Beltrán Haddad.- El drama de la migración hacia el Norte se ha convertido en un grave conflicto y quizá el más deshumanizante. Es la tragedia de hombres, mujeres y niños que desesperados por la pobreza y las guerras tratan de llegar a Europa desde África del Norte; o desde Centroamérica que, llevados por el hambre y la violencia, marchan hacia Estado Unidos, sin nada que los detenga.
Las guerras, la pobreza y la persecución política o religiosa hacen que miles de personas traten de cruzar el Mediterráneo o viajen a través de los Balcanes para llegar al Norte de Europa, a riesgo de la muerte en el fondo del mediterráneo, en un refugio o en el camino. Por su parte, los emigrantes centroamericanos que hoy van en caravana pretenden llegar al Norte de América, van con su aflicción continuada. Ya no existen las visas humanitarias para llegar a Estados Unidos, pero ellos llevan su ropaje de indocumentados, a riesgo de no llegar nunca a causa de las bandas criminales y del narcotráfico, los secuestros, las desapariciones o la muerte en la frontera.
Hoy Europa nos muestra la cara del nuevo racismo con la persecución a los inmigrantes. Ya no sólo se habla del odio por motivos de raza, exclusivamente. Se habla ahora de un racismo para estigmatizar a ciertos grupos; pero también de otro tipo de racismo que buscan justificarlo en la inseguridad y su explicación en la discriminación de la inmigración. Se dice que en las crisis de Estados nacionales con sus flujos migratorios hacia los países desarrollados, la ciudadanía ya no es un factor de inclusión y de igualdad. Estamos ante una realidad que conmueve y puede convertir en violencia esa distancia entre el Norte y el Sur del planeta.
Ahora surge esta pregunta: ¿Por qué emigra el venezolano? Ya lo advierten de que es un proceso de migración extraño por ser distinto a las migraciones que van hacia el Norte, como las de África o las de Centroamérica. No existiendo guerra ni crisis humanitaria, las causas pudieran estar en una conglobación de la caída de los precios del petróleo con su impacto en una economía rentista, la alteración de la conducta consumista, el bombardeo mediático político que instiga a la emigración con mensajes de estar el país arruinado y la debilidad de sectores en su identidad con la Patria o distante de ella para afrontar una crisis económica, más o menos prolongada. Pero hay algo cierto, Venezuela no es para emigrar.
Beltrán Haddad
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