Carola Chávez
Hace unos días amanecimos con la trágica noticia de un niño muerto en una playa turca, lo supimos gracias a los mismos medios que, hasta ayer, nos vendían emotivas notas sobre los rebeldes sirios, mira qué buenos son, “Ahmed es maestro de primaria en la mañana y en la tarde es francotirador”. La gran prensa que nos explicaban la realidad de ese mundo tan complejo, repitan conmigo: las primaveras árabes son lindas, miren al pueblo caceroleando por su libertad, miren qué horror como Gadafi los bombardea en una Plaza Verde que montamos en Qatar porque en la verdadera no pudimos montar el show. Miren por qué occidente tiene que mandar, y manda, armas a los rebeldes que luchan por la democracia. Al Assad es maluco, Gadafi también lo fue, menos mal que fue humanitariamente torturado y asesinado, así ya no tenemos que hablar de Libia, a menos que nos decapiten a algún corresponsal y nos veamos obligados a dar la noticia de modo que no se note que estos lodos vienen de aquellos polvos que con esmero promovimos. Lo malo es que Al Assad no se deja y los rebeldes son tan rebeldes, que ahora tenemos que hacer reportajes sangrientos diciendo que no se dejan controlar, y ustedes, obedientemente se lo van a creer: ¡malo, malo Estado Islámico!… Y no se pregunte por qué esos extremistas malucos no hacen sino matar musulmanes; no se pregunten por qué ni con el pétalo de una rosa a Israel, o a los intereses occidentales. Fíjese que degollaron a unos periodistas blancos, gringos, en inglés… ¿ven?… Bueno, olviden el perfecto acento londinense del verdugo, que un terrorista islámico sirio puede perfectamente haber nacido en Londres y no pasa nada… Créanos, mire que no solo lo decimos en prestigiosas primeras planas sino también en televisión…
Esos medios hoy hacen caja con la foto del niño que ellos mismos ayudaron a matar; uno solito, como si fuera uno solito, trágicamente ahogado, parece, según dice la prensa, que por culpa de su papá que no supo agarrarlo bien y que se le escapó de sus manos. Aylán y su hermanito de cinco años que no tiene nombre, que no importa porque no hay una foto dramática de su final, lo mismo que su anónima mamá, todos ahogados en ese Mediterráneo que se traga a miles de personas que buscan refugiarse en la casa de sus verdugos. Mientras, la prensa europea escurre responsabilidades para que la opinión pública sepa que todo es culpa de esos países tercermundistas, barbáricos, que se niegan a la civilización, por mucho que los hayamos querido ayudar.
La foto vende y lava caras, como la Alí, aquel niño iraquí que solo fue noticia cuando, en 2003, lo llevaron a Londres los buenos británicos, para colocarle prótesis en sus cuatro extremidades arrancadas de un bombazo humanitario que mató a sus padres y hermanos, cortesía de la OTAN. Hoy, los políticos europeos, en la misma primera plana de la foto de Aylán, declaran con cinismo: “Esta tragedia nos obliga a ir a la raíz del problema”, mientras que un niño sirio, atrapado en la frontera de Hungría, va a la raíz y suplica: ”Solo paren la guerra, nosotros no queremos quedarnos en Europa, solo paren la guerra”.
Pero la foto de Aylán no detiene la guerra. Ya esos mismos medios claman en primera plana un nuevo bombardeo “humanitario”, esta vez para salvar a los refugiados que huyen de los bombardeos anteriores. La foto de Aylán da para tanto…
Una dolorosa síntesis del drama de millones de víctimas de la violenta codicia otanista. Aylán, uno solo de millones, ni es el primer niño muerto en esas guerras prefabricadas, ni será el último, tristemente. Su foto se diluirá en la fugacidad mediática y, de ahí, al olvido, mientras tanto hay que sacarle el jugo.
Hace unos días amanecimos con la trágica noticia de un niño muerto en una playa turca. Entonces, mediatizados, los que ayer fueron Charlie Hebdo, decoraron sus redes sociales con muestras de indignación y tristeza, esta vez por la muerte del pequeño Aylán. Clic y hasta la próxima causa… Eso sí, sin ir a la raíz.
