lunes, 23 de febrero de 2015

Los caceroleros de Benghazi

Carola Chávez.


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Hace unos años, cuando comenzaba a cuajar aquello que llamaron la primavera libia, uno veía en los noticieros a la llamada sociedad civil de Benghazi: señoras y señores elegantes y bien alimentados, jóvenes veinteañeros a la última moda, todos denunciándole al mundo el horror que vivían, culpegadafi. En esos medios, que uno aprendió a ver al revés, los caceroleros acusaban al gobierno de todo tipo de violaciones de libertades y derechos, ahí, a todo gañote, sin aparente miedo a represalias. Decían apoyar a los “rebeldes”, unos encapuchados que, para las cámaras, eran jóvenes que luchaban por su país y que, pobrecitos, eran reprimidos por la dictadura malvada. #SOSLibya, tuitearon.
Y pasó lo que pasó y lo vimos todos porque esos mismos medios que entrevistaban caceroleros en Benghazi y llamaban héroes a los “rebeldes”, se encargaron de mostrarnos a los pueblos del mundo, para que no nos quedaran dudas, lo que pasa cuando al gobierno de los Estados Unidos le da por torcer algún brazo.
Mil veces nos restregaron en la cara las imágenes de Gadafi torturado, Gadafi muerto, Gadafi expuesto en un salón hasta que oliera a podrido y nos decían cómo olía, con la minuciosidad perversa de quien quiere sembrar terror… Luego dijeron que lo enterraron en el desierto para evitar que su tumba se convirtiera en lugar de peregrinación. ¡Qué raro! ¿Quién iba a querer peregrinar hacia la tumba del malvado genocida ese que decían los medios que era? A menos que no fuera malvado, a menos que los medios mintieran…
Listo el mandado, mudaron mentira a nuevos blancos, y el silencio mediático cayó sobre Libia. Durante todos estos años, no dijeron ni pío del infierno que aquella “misión humanitaria” dejó en lo que hasta entonces fue el país con el mayor índice de desarrollo humano, el PIB más alto y la mayor esperanza de vida del continente africano… la esperanza de vida que ahora no vale nada.
El silencio lo rompe la decapitación de 21 egipcios en una playa de Libia y un desfile enorme de tropas de Estado Islámico por las ruinas de las calles de Benghazi. El Estado Islámico: aquellos “rebeldes” financiados por los gringos ahora convertidos, por los mismos medios que los alababan, en pavoroso enemigo. Curioso enemigo…
Y yo me pregunto: ¿Qué pensarán hoy los caceroleros de Benghazi?

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