jueves, 1 de diciembre de 2016

¡Fidel invicto!

¡Fidel, qué tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él! Esta consigna trasciende fronteras, no se agota. Se acrecienta. La muerte física de Fidel la revive, la multiplica. Solo una poderosa fuerza moral y espiritual puede tener tanta fortaleza.
El desertor Yeltsin fue clave para el “período especial” al suspender repentinamente la solidaridad, dejando a Cuba sin petróleo, sin mercado para sus exportaciones, sin comida, etc., lo que se combinó con la radicalización del bloqueo de EEUU mediante las leyes Helms-Burton y Torricelli. Yeltsin, aplicando políticas neoliberales, también sometió a la miseria al pueblo ruso y cañoneó al Parlamento, que se negó a respaldar sus políticas. El capital celebró a Yeltsin, que contribuyó a desmantelar la Urss. Condenó a Fidel, quien se agiganta cada vez más.
Odiado por Rómulo Betancourt porque Fidel vio y derrotó la dictadura geopolítica a la que aquel se sometió: la supuesta imposibilidad de hacer cambios profundos en el “patio trasero” de EEUU, sin una alianza con sectores “progresistas” estadounidenses, lo que lo llevó a ser cómplice de fuerzas imperiales. De entrada, Fidel define el carácter antiimperialista y patriótico de la revolución latinocaribeña y derrumba el mito betancurista de la imposibilidad de la revolución. Fidel también va materializando el camino socialista en la teoría y en la práctica.
En este proceso llegó Chávez. Avanza por la senda de la democracia participativa y protagónica y la construcción de una fuerza democrática social capaz de convertirse en mayoría, garantizar la hegemonía popular.
Fidel avanza en el encuentro con la religión, evidenciándose en las conversaciones con Fray Beto. Chávez, creyente convencido, fue consolidando la unión entre socialismo y religión. La derecha ha sido tomada por sorpresa y su discurso anticomunista, si se sabe profundizar este camino, con plena libertad de creencias, incluido el ateísmo, será cada vez más obsoleto.
El desarrollo de una fuerza moral y espiritual como soporte de la sociedad cubana, de la solidaridad, la unidad, las prácticas políticas y sociales, etc., me parece, ha sido fundamental. Esa fuerza acrecienta cada día más la grandeza de Fidel.
La burocracia y la corrupción conspiran permanentemente para destruir esa fuerza. El presidente Maduro lo ha denunciado. Respaldarlo con radicalidad es una manera de rendirle homenaje a Fidel.
valenciaojeda7@gmail.com

Autor: 

Julio Escalona

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