Elida Aponte Sánchez.
Agradezco a la profesora, nuestra apreciada Vicerrectora Académica Dra. Judith Aular de Durán, la deferencia al designarme para dirigir unas palabras a tan distinguido auditorio, en representación de las investigadoras e investigadores de la Universidad del Zulia, acreditados al Programa de Estímulo a la Investigación y a la Innovación (PEII) del Ministerio del Poder Popular para la Ciencia, la Tecnología y la Innovación. Un programa que estimula un modelo de investigación de carácter incluyente y participativo, articulado al Proyecto Nacional Simón Bolívar, en aras de otorgar soluciones concretas a las necesidades de desarrollo de la nación.
Para iniciar mis palabras quisiera irme a un lugar que a muchas y muchos de nosotros nos tiene atrapados desde hace incontables lunas: la biblioteca. En ella, al menos yo, apaciguo las tristezas y disfruto serenamente las alegrías. Al paso por la biblioteca, un motón de mensajes nos llegan y las experiencias, los conocimientos, los saberes, el bien y el mal, salen a nuestro encuentro. Hay títulos extraños y sugestivos, otros son premonitorios, algunos dan diagnóstico explicativoen fin. Los libros son y serán siempre nuestros mejores amigos.
Entre mis mejores amigos, uno en particular es apropiado para esta ocasión. Su título es: El arte de callar. El autor es el Abate Dinouart. Escuchen lo que dice el Abate en su libro: () El silencio es necesario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se pueden retener algunos pensamientos, pero no debe disfrazarse ninguno. Hay formas de callar sin cerrar el corazón; de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno, de ocultar algunas verdades, sin cubrirlas de mentiras. Así pues, hay que hacer callar el lenguaje. Pero a la inversa, hay que hacer hablar al silencio.
La Vicerrectora me ha pedido que en nombre de las investigadoras y los investigadores dirija unas breves palabras y serán realmente breves porque más que las palabras que yo diré, lo importante son los pensamientos que motivarán esas palabras en el silencio de cada una o de cada uno de ustedes, si me honran con la generosidad de escucharme sin paraguas para que ellas lleguen, toquen sus corazones y se multipliquen.
Hace aproximadamente 3 años, un cisma parecía alterar la vida cotidiana de quienes hemos hecho de la investigación el epicentro de nuestro hacer universitario. El antiguo programa PPI era eliminado y la ONCTI promovía en su lugar el PEII. Se requirieron visitas e intercambios para la concientización de la iniciativa y apaciguar los temores que algunas y algunos veían en la nueva propuesta. Que si nos ponían a recabar papeles de los últimos 20 años, que si el proceso era por demás engorroso, que si la plataforma tecnológica no era lo eficiente que debía ser para el registro de los productos, que si el proceso seguro estaría influenciado por la política, que esas eran las cosas que inventaba el comunista de Chávez para desconocer las tareas de las investigadoras y los investigadores en nuestro país, que si el periodo de la convocatoria era muy corto. Yo misma le llegué a exponer al profesor Berroterán en una de esas agradables reuniones que necesitaríamos pedir vacaciones para acomodar tanto papel. Menos mal que este profesor, hoy Viceministro, se vino a Maracaibo y tuvimos la oportunidad de trabajar en discusiones abiertas, las aprehensiones que en un principio nos agobiaban, recibiendo todo el apoyo posterior del FONACIT-Zulia.
Lo que parecía un invento para trastocar nuestra vida de investigación, amargándola, ha resultado ser un gran acierto. No sólo quienes hacemos investigación comprometida pudimos aplicar y ser acreditadas y acreditados, sino que se ha sembrado una nueva filosofía en relación a esa investigación, hoy orientada totalmente a dar respuestas a los reclamos colectivos. Este compromiso que nosotras inauguramos en el Instituto de Filosofía del Derecho de la Universidad del Zulia, en el tiempo que ejercimos la Dirección del mismo, bajo el nombre de Función Social de la Investigación, en el año 2001, entre cuyas acciones estuvo el vaciado de los anaqueles de revistas publicadas por el Instituto y no distribuidas (muchas de ellas envejecidas) para que llegaran a las manos del estudiantado y del profesorado interesado; es hoy el pivote de la investigación en Venezuela. Y no podía ser de otra manera en el marco del pensamiento revolucionario que ha venido tomando cuerpo desde la promulgación de la Constitución de 1999. Una Constitución que dio a luz a otro país, por lo menos en el papel, y que la investigación universitaria debe bordar con todos sus talentos y recursos humanos, sin discriminaciones odiosas. De tal manera que sirva esta oportunidad para reconocer en el PEII la respuesta necesaria y asertiva desde el Estado y la investigación venezolana al país que estamos construyendo.
