jueves, 3 de septiembre de 2015

El gobierno mexicano, mudo ante Donald Trump.


ANA MARÍA ARAGONÉS
El millonario Donald Trump, quien pretende ser el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, ha utilizado a los migrantes en general, pero muy en especial a los mexicanos, como el blanco preferido de sus alegatos para convencer a los votantes estadunidenses de que aquéllos son los culpables de todos los males del país. Los epítetos lanzados en contra de estas personas se enmarcan, no hay duda, en un discurso grosero y vulgar, en el que demuestra su crasa ignorancia, pues pretende deportarlos, quitar la ciudadanía a los hijos de indocumentados, construir un muro, que deben pagar los propios mexicanos. Todo lo cual no sólo está fuera de toda lógica, pero lo más importante, los migrantes son necesarios no sólo para la economía de Estados Unidos, sino además porque su población está envejeciendo y los migrantes son la solución para detener este problema, y porque con sus impuestos aportan a las arcas públicas para beneficio de los jubilados. Ya en 2007, la portavoz de George W. Bush, ante un académico ultraconservador que hacía la misma propuesta de deportar a los migrantes, le contestó:Si deportamos a los indocumentados, el país se paraliza. Mucha razón tenía.
Pero más allá de los adjetivos que le pongamos a Donald Trump, lo que resulta preocupante es la connotación profundamente racista que impregna sus peroratas, pues en las sociedades modernas resulta sumamente peligroso. Es importante recordar las palabras de Nelson Mandela, quien fue encarcelado por 27 años precisamente por oponerse a la segregación racial bajo la deleznable figura del apartheid:El racismo es una enfermedad de la mente y del alma, deshumaniza a cualquiera que lo toca y mata a muchos más que cualquier infección. Es un problema para todos nosotros. Precisamente por eso no es posible desentenderse.
El problema es que los exabruptos racistas de Donald Trump son un recurso valioso, pues logra la adhesión no sólo de los grupos ultraconservadores –recordemos al Tea Party–, sino que hay una importante proporción de grupos de la sociedad que están molestos, enojados porque han perdido posiciones, ahorros, empleo, se sienten frustrados, etcétera, y por ello se conectan con este personaje, porque les ofrece un culpable, que por supuesto no es el sistema capitalista, el neoliberalismo, sino el extranjero, el trabajador latino, subordinado por el mismo sistema. Lo que está promoviendo este personaje es un modelo de sociedad cercano a las propuestas del grupo ultraconservador Ku Klux Klan, fundado en 1866, inmediatamente después de terminada la Guerra de Secesión, que abolió la esclavitud, por lo que no es extraño que estos grupos tuvieran como objetivo a los negros, pero también a los judíos, a los homosexuales, a los migrantes. Y si bien parece que ha perdido fuerza y se encuentra debilitado, de todas formas los grupúsculos ahí están.
Y el Estado mexicano, ¿dónde está? ¿Qué dice? ¿Qué hace? Nada. Hay una enorme indolencia por parte de un gobierno que es responsable de los flujos migratorios en tanto que se trata de ciudadanos mexicanos a los que tiene que proteger, pero no actúa en consecuencia. Y las palabras de Miguel Basáñez Ebergenyi, designado embajador en Estados Unidos, en su comparecencia ante el Senado, son muy poco alentadoras, pues afirmó queDonald Trump sabe muy bien que lo que dice es totalmente falso y sabe muy bien que se va a disculpar con los mexicanos, lo que resulta una absoluta desproporción.
México no puede seguir escudándose en conceptos tales como que la migración es un asunto doméstico, los estados son soberanos, pues en el derecho internacional se están debatiendo nuevos conceptos tales como soberanía y la responsabilidad de proteger que los autores fundamentan en la noción desoberanía como responsabilidad(Luciano Pezzano). Y si bien no hay duda de que hay mucho trabajo por hacer en este sentido, lo que resulta claro es que, como señaló Kofi Annan,la soberanía estatal en su sentido más básico está siendo redefinida, en gran medida por las fuerzas de la globalización y la cooperación internacional. Los estados son ahora entendidos como instrumentos al servicio de sus pueblos y no viceversa.
México está obligado a responder, por el bienestar de su población, esté en el territorio o fuera de él, lo que lamentablemente no parece estar en su horizonte de intereses.
amaragones@gmail.com

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