jueves, 22 de enero de 2015

Una cola y tres países





En la historia del capitalismo siempre hay quien gana, quien acapara, quien sufre, quien negocia, quienes pierden, que son los más. Allí, en la cola para comprar alimentos están todos. Tres países que alimentar dice el Presidente, y hay más. Algunos no hacen cola. Acaparan antes. Son mayoristas del contrabando. Otros tienen privilegios, son comerciantes que benefician a comerciantes. A las areperas no les falta harina de maíz y aceite. A las panaderías no les falta café, leche y trigo. En esas colas de todos los días están los últimos de la cadena especulativa, víctimas y victimarios. Es una guerra económica. El desabastecimiento es un arma.

EL PAÍS 1. COLOMBIA.
Los productos regulados por el Gobierno Bolivariano para favorecer al pueblo se los llevan para Colombia. Allá no están regulados y los contrabandistas hacen negocio. El contrabando es un viejo delito. Estos contrabandistas son de dos tipos: el grande, que intercepta el producto saliendo de la fábrica, en el camino, al llegar a los mercados. Forman parte de una rosca, es delincuencia organizada, en convivencia con el industrial, el importador, el comerciante, no hace cola ni el uno ni el otro; y el pequeño, que hace cola, va acaparando poco a poco, e igual se va a Colombia a vender, igual es un delito. La Guardia Nacional Bolivariana enfrenta a todos ellos, a los grandes y a los pequeños. Todos son delincuentes.
EL PAÍS 2. EL BUHONERO.
Este es el contrabandista interno. Que compra aquí y vende en la esquina. También es un delito. Se aprovecha de la necesidad del prójimo. Hace negocio en el barrio, en la esquina. Se aprovecha del subsidio del Gobierno. Se aprovecha del desabastecimiento real o del que generó el contrabandista mayor que va a Colombia. Y ahora vende caro lo regulado. La Policía Nacional Bolivariana y la Sundde los enfrentan todos los días.
EL PAÍS 3. NOSOTROS MISMOS.
El tercer país somos nosotros mismos. Y nosotros mismos somos dos a la vez. El que necesita y el que cree que necesita, el acaparador doméstico. Un día somos uno y al otro somos el otro. Víctimas los dos. Víctimas del contrabandista, del industrial y del comerciante, cómplices del contrabandista. Y somos víctimas de nosotros mismos, de nuestros miedos y falta de conciencia, compramos demás. ¿Cuántas pastillas de jabón debo comprar? Cuántas tengo en la casa? ¿Cuándo volverán? Voy y compro. Es un círculo imposible de cubrir, desde el Estado o desde el sector privado. Yo acaparo el jabón en mi casa y tu la leche en la tuya. Llegó el insecticida y voy y compro ocho latas. ¡Ocho latas!. No se puede abastecer el consumismo, los miedos. Detrás de nosotros mismos no hay guardia, no hay policía. Está nuestra conciencia.
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“Recorro media Caracas por necesidad”
Una joven mujer que lleva a su pequeña hija de apenas cuatro años hizo dos colas en un día. A primeras horas de la mañana de este viernes se metió en una fila en una local regentado por unos chinos para comprar pañales.
“¡Tuve una suerte increíble! Apenas estuve allí cuatro horas. Yo iba pasando por el frente del local y me di cuenta cuando estaban arreglando los bultos. Yo pensé que eran pañales y no me equivoque, me quedé cerca y pude comprar un paquete”, dijo emocionada.
La segunda cola la empezó a hacer en un supermercado en la avenida Sucre. Allí estaban vendiendo azúcar, leche en polvo, harina precodida y espaguetis. “Voy por la leche. No tengo escapatoria, tengo que morir aquí, pues mi hija necesita tomar teteros”, dijo resignada.
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“Esa mantequilla es para llevarla a Colombia”
“Esta mañana le pregunté a una mujer ¿Por qué había comprado tanta mantequilla? Ella me respondió: ‘son para llevarle a mi familia que está en Oriente’, pero con un acento que no podía disimular. Esa vaina es mentira, ella cree que uno es gafo, esa mantequilla se la va a llevar esa señora para Colombia”, le contaba una mujer a su amiga en la cola del Unicasa de Agua Salud.
Entre tanto, en el metro de Caracas un hombre que viaja con varias latas de Enfagrow (un suplemento alimenticio) se ríe y disimula cuando se le pregunta ¿Por qué compró tantos envases? “Son para mi hermana. Este producto se puede vender en Colombia hasta en mil 500 bolívares. Al cambio se le gana hasta 500 bolos por cada lata”, contó.
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“Yo la he visto vendiendo pañales en 300 bolívares”
Una joven está pendiente de una cola que se forma frente a un supermercado en Agua Salud, al tiempo que no descuida la que se forma en una farmacia ubicada en el mismo edificio.
En la primera “deja cuidando” su puesto con una amiga, mientras ella se dirige hasta la botica para ver si empezaron a vender el desodorante Mum de bolita.
“Chama si llega el desodorante voy a comprar los que sean posibles. En mi casa ya no le queda a nadie”, contó la mujer a su amiga.
Entre tanto, en la cola del supermercado, una mujer adulta que la escuchaba comentó en baja voz: “Esa todos los días está metida en esta cola. Yo la he visto revendiendo productos en la otra esquina. Muchas veces vende un paquete de pañales hasta en 300 bolívares”.
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“No uso ese desodorante, pero no me importa”
En un local de comerciantes de origen asiático en Los Frailes llegó ayer aceite de soya a 25 bolívares el litro. No había restricción para la compra. En ese mismo local estaban colocando a disposición de la clientela desodorante en rolón y jabón en polvo.
Un grupo de mujeres que vestían uniforme de una institución educativa compraron aceite hasta por paquetes de 12 litros. En la estación del metro se repartieron el producto, pese a que algunas comentaban a viva voz que “aún a mí me quedan algunas botellas en la casa, pero es mejor tenerlo, porque uno no sabe qué puede pasar en los próximos días”.
El desodorante se lo llevaba la gente de la cola de a tres envases. Muchos dijeron: “No uso esta marca, pero no importa”.
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“Me dijeron que a las tres llega un camión”
En los alrededores de un supermercado de la avenida Sucre, cerca de Miraflores hay un gentío, pero ninguno tiene ni la más mínima idea de los productos que se van a vender.
“Yo estoy haciendo la cola porque me dijeron que a las tres de la tarde va a llegar un camión con leche”, dijo una señora.
Un hombre adulto se molesta porque el último de la fila no le quiere informar cuál es el producto que se va a expender.
“A la gente no le gusta decir que clase de mercancía es la que va a llegar para que uno no se quede haciendo la cola. Ellos creen que se la saben todas, pero lo que no saben es que esta es una zona militar y después de la una de la tarde los militares prohiben la entrada a camiones”, comentó molesto.
JRL/FS/ CIUDAD CCS

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