Virginia King.
La emancipación, en el mejor sentido de la palabra, fue el hecho más
notorio de la mujer en el siglo XX. Desde el comienzo de la historia los
hombres dominaron la relación de género dada su fuerza física.
Históricamente el hombre fue el suministrador, el cazador, quien
aprovisionaba el alimento a la familia o a su comuna y resguardaba a
esta de cualquier peligro. En cambio la vida de la mujer transcurría en
primer lugar en estar embarazada o amamantando a la prole producto de su
unión marital. La dependencia del hombre en todo sentido generó en ella
un sentido de subordinación, dando así pasó al ya conocido Patriarcado,
hoy llamado Machismo.
Con el correr del tiempo, la mujer fue tomando conciencia timorata de la
necesidad de su reconocimiento y visibilización en su entorno social.
Fue incorporando formas de luchas que en algún momento la harían estar
presente ante la mirada ciega de un sistema cercenante, excluyente y
castrador de la condición de género como el Patriarcal.
El logro del voto, trabajar en instancias reservadas solo “para
hombres”, expresarse y poder hacer público lo que piensa, participar en
estratos de los poderes del estado con plenitud de su protagonismo como
actora de su rol, han sido parte de los logros de estos tiempos.
Es así como la mujer venezolana, consiente del rol histórico, se
incorporó al escenario laboral, dio pasos agigantados por tratar de
posesionarse de éste, y así desde esa instancia, tratar de alcanzar
logros y reivindicaciones que de una manera u otra mejoraran la calidad
de vida de la clase trabajadora.
No obstante y pese a su dedicación, entrega y conciencia de clase, la Misoginia (aversión u odio a las mujeres), se ha hecho presente en el sindicalismo venezolano. ¿Quién no sabe de la CONSECUENTE contribución
de las mujeres venezolanas en los escenarios de lucha laboral, llámese
sindicato, federación u otros? ¿Quién puede poner en duda la corajuda,
pertinaz y reputada participación del género femenino en las luchas
emancipadoras de nuestra Venezuela?
Pese a esta realidad irrefutable, los movimientos de lucha sindicales
venezolanos han estado secuestrados por una casta de hombres, que
protagonizando el mejor rol machista, mutilan y bloquean el acceso de
sus compañeras de lucha a los puestos de dirigencia de las
organizaciones donde hacen vida.
Esa es parte de esa devastadora realidad, la otra, es que un segmento de
esa población fémina, con su silencio, aptitud pasiva y permisiva,
legitima lo que a todas luces se ha convertido en “EL SINDICALISMO A UNA SOLA VOZ”.
No hay en el siglo XXI escenario en el que la mujer no tenga presencia
en el que hacer y construcción de los nuevos modelos de sociedad, cada
una desde su realidad y con sus propias herramientas, pero con el
compromiso y la responsabilidad que le son natas. No puede ni debe ser,
que el movimiento de lucha sindical venezolana castre ese legítimo
derecho de nuestras mujeres, quienes de hecho construyen en el día a día
una patria buena, con su tesón y constancia dan aportes concretos para
el logro de la mejora sustancial y permanente de sus compañeros, sus
hijos, sus coterráneos todos. Reconocer su rol de lideresa, es una
necesidad impostergable.
Sigue siendo un reto de orden cultural la transformación de la
estructura patriarcal y más aún en el sindicalismo venezolano. Sólo a
través de la inserción en el sistema de escolaridad formal, y en
paralelo a la creación de políticas de estado articuladas con todas las
instituciones que conformen cada estado nacional, podremos lograr el
efecto residual que amerita un tema tan sensible como este.
Nuestro comandante eterno Hugo Chávez Frías, fue enfático cuando sentencio” SIN FEMINISMO, NO HABRÁ SOCIALISMO”
virginiakingmartinez@gmail.com
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