jueves, 19 de julio de 2012

LETRA INSURRECTA/De insomnios y fatigas.


ROSA ELENA PÉREZ MENDOZA
rosaelenaperez@gmail.com
Ella tiene un bonito rostro que despliega una sonrisa que invita a la más pura evasión. Posee lo que llaman ángel, carisma o no sé qué, eso que produce cuantiosas ganancias en los medios privados. Tiene la actitud de quien no rompe un plato y utiliza su duende, su encanto de chica trending topic, para persuadir o atraer sutilmente al público en función de sus consejos, recomendaciones, advertencias, inclinaciones, sugerencias, en definitiva, para hacer vaciar las tarjetas plásticas a favor de su cartera de clientes. Te mira resuelta y hace vibrar sus cuerdas vocales en un programa insustancial pero nice de un medio golpista que lleva años tratando de hacerse el musiú ante ese episodio en que partió pantallas e hizo de Tom y Jerry emblema de una violenta afrenta contra la nación.
Ella deja colar, como quien no quiere la cosa, juicios tipo once que aparentan inocencia en medio de carcajadas masterizadas, estudiada indumentaria y mohines que buscan poner en remojo el razonamiento de la invisible masa. Pese a lo repetitiva que ya es su gramática gestual aún tiene gancho, punch, pegada, así que esta chica dizque amiga de todos, entonces, invitó la semana pasada a su compinche al programa que emula los talk shows gringuitos.
Saluda a Carla Angola y deja discurrir a su invitada hasta plantear la supuesta rivalidad entre ella, animadora y producto consentido del merchandising, y la otra, periodista y “respetable” pieza de la opinión pública masmediático-derechista supuestamente ofendida en reiteradas ocasiones por el sambo. Ahí va la animadora llevándola, entre glamour y piernas a la vista, hasta que entra al punto, al eje, a la razón de ser de que esos dos seres estén sentados frente a frente en un programa desechable y sin alma para insomnes. ¿Cuál era el quid de la cosa? A que sí adivinan: el flaquito, firifirito o como quieran llamarlo.
Lo que vino después fue una payasada indescriptible representada por estas chicas, quienes supuestamente se enfrentaron por el candidato cual si se tratara de un duelo de titanes en torno a un supremo trofeo.
La escena no movía ni a la risa ni a la sonrisa, sino al bochorno, pues que en nuestras pantallas haya que presenciar a estas alturas del siglo XXI a dos mujeres peleando por un hombre es una inaceptable degradación, pero que, encima, la contienda esté centrada en un personaje que no inspira sino bostezos llega a ser una necedad mayúscula. Con fatiga, decidí apagar el televisor y sumergirme en mis meditaciones o en el conteo de ovejitas. Cualquier oficio es más elevado para mi amor propio que ver tamaña mediocridad.

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