Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
(Texto)
El
Comandante Chávez nos dejó un compromiso, una razón sagrada por la cual
luchar, un deber que le da sentido a la vida. El Comandante Chávez no
es un hombre común, al contrario, pertenece a la estirpe de los grandes,
de Cristo, de Simón Bolívar, de Fidel, hombres-santos capaces de
realizar milagros que conducen a la humanidad.
Cuando
Chávez irrumpe el 4 de Febrero, el planeta se sofocaba sumergido en la
mediocridad, el miedo; la humanidad había perdido la esperanza, se
sentía y se pensaba que había llegado el fin de la historia, más allá
del capitalismo sólo la nada, el abismo. El oportunismo, el
pragmatismo, eran las normas éticas; la política era un ejercicio
egoísta de búsqueda del bien individual; la zancadilla, la traición,
eran su divisa, los principios se consideraban estorbo arcaico, el
futuro no importaba. La vida no valía un dólar, ni un barril de
petróleo, todo lo justificaba el lucro, invadir, bombas, asesinatos de
líderes copaban la escena.
En
ese ambiente bajaron los ángeles comandados por Chávez, vinieron a
traer la buena nueva, a decirnos que el mundo, la especie humana, tenía
esperanzas, que en el fondo del corazón colectivo estaba el rumbo hacia
el futuro, que el capitalismo era una peste curable. El Comandante
trajo consigo al Socialismo, lo rescató del desierto, del olvido donde
los poseedores lo habían condenado, lo desempolvó, lo pulió y lo hizo
entrar de nuevo en el combate por la vida.
Entonces
la humanidad despertó, la luz que brilló allá arriba en la montaña
iluminó al planeta, Chávez se convirtió en el gigante de la esperanza,
su leyenda recorrió el mundo, aprendió a hablar en todas las lenguas; su
retrato, junto al Che; pobló las calles y los rostros de los jóvenes,
volvieron los días de Carabobo, de Junín, de la Sierra Maestra, el
Granma volvió a navegar, Fabricio bajó del Guaramacal, en Iracara se
escuchó el grito cimarrón.
A
Chávez los desposeídos, los preteridos, lo hicieron su Mesías, y juntos
comenzaron a construir el puente que conduce a una tierra prometida, a
la nueva era, a la salvación de la humanidad.
No
era fácil el camino, él lo sabía, conocía el final de Cristo, de
Bolívar, y varías veces lo predijo. Conocía su destino y sentía su
misión, y la cumplió, trajo la esperanza, nos hizo humanos nuevamente,
porque nos dio razones sagradas para seguir luchando, nos legó al
Socialismo y fuimos grandes. Donde llegaba Chávez los pobres de la
tierra se elevaban a libertadores, donde llegaba Chávez crecía el árbol
de la humanidad.
Y
Chávez fue asesinado, y el Mesías crucificado nuevamente, y el sueño se
cubrió de luto, y las masas lloraron la muerte, y se desconcertaron y
deambularon en la búsqueda de consuelo. Los enemigos se lanzaron sobre
el sueño, los pusilánimes escondieron las banderas, el rojo volvió a ser
subversivo, el Comandante se convirtió en carátula, su pensamiento
diluido, sólo verbo sin contenido. La masa chavista fue despojada de
la fuerza chavista, ya no había mensaje, el Socialismo era aplastado,
nombrarlo era inconveniente. Volvían los días del pragmatismo, del
oportunismo, lo importante era el yo y el permanecer. Y así, el
nosotros, la sociedad, se olvidaba, eran conceptos incómodos.
Hoy
la humanidad cae de nuevo en el abismo del capitalismo. En la última
reunión de la onu no se habló, nadie se atrevió a hablar de Socialismo;
"no era conveniente", "no es momento", "es de mal gusto", decían.
Chávez, el valiente, no estuvo presente, la tribuna no se estremeció con
la buena nueva del Socialismo, aquello fue un torneo de bostezos, de
saludos a la bandera del conformismo: "las cosas están mal, pero nada se
puede hacer, es nuestro destino", parecía la consigna.
La humanidad cae de nuevo en el abismo, la cubre la unanimidad capitalista. Regresaron
los días que reclaman al 4 de febrero, pero ahora estamos en mejores
condiciones, Chávez nos dio razones sagradas, nos marcó el rumbo, nos
dejó el milagro, cumplió su misión. Ahora es deber nuestro concretar su
sueño, luchar por el Socialismo, el verdadero, el chavista, el que
cambia la relación entre los humanos, el que no es un mero reajuste del
reparto de las prebendas. No podemos dejar que el pragmatismo, el
oportunismo, impere de nuevo, no podemos permitir que la esperanza en un
nuevo mundo perezca… Ese es el compromiso.
La dirigencia honesta, los chavistas, los desposeídos, tienen la palabra.
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