Hace unos días amanecimos con la trágica noticia de un niño muerto en una playa turca, lo supimos gracias a los mismos medios que, hasta ayer, nos vendían emotivas notas sobre los rebeldes sirios, mira qué buenos son, “Ahmed es maestro de primaria en la mañana y en la tarde es francotirador”. La gran prensa que nos explicaban la realidad de ese mundo tan complejo, repitan conmigo: las primaveras árabes son lindas, miren al pueblo caceroleando por su libertad, miren qué horror como Gadafi los bombardea en una Plaza Verde que montamos en Qatar porque en la verdadera no pudimos montar el show. Miren por qué occidente tiene que mandar, y manda, armas a los rebeldes que luchan por la democracia. Al Assad es maluco, Gadafi también lo fue, menos mal que fue humanitariamente torturado y asesinado, así ya no tenemos que hablar de Libia, a menos que nos decapiten a algún corresponsal y nos veamos obligados a dar la noticia de modo que no se note que estos lodos vienen de aquellos polvos que con esmero promovimos. Lo malo es que Al Assad no se deja y los rebeldes son tan rebeldes, que ahora tenemos que hacer reportajes sangrientos diciendo que no se dejan controlar, y ustedes, obedientemente se lo van a creer: ¡malo, malo Estado Islámico!… Y no se pregunte por qué esos extremistas malucos no hacen sino matar musulmanes; no se pregunten por qué ni con el pétalo de una rosa a Israel, o a los intereses occidentales. Fíjese que degollaron a unos periodistas blancos, gringos, en inglés… ¿ven?… Bueno, olviden el perfecto acento londinense del verdugo, que un terrorista islámico sirio puede perfectamente haber nacido en Londres y no pasa nada… Créanos, mire que no solo lo decimos en prestigiosas primeras planas sino también en televisión…
Esos medios hoy hacen caja con la foto del niño que ellos mismos ayudaron a matar; uno solito, como si fuera uno solito, trágicamente ahogado, parece, según dice la prensa, que por culpa de su papá que no supo agarrarlo bien y que se le escapó de sus manos. Aylán y su hermanito de cinco años que no tiene nombre, que no importa porque no hay una foto dramática de su final, lo mismo que su anónima mamá, todos ahogados en ese Mediterráneo que se traga a miles de personas que buscan refugiarse en la casa de sus verdugos. Mientras, la prensa europea escurre responsabilidades para que la opinión pública sepa que todo es culpa de esos países tercermundistas, barbáricos, que se niegan a la civilización, por mucho que los hayamos querido ayudar.
La foto vende y lava caras, como la Alí, aquel niño iraquí que solo fue noticia cuando, en 2003, lo llevaron a Londres los buenos británicos, para colocarle prótesis en sus cuatro extremidades arrancadas de un bombazo humanitario que mató a sus padres y hermanos, cortesía de la OTAN. Hoy, los políticos europeos, en la misma primera plana de la foto de Aylán, declaran con cinismo: “Esta tragedia nos obliga a ir a la raíz del problema”, mientras que un niño sirio, atrapado en la frontera de Hungría, va a la raíz y suplica: ”Solo paren la guerra, nosotros no queremos quedarnos en Europa, solo paren la guerra”.
Pero la foto de Aylán no detiene la guerra. Ya esos mismos medios claman en primera plana un nuevo bombardeo “humanitario”, esta vez para salvar a los refugiados que huyen de los bombardeos anteriores. La foto de Aylán da para tanto…
Una dolorosa síntesis del drama de millones de víctimas de la violenta codicia otanista. Aylán, uno solo de millones, ni es el primer niño muerto en esas guerras prefabricadas, ni será el último, tristemente. Su foto se diluirá en la fugacidad mediática y, de ahí, al olvido, mientras tanto hay que sacarle el jugo.
Hace unos días amanecimos con la trágica noticia de un niño muerto en una playa turca. Entonces, mediatizados, los que ayer fueron Charlie Hebdo, decoraron sus redes sociales con muestras de indignación y tristeza, esta vez por la muerte del pequeño Aylán. Clic y hasta la próxima causa… Eso sí, sin ir a la raíz.
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