos inyectó una vacuna “experimental” del sarampión, no autorizada, a más de 1500 bebes negros e hispanos de seis meses de edad.
En estos momentos sólo nos queda reflexionar sobre la sentencia del filósofo francés François Rabelais: “la ciencia sin conciencia es la ruina del alma”.
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