En una sociedad tan polarizada como la nuestra, no es ocioso recordar que toda universitaria y/o universitario tiene la obligación moral de contribuir con el desarrollo del país. Un país que nos educó de manera gratuita y que nos ha entregado una universidad en la cual hemos podido realizar muchos de nuestros sueños.
Es importante anotar que con el PEII y las políticas públicas de apertura implementadas por el Ministerio del Poder Popular para la Ciencia, la Tecnología, la Investigación y la Innovación, en el cumplimiento e implementación de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación, misma que estableció la importancia de los aportes y contribuciones de las científicas y los científicos en las diferentes áreas de los saberes, se abrió también- un mundo de posibilidades para quienes tienen el talento de la creación y la innovación. Mujeres y hombres de zonas rurales, incluso, sin estudios formales la mayoría de ellos, han podido aplicar y ver financiados sus ingenios e innovaciones con excelentes noticias para el país. Un asunto, por cierto, que no era atendido satisfactoriamente con una política de estado antes de la llegada al gobierno del Presidente Hugo Chávez Frías y la creación de tan importante ministerio.
Para nosotras, la investigación debe estar centrada en cuatro aspectos fundamentales. El primero, dar respuesta científica a los problemas del país, a las necesidades colectivas, lo que materializará nuestro aporte en el desarrollo y en el avance de las ciencias, la tecnología, la investigación y la innovación, motores de la independencia total, tan importantes como la alimentación. El segundo aspecto tiene que ver con la democratización de las ciencias, la tecnología, la investigación y la innovación. Algo que también se va poco a poco consolidando aunque es indudable que los medios de comunicación aún no cumplen satisfactoriamente con la tarea de poner al alcance del pueblo, de traducir en palabras sencillas y llanas, lo que ellas significan. Un tercer aspecto tiene que ver con LA VERDAD. Y en este punto me van a permitir citar al filósofo griego Protágoras cuando afirmaba: () Para mí la Verdad es tal como la he escrito: cada uno de nosotros es medida tanto de lo que es como de lo que no es. De ahí que haya una distancia infinita de uno a otro, por la razón misma de que para uno es y aparece una determinada cosa, y para otro, otra. De tal manera que, entonces, la ciencia no es absoluta porque como sabemos la relación que crea el conocimiento no es entre sujeto, sujeta cognoscente y objeto conocido sino entre sujetos y sujetas cognoscentes en las cuales los prejuicios, los mitos, las creencias, los miedos y las costumbres juegan un papel marcado. Liberarse de ellos, pasar por el exorcismo de demonios como yo denomino ese proceso individual necesario, nos acercará cada día más a la verdad. Y ¿cómo queda frente a tal afirmación la SABIDURÍA?. Protágoras viene de nuevo en nuestro auxilio al afirmar: () En poco tengo yo, pues, a la sabiduría y al hombre sabio (yo agregaría a la mujer sabia). Yo llamo sabio, por el contrario, a aquel que puede hacer cambiar el sentido de las cosas, de manera que se le aparezcan como buenas, siendo o pareciendo que son malas para nosotros. De tal manera que como investigadoras e investigadores nos proponemos, con toda humildad, buscar la verdad en esa suerte de encuentros y desencuentros descrita magistralmente por Protágoras. La sabiduría, solo corresponde a Dios que es Verdad y Sabiduría a un tiempo. Así que esos egos que en oportunidades exhibimos sobre lo que hacemos como científicas y científicos, no son más que meros trajes de viajeras y viajeros de la ignorancia.
El cuarto y último aspecto tiene que ver con el bien. El conocimiento o el cultivo de la ciencia están comprometidos inescindiblemente con el bien. Si el conocimiento no está comprometido con el bien y la bondad, de poco servirá a nuestro país y a la humanidad. Y aquí podríamos enlazar con el tema de la libertad. Nuestra tarea como investigadoras e investigadores, nuestro gran aporte a las presentes y futuras generaciones cuando hacemos ciencia es asegurar la libertad como valor supremo, porque la ciencia que no sirve a la libertad se convierte en el grillete del pueblo, en su segura e inmerecida infelicidad. Una libertad que va de la mano con la igualdad de género, no sólo formal sino sustantiva.
Queden ustedes con estas ideas y ojalá que lo más importante acontezca ahora. Sus reflexiones sobre ellas que, seguramente, redundarán en nuestra cohesión como artífices-ejecutoras y ejecutores de la partitura que pone música a nuestras vidas.
Colegas, hermanas y hermanos universitarios, gracias.
*Palabras pronunciadas el 5 de noviembre de 2013 en representación de las investigadoras e investigadores de LUZ, en el Acto de Reconocimiento por haber sido acreditados en el PEII 2013.
macanilla@hotmail.com
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