Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
El capitalismo en Venezuela sucede en medio de
profundas contradicciones político-económicas, de su entendimiento
dependerá el éxito de la Revolución.
La primera contradicción que emerge es entre el
populismo socialdemócrata y el capitalismo rentista. Esta contradicción
latiguea al sistema socialdemócrata, la podemos resumir: "Es la
contradicción entre las expectativas de consumo creciente (despilfarro)
de una población enajenada de la relación logro-trabajo, acostumbrada al
clientelismo-facilismo, y una renta finita que no alcanza para
satisfacer dichas expectativas".
Cuando esta contradicción se agudiza, la
dominación capitalista se perturba, los gobiernos entran en crisis
terminal y aumentan las posibilidades revolucionarias. Esta
contradicción se mueve hacia un paquetazo, o hacia un gobierno
revolucionario. carlos andrés intentó
resolverla con el paquetazo y produjo aquel motín del 27 de febrero;
caldera intentó atenuar el paquetazo y produjo el triunfo de Chávez.
Podemos decir que la historia del gobierno de Chávez, la Revolución
chavista, es la historia del intento por solucionar esta contradicción
avanzando hacia el Socialismo. Cuando la contradicción se agudiza, la
democracia burguesa como forma de la dominación capitalista en época de
estabilidad relativa se agrieta, la política ocurre al margen de esa
legalidad, la crisis demanda otra forma de expresión política de la
dominación.
El gobierno del Presidente Maduro Moros se
enfrenta a esta contradicción, que por momentos lo paraliza: no sube la
gasolina, no reduce el gasto, insiste en el empeño clientelar, no
quiere, no puede, resolver la contradicción por la vía de ir al
Socialismo, de crear conciencia del deber social, pero el populismo no
le funciona. Se desgasta, melancólico,
aferrado a un recuerdo que se disuelve en la ambigüedad. En estas
condiciones, no puede construir pacto alrededor del populismo agotado, y
la economía insiste en un paquetazo.
Dentro del campo chavista, esta contradicción acarrea
perturbaciones. Aparecen manifestaciones oportunistas que ven en la
debilidad del gobierno la posibilidad de medrar, de incursionar en la
democracia burguesa que se agota. Siguen con la mentalidad del
electoralismo, buscando postulaciones, arreglando grupitos para
negociar, se comportan como aquellos que siguen oyendo a Gardel en
fonógrafos de cuerda y añorando al "Zorzal". Paralelamente, aparece el
desencanto de los que no se explican el descenso, esperamos que
momentáneo, de la opción socialista.
En lo político hay contradicciones menores dentro del
gobierno. Algunos grupitos torpes, que no ven más allá de las narices,
van de la mano de la mezquindad, y sus éxitos son derribar ministros,
ocupar puestos, hacer vendettas menores, son zamuros de la política que
revolotean las grandes confrontaciones. Otros pugnan por mantener el
camino de la socialdemocracia agotada, y se enfrentan a los capitalistas
duros que impulsan el paquetazo. Las elecciones perturban a todos los
bandos, que se cuidan las espaldas.
La oposición disfraza su propuesta de solución a
la crisis, evita hablar del paquetazo que guardan en sus planes de
gobierno, reduce la confrontación a lo pueril, a la superficie, al odio,
y espera que estalle la gobernabilidad. Sigue navegando la crisis y
aprovechando el viento a favor, tiene expectativas en las elecciones
parlamentarias y, simultáneamente, orada la institucionalidad, no
aprueba al CNE ni los poderes, se guarda la carta del fraude. Al mismo
tiempo prepara el golpe, al gobierno que recogerá los vidrios de la
ruptura.
Hay la posibilidad, quizá remota, de un acuerdo entre
la fracción capitalista dura del gobierno y un sector de la oposición
para adelantar un paquetazo, el problema es quién carga con el gasto
político, quién se inmola.
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