Carola Chávez.
Nos llama “Camaradas chavistas”, el mismo que hace casi dos años, burlándose de nuestro duelo, nos dijo, “Chávez se murió y nadie se los va a devolver”, eso sin poder evitar una sonrisita de gozo, de venganza, de odio hacia ese pueblo le había dado un revolcón electoral. Feliz cumplió la orden de meternos el dedo en la llaga para que nos doliera hasta la rabia, para que subiéramos directo a Santa Mónica, a Cumbres de Curumo y de ahí al necesario reguero de sangre que, según su mentecita torcida, podría llevarlo al poder.
¡Ah! ¿No salieron a quemar? ¡Ah! ¿Votaron por Nicolás, “camaradas chavistas”? Pues, ¡no es no!Así, derrotado por segunda vez, mandó a sus seguidores a “descargar toda esa arrechera” y durante tres días nos acosaron; quemaron CDIs, sí, esos mismos que en su campaña prometió no solo conservar, sino mejorar; y mataron a 12 de los nuestros, incluyendo dos niños, buscando otra vez, como siempre, prender la mecha, porque la orden es esa, esa es “la salida”. Y no prendió y él, sin saberlo, tiró lo que le quedaba de liderazgo al foso mandando, yonofuimente, a sus seguidores a bailar salsa. Ya vendrían nuevas ocasiones, creyó pensar.
Las ocasiones en la oposición son flor de un día, un quítate tú para ponerme yo. Los suyos, o lo olvidaron o lo desprecian, y él que creyó que eso no le pasaría, que si le pasó a todos los olvidados ex líderes de la oposición que ni él mismo recuerda fue porque ellos no eran El Flaco chévere. Más no se resigna porque, la verdad, es que estuvo cerca, y ya se veía poniendo las manos en la masa y esas derrotas duelen. Dos veces en menos de un año, una por “un gordo que no camina” y otra -¡peor!- por un chofer de autobús.
Él insiste en ser líder de algo y viene, oootra vez, a clavarnos sus ojos puyudos de cazador de chavistas del 11 de abril y, creyéndonos brutos, nos tiende una trampa -perdón- una mano, y nos pide a los entonces “jalabolas”, hoy “queridos camaradas”, que abramos los ojos porque, según él, “esto se acabó”, y nos advierte: “o esto cambia, o esto revienta”. Y termina, chacumbelemente, diciéndonos que “aquí el que tiene el poder es el pueblo y es el momento de activar ese poder”, cuando es justamente el poder del pueblo activado lo que ha impedido que él y sus amiguis nos arrebaten el poder.
¡Ah muchacho pa’ bobo!
Nos llama “Camaradas chavistas”, el mismo que hace casi dos años, burlándose de nuestro duelo, nos dijo, “Chávez se murió y nadie se los va a devolver”, eso sin poder evitar una sonrisita de gozo, de venganza, de odio hacia ese pueblo le había dado un revolcón electoral. Feliz cumplió la orden de meternos el dedo en la llaga para que nos doliera hasta la rabia, para que subiéramos directo a Santa Mónica, a Cumbres de Curumo y de ahí al necesario reguero de sangre que, según su mentecita torcida, podría llevarlo al poder.
¡Ah! ¿No salieron a quemar? ¡Ah! ¿Votaron por Nicolás, “camaradas chavistas”? Pues, ¡no es no!Así, derrotado por segunda vez, mandó a sus seguidores a “descargar toda esa arrechera” y durante tres días nos acosaron; quemaron CDIs, sí, esos mismos que en su campaña prometió no solo conservar, sino mejorar; y mataron a 12 de los nuestros, incluyendo dos niños, buscando otra vez, como siempre, prender la mecha, porque la orden es esa, esa es “la salida”. Y no prendió y él, sin saberlo, tiró lo que le quedaba de liderazgo al foso mandando, yonofuimente, a sus seguidores a bailar salsa. Ya vendrían nuevas ocasiones, creyó pensar.
Las ocasiones en la oposición son flor de un día, un quítate tú para ponerme yo. Los suyos, o lo olvidaron o lo desprecian, y él que creyó que eso no le pasaría, que si le pasó a todos los olvidados ex líderes de la oposición que ni él mismo recuerda fue porque ellos no eran El Flaco chévere. Más no se resigna porque, la verdad, es que estuvo cerca, y ya se veía poniendo las manos en la masa y esas derrotas duelen. Dos veces en menos de un año, una por “un gordo que no camina” y otra -¡peor!- por un chofer de autobús.
Él insiste en ser líder de algo y viene, oootra vez, a clavarnos sus ojos puyudos de cazador de chavistas del 11 de abril y, creyéndonos brutos, nos tiende una trampa -perdón- una mano, y nos pide a los entonces “jalabolas”, hoy “queridos camaradas”, que abramos los ojos porque, según él, “esto se acabó”, y nos advierte: “o esto cambia, o esto revienta”. Y termina, chacumbelemente, diciéndonos que “aquí el que tiene el poder es el pueblo y es el momento de activar ese poder”, cuando es justamente el poder del pueblo activado lo que ha impedido que él y sus amiguis nos arrebaten el poder.
¡Ah muchacho pa’ bobo!